27 de agosto de 2008

Dolor y emoción en la despedida de las víctimas del Aeropuerto de Barajas

Miércoles, 27 de agosto.

El municipio de Agüimes enterró ayer, con marchas fúnebres y el estruendo de una veintena de coches, a los tres miembros de la familia Hernández que fallecieron en el accidente aéreo del vuelo JK 5022, del pasado miércoles, en el Aeropuerto de Madrid-Barajas.
Fue una ceremonia muy entrañable, en la que miles de conocidos se unieron a amigos y familiares para participar en la exequias en honor a Abenauara, Siomara y Tanausú Hernández. Las dos primeras eran hermanas y tenían 14 y 19 años, respectivamente, mientras que Tanausú murió con once meses y era el hijo de Siomara.
Los féretros de las tres víctimas fueron llevados a hombros por sus familiares desde el Pabellón Polideportivo del Cruce de Arinaga hasta la Iglesia de San José Obrero, donde se celebró una misa multitudinaria, oficiada por el Párroco don Carlos Jesús Rivero, y con la asistencia de las autoridades municipales, para luego dar sepultura a los cuerpos en el Cementerio Parroquial de Agüimes.
El cortejo recorrió a pie más de medio kilómetro, al tiempo que la Banda de Cornetas, Tambores y Majorettes La Salle marcaba el paso. Las dos hermanas fueron majorettes en la Banda de La Milagrosa, otra formación similar ya desaparecida. De ahí el homenaje, al que se unieron antiguos compañeros y amigos hasta llenar todo el ancho de la Avenida de Ansite. Un momento emotivo para estos jóvenes, fue cuando Mari Carmen, madre y abuela de Siomara, Abenauara y Tanausú, se acercó hasta ellos para agradecerles el cariño mostrado hacia las jóvenes y el bebé fallecidos.
Durante el recorrido afloraron muestras de dolor y llantos ahogados, sobre todo por parte de los jóvenes que encabezaban la marcha, quienes no pudieron reprimir los sollozos cuando cesó el redoble de los tambores y los tras ataúdes franqueaban la puerta de la Iglesia.
Después de la misa, los coches fúnebres trasladaron los cadáveres hasta el camposanto, donde una veintena de familiares recibió en fila el pésame de los asistentes al sepelio. En ese momento, una caravana de coches hizo sonar sus pitas en homenaje a los fallecidos. Los conductores y acompañantes eran, en su mayoría, amigos del padre del pequeño Tanausú, que es aficionado al tunning.
Una hora más tarde, en una celebración más íntima, los restos mortales del matrimonio formado por Honorio Rodríguez y María Lourdes Ramírez, acompañados de familiares y amigos, abandonaban el Tanatorio Municipal del Cruce de Arinaga, en dirección al Tanatorio de San Miguel, en Las Palmas de Gran Canaria, donde los cuerpos fueron incinerados.