22 de septiembre de 2009

Opinión: "La pandemia del doble rasero"

Martes, 22 de septiembre.

Antonio Morales*
Aunque de este virus se viene hablando desde hace varios años, desde que saltara la alarma con el fallecimiento de la primera víctima afectada por la gripe A, allá por el mes de mayo, no pasa un día sin que los medios de comunicación dejen de desgranar, puntuales, una letanía de informaciones de todo tipo sobre la pandemia, además de irnos contando, poco a poco, como en un goteo en el que se recrean, el número de muertos causado por el H1N1.
No voy a entrar con este artículo en la polémica sobre si se trata de una exagerada alarma de la OMS o no. Ni siquiera, si detrás se esconden otros tipos de intereses a los que les viene bien el miedo, la parálisis que éste provoca y el que miremos para otro lado... La verdad es, que cada día que pasa, aparecen opiniones autorizadas con posiciones radicalmente enfrentadas: están las que desconfían y critican con rotundidad la alarma y el pavor que se ha sembrado, como sucede con la del Presidente del Consejo General de Colegios de Médicos (OMC), que afirma que "las epidemias de miedo siempre se crean con algún interés" y que ésta, que "promueve respuestas exageradas", apunta a intereses económicos y políticos; con las de varias asociaciones de pediatras, que apuntan que no se debe vacunar de forma prioritaria a los niños, o la del catedrático y experto de la FAO, José Manuel Sánchez Vizcaíno, que dice que, si seguimos alertando de esta manera, "nos puede suceder como el cuento del lobo" y, por otro lado, están las opiniones de los que aseguran, como el Presidente del Colegio de Veterinarios y otros, que nos puede caer una muy gorda encima y que, aunque no fuera así, habría que intensificar las medidas de prevención y que, en cualquier caso, la OMS ha actuado correctamente en su intención de evitar una propagación sin límites de un virus, parece que por ahora bastante benigno, pero que podría ser susceptible de rearmarse de manera mortífera.
Pero al hilo de todo esto, si me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones sobre este hecho y su alcance y derivaciones hacia otros aspectos que tienen que ver con lo más perverso de la globalización y el poder económico sin control del neoliberalismo, las desigualdades que asolan a este planeta y la utilización siniestra de este hecho para que algunos acometan recortes de libertades.
No son pocos los que insisten en relacionar el virus con la voracidad de los mercados y la precariedad alimentaria en la que nos movemos, fruto de la especulación irresponsable. En un documentado artículo, publicado en Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet sitúa el origen del virus en una explotación de cerdos en La Gloria, un pueblecito del Estado mexicano de Veracruz, propiedad de la empresa productora de carne porcina más importante del mundo y la tercera compañía estadounidense en producción de alimentos, donde más de un millón de cerdos viven hacinados en inmundas pocilgas, sin ningún tipo de condiciones higiénicas, rodeados de cadáveres descompuestos, millones de moscas.... Es más, el seguimiento constante de sus prácticas por las autoridades norteamericanas, los ha obligado a trasladarse a países del Tercer Mundo con legislaciones medioambientales más laxas. También la Pew Comisión de EEUU advirtió, en 2008, que estos métodos de producción alimenticia suponían un ataque contra la salud. Larry Elliott, editor del área económica de The Guardian, afirma en "Nuevas señales de un malestar más grande", que "la crisis financiera, la crisis ecológica y, ahora, la potencial crisis de la salud pública, son pruebas más que suficientes de que lo que es bueno para los grandes negocios no es necesariamente bueno para nosotros". El columnista de The Times, Ben MacIntyre, dice en "Nos hemos buscado la nueva gripe" que lo que está sucediendo es consecuencia de nuestra avidez de carne barata, de tratar a los animales como una "materia prima que hay que aprovechar de la forma que aumente más y mejor la producción y los beneficios".
No nos debe extrañar entonces que el propio mercado, lejos de amilanarse, lejos de verse perjudicado por una práctica especulativa que pone en riesgo la salud de los habitantes del planeta y de su ecosistema (el "mal de las vacas locas", la gripe aviar, la utilización de pesticidas, de dioxinas y residuos químicos sin límites, el empleo de transgénicos, el esquilme de peces para el alimento de las crías de las piscifactorías..., son algunos de los ejemplos), reaccione con una inteligencia refinada y, cuando más acongojados nos encontramos todos, ponga en marcha un mecanismo extraordinario para enriquecerse con nuestros propios miedos y, teóricamente, para salvarnos. No nos puede extrañar, por tanto, que en muy poco tiempo inunden las farmacias cinco mil millones de vacunas para la gripe A con unas previsiones de llegar hasta cinco billones de dosis anuales y que, un mes después de aparecer la gripe en México, los fabricantes de los antivirales ya habían ganado 8.800 millones en la bolsa; que Roche, la propietaria de Tamiflu, ya había subido, en el mes de mayo, un 7% su cotización, y la fabricante de Relenza (GlaxoSmithKline) revalorizara sus acciones en un 5%. Y lo mismo sucedió, "casualmente", con la otra gripe de origen animal, que "sólo" produjo la muerte de 250 personas en todo el mundo, pero que vendió millones y millones de dosis del Tamiflu, desde una empresa farmacéutica participada por Donald Rumsfeld, sí, el fiel escudero de George Bush.
Y mientras esto sucede, de nuevo se vuelve a insistir en abrir abismos entre los distintos pueblos de la Tierra, entre este primer mundo nuestro y los países empobrecidos. Así, las patentes de los grandes remedios para garantizar la salud pública mundial se encuentran en manos de las más potentes multinacionales, que se resisten como gato panza arriba a cederlas a los países más pobres o siquiera a hacerselas asequibles. Para los investigadores americanos Moon y Banjul ("Algo más que una gripe"), "la protección indiscriminada de las patentes farmacéuticas conduce a la creación de monopolios de facto que limitan la producción de medicamentos y elevan de forma considerable sus precios". Para el experto de la OMS, Germán Velásquez, "en la epidemia de sida hay nueve millones de personas que necesitan medicamentos y sólo tres los reciben". También Javier Garau, Presidente de la Sociedad Europea de Microbiología y Enfermedades Infecciosas, no duda en afirmar que "a los países pobres no llegarán las vacunas del H1N1". Igualmente, la farmacéutica india, Cipla, solicitó a la OMS poder fabricar un retroviral en el año 2008 y todavía no ha recibido autorización para hacerlo, según C.E. Bayo, en Público.
Al tiempo que nos volvemos locos por una amenaza incierta y removemos cielo y tierra para alcanzar un antídoto, pagando lo que sea por conseguirlo a las grandes multinacionales que tienen la llave de nuestra salud, millones de personas, niños y adultos, mueren cada año de sida, malaria, dengue, chagas..., pero también de gripe común, tifus, tosferina... sin que se despierten los mecanismos de justicia social o solidaridad que deberían hacer posible una ONU endeble o un G-20 que sólo va a lo suyo.
Pero existe además otro riesgo que pone en peligro la salud de la democracia y es que, al amparo del miedo, el desconcierto y la incertidumbre, desde algunos espacios de poder se empiezan a alentar y a desarrollar acciones encaminadas a coartar libertades. Ha pasado en Estados Unidos, donde distintos grupos racistas y xenófobos (Americanos por la Inmigración Legal es uno de ellos) han recrudecido sus acciones en contra de los inmigrantes mexicanos, utilizando el miedo al contagio como excusa; o lo que está pasando en Francia, por ejemplo, donde un grupo de intelectuales y científicos, entre ellos la Premio Nobel de Medicina, Barre-Sinoussi, han firmado un manifiesto denunciando un plan oculto del Gobierno francés en el que se prevé implantar el estado de excepción en el país galo de recrudecerse la pandemia.
Hemos hecho tanto daño a este planeta, hemos destruido tantos valores y sustentado tantas cosas en una economía de mercado que alienta tantas desigualdades, que en esta Arcadia de falsa felicidad no podemos dejar de lado lo que advertía Albert Camus en La Peste, una alegoría de la invasión nazi: "esta muchedumbre dichosa ignoraba (...) que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir a una ciudad dichosa".
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes.