14 de abril de 2009

Opinión: "De armas y complicidades"

Martes, 14 de abril.

Antonio Morales*
En el programa "Tengo una pregunta para usted", de TVE, en el que intervino José Luis Rodríguez Zapatero, un joven del público le trasladó una pregunta que le produjo un enorme desconcierto. En pleno debate sobre la intervención cruel y desproporcionada de Israel sobre Gaza, la pregunta sobre la contradicción que suponía el apoyo a Palestina y la venta de armas al Estado judío, hizo que el Presidente trastrabillara y errara en la respuesta al plantear que España solo vendía armas a ese país por un millón de euros y que, en cualquier caso, no eran utilizadas para atacar a los palestinos.
La realidad, es que la respuesta no era, en ningún modo, cierta: sólo durante el primer semestre de 2008, España vendió a Israel más de 1,5 millones de euros en armas, aumentando considerablemente su aportación a la dotación armamentística israelí.
En un país que salió masivamente a la calle para denunciar la invasión de Irak por Estados Unidos y que ha expresado en múltiples foros su voluntad de contribuir a la paz de este planeta, la propia Ministra de Defensa Carme Chacón ha declarado que "soy una mujer pacifista y el ejército también es pacifista", los hechos demuestran que el Gobierno español es víctima de una clarísima incongruencia.
Según un informe presentado por el Gobierno al Congreso de los Diputados, la venta de armas por parte de España creció de 400 millones de euros en 2004, a 933 millones en 2007. De esta manera, España se ha convertido en la octava potencia mundial en venta de armas, lo que significa que participa con el 2,19 % en las exportaciones mundiales y con sólo un pírrico y prescindidle 0,51% del PIB.
Lo cuestionable y censurable son los modos, las prácticas y los usos derivados de este comercio que hace que una gran parte de la producción de armas de España (el 35%) se venda a países incursos en guerras civiles o tribales y a países que emplean más recursos al gasto militar que al desarrollo humano y a políticas sociales. Juzguen ustedes mismos al comprobar una parte de la relación de los estados a los que nuestro país vende sus armas: Marruecos (200 millones de euros), Israel, Pakistán, Irán, China, Cuba, Ghana, Colombia, un amplio espectro del África subsahariana y Sudán, un país contra cuyo presidente acaba de dictar orden de detención la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad.
El Congreso de los Diputados español aprobó, en diciembre de 2007, la Ley de Comercio de Armas, que prohíbe que las armas españolas "puedan ser empleadas en acciones que perturben la paz, la estabilidad o la seguridad, puedan exacerbar tensiones o puedan ser utilizadas de manera contraria al respeto debido y la dignidad inherente al ser humano", algo que, por supuesto, se incumple flagrantemente. Para Amnistía Internacional, casi el 40% de la exportación española de armas está destinada a países que no respetan los derechos humanos.
¿Acaso los Estados que facilitan armas a Israel, que las utiliza en sus prácticas genocidas, o los que suministran armamentos a dictaduras y regímenes totalitarios, no se convierten en cómplices de hecho de estos bárbaros?
Varias ONG (Intermon Oxfam, Amnistía Internacional y Greenpeace, entre otras) han denunciado igualmente que España viola de manera contundente el código de conducta de la Unión Europea sobre venta de armas, que dice que no se debe autorizar su venta a ciertos países con conflictos armados que violan los derechos humanos; que no impiden el riesgo, por la falta de control posterior, de desvío a terceros países; que violan el compromiso internacional en cuanto a sanciones y embargos y que violan la compatibilidad del gasto en defensa y armamento con el cumplimiento de los servicios sociales básicos.
Dentro del propio Estado, los mecanismos de control fallan ostensiblemente y así se constata que no coinciden los datos oficiales del Gobierno con los de la Agencia Tributaria a través de sus registros de aranceles y tampoco con el Registro de Armas Convencionales de Naciones Unidas.
Y como siempre, el poder económico detrás, agazapado pero muy presente, controlando y muchas veces dirigiendo las prácticas políticas y condicionando las decisiones fundamentales derivadas de compromisos públicos, como los expresados por José Luis Rodríguez Zapatero, de hacer posible la desaparición de las terribles y temibles bombas racimo que todavía siguen sembrando de mutilaciones y muertes tantos rincones de la Tierra.
Así aparecen, detrás de todo esto, importantes industrias como CASA, Izar ,Saga, Indra, Santa Bárbara, Instalaza, INTA, Numarin, Explosivos Alaveses; suministradores como Alcatel, Telefónica, Siemens…; y la Banca, siempre la Banca, que tiende sus tentáculos y financia y obtiene beneficios importantes de la venta de las mortíferas bombas racimos y otras.
El presidente del BBVA, Francisco González, ha reconocido en una asamblea de accionistas, la participación del banco en el negocio de las armas y ha afirmado que su política es reducirla, aunque supeditada a que el resto de entidades financieras tomen posiciones similares, y se refiere, claro, a entidades como el Santander, Caja Madrid, Caja Castilla La Mancha, Caja San Fernando, Bilbao Bizcaia Kutxa, Ibercaja, Banesto, Banco Sabadell, Banco Pastor, Banco Zaragozano...
Lo cierto es que, tras todo esto, vivimos cada día una realidad que nos señala decenas de conflictos armados en distintos rincones del planeta, que hace que cada año mueran de media más de 300.000 personas en guerras de distinta índole y más de 200.000 asesinados en países con alto grado de violencia social y criminal.
Permítanme que termine este texto con parte de la intervención de Gervasio Sánchez al recibir, en mayo del 2008, el Premio Ortega y Gasset de Fotografía, convocado por el periódico El País: "Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofía Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alía en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas; el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años.
Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la Universidad. Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película "Cuentos de la luna pálida", de Kewji Mizoguchi.
Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de las minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles, desde el inicio de la transición, encabezados por los Presidentes Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, permitieron y permiten la venta de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el Presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo, cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero, como Martin Luther King, me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que por fin, un Presidente de un Gobierno español, tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte".
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes.