Antonio Morales*
El pasado miércoles 09 de marzo, la Ministra de Cultura entregó a José Luis Sampedro la Medalla de las Artes y las Letras de España. Sin duda alguna, se trata de un justo reconocimiento a un escritor extraordinario ("La sonrisa etrusca", "La vieja sirena", "El amante lesbiano"…) miembro de la RAE desde 1990. Para Ángeles González-Sinde se trataba de reconocer una "brillante trayectoria literaria" así como su pensamiento "lúcido y comprometido". Y de eso precisamente quería hablar en este texto, porque coincido totalmente con la valoración que hacía del homenajeado Ana María Moix: "un maestro y una personalidad humanística a quien no se ha hecho el caso que merecía". Efectivamente, estamos ante un economista de singular relevancia, "lúcido y comprometido", con una trayectoria profesional, docente e investigadora incuestionable al que posiblemente, si este Gobierno le hubiera hecho caso, otro gallo nos cantaría en estos momentos.
Precisamente por las fechas en que Sampedro recibía su premio, andaba yo finalizando la lectura de su última publicación, un libro recopilatorio de artículos y conferencias ("Economía Humanista. Algo más que cifras". E. Debate) al que su prologuista, el catedrático de Economía Aplicada y Rector de la Universidad Complutense, Carlos Berzosa, considera como "más necesario que nunca ante el rígido corsé que ha introducido la economía convencional en el estudio de las leyes que rigen la producción, la distribución, el intercambio y el consumo presentes y pasados. (…) Vivimos tiempos de crisis y se necesitan analistas con la lucidez de Sampedro en lugar de la miopía de tantos que, enredados en datos y modelos, no saben ver con perspectiva lo que está pasando.(…) Por eso, en tiempos de penumbra, el pensamiento de Sampedro nos sigue sirviendo para encontrar una luz que nos ilumine, aunque sea tenue, o para salir del túnel en el que nos hemos metido".
El libro hace un recorrido histórico por más de cuatro décadas, y desde luego, no tiene desperdicio porque cualquiera de las tesis que defiende se podría trasladar a este Occidente en decadencia, como este texto de 1980: "Sin embargo, la educación difícilmente se puede esperar del sistema, porque el sistema está interesado en darnos precisamente aquella educación que nos hace consumistas". O este otro del 79: "Lo malo es que el sistema camina cada vez más hacia un poder centralizado, totalizador y más dominante. Nos han hecho creer que el lucro es el motor de la vida. Será el motor de la vida de ellos, pero a mí no me inspira el menor respeto. ¡Triste y degradante motor de la vida humana!". Durante esas cuatro décadas, Sampedro ha ido advirtiéndonos de una deriva que nos podía conducir hacia una terrible situación como la que estamos viviendo hoy: destrucción del planeta, desgobierno de lo público sometido a los mercados, mayores desigualdades en la distribución de los recurso, etc.
Es el mismo que combate el neoliberalismo y la tiranía implacable de los sistemas financieros en "El mercado y la globalización", que publicó en 2002 en Destino, y que cuestiona que la libertad de elegir la dé el dinero y que el mercado pueda actuar sin trabas, porque con ello lo que se consigue es dejar sin defensas a los más débiles. Nos describe sin medias tintas su capacidad de someter a los gobiernos; su indiferencia ante el interés social; la destrucción del medio ambiente porque no existe coto a la ambición; nos habla de la necesidad de establecer mecanismos de regulación; de la obligatoriedad del acatamiento de una normas éticas de convivencia; de la transferencia de un gran número de decisiones económicas desde el ámbito gubernamental, con control democrático, hacia el campo del poder privado liberado del control ciudadano; de las maniobras especulativas y desestabilizadoras como las que estamos viviendo; de cómo la liberalización sólo significa libertad real para los más fuertes, "y como en ese espacio los gobiernos han renunciado al control sobre transferencias financieras, quienes deciden son las grandes instituciones privadas, bancarias o fondos de pensiones o inversión, además de especuladores con nombres y apellidos…", con el resultado de una concentración planetaria de las riquezas y del poder económico; de que la globalización económica es también antidemocrática; de las enormes desigualdades que propician que el 20% de la población mundial tenga un 80% de ingresos más altos que el 20% más pobre; de cómo prima la injusticia distributiva, la ceguera ecológica "su reduccionismo inhumano" y sus técnicas manipuladoras de la información y la desinformación… Y defiende otro mundo posible en el que la gran mayoría se inquiete por lo que importa: "la vida humana en todas sus dimensiones, desde el escenario natural a la educación y perfeccionamiento de las personas, desde el hambre a la actividad creadora, desde la justicia a la solidaridad, desde la ciencia al placer (…) un mundo para todos porque es de todos, no sólo para los instalados en la ascendente barquilla del globo".
En su discurso de toma de posesión en la RAE dejó bien claro que "lo esencial del capitalismo no está en que utilice el mercado mucho más que el plan. Lo fundamental es su creencia de que, gracias a la competencia privada, cuanto más egoístamente se comporte cada individuo, tanto más contribuirá al progreso colectivo".
En fin, un economista y un pensador contracorriente que, a sus 92 años, y en el prólogo de "Indignaos", de Stéphane Hessel, sostiene que "los financieros, culpables indiscutibles de la crisis, han salvado el bache y prosiguen su vida como siempre sin grandes pérdidas. En cambio sus víctimas no han recuperado el trabajo ni su nivel de ingresos. (…) Los financieros apenas han soportado las consecuencias de sus desafueros. Es decir, el dinero y sus dueños tienen más poder que los gobiernos". Un hombre honesto que no se rinde y que afirma estamos en un mundo "muy rico en ciencia y pobre en sabiduría. Mientras la ciencia avanza a esa velocidad, no lo hace el nivel cultural, ya no en el sentido del conocimiento de muchas cosas, sino en el conocimiento de las cosas importantes, el sentido de la vida, de los valores vitales frente a los valores económicos y productivos" y que "salvo por la técnica, estamos en la barbarie, que no es sino la destrucción de los valores básicos de una sociedad; cuando una cultura deserta de sus valores, estamos en la barbarie, que ya se manifestó el siglo pasado con los campos de concentración de Stalin y las cámaras de gas de Hitler"; que dice que los abusos del sistema capitalista están entrando en la categoría de abusos contra la civilización y van directamente contra la dignidad humana, "que es un valor supremo"; que se nos educa "para ser consumidores y productores, productores y consumidores, y más bien borregos que ciudadanos". En definitiva, un hombre "lúcido y comprometido" al que se le reconocen sus méritos literarios, pero los otros les entran por un oído y les salen por otro. Y por eso estamos como estamos.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes.
El pasado miércoles 09 de marzo, la Ministra de Cultura entregó a José Luis Sampedro la Medalla de las Artes y las Letras de España. Sin duda alguna, se trata de un justo reconocimiento a un escritor extraordinario ("La sonrisa etrusca", "La vieja sirena", "El amante lesbiano"…) miembro de la RAE desde 1990. Para Ángeles González-Sinde se trataba de reconocer una "brillante trayectoria literaria" así como su pensamiento "lúcido y comprometido". Y de eso precisamente quería hablar en este texto, porque coincido totalmente con la valoración que hacía del homenajeado Ana María Moix: "un maestro y una personalidad humanística a quien no se ha hecho el caso que merecía". Efectivamente, estamos ante un economista de singular relevancia, "lúcido y comprometido", con una trayectoria profesional, docente e investigadora incuestionable al que posiblemente, si este Gobierno le hubiera hecho caso, otro gallo nos cantaría en estos momentos.
Precisamente por las fechas en que Sampedro recibía su premio, andaba yo finalizando la lectura de su última publicación, un libro recopilatorio de artículos y conferencias ("Economía Humanista. Algo más que cifras". E. Debate) al que su prologuista, el catedrático de Economía Aplicada y Rector de la Universidad Complutense, Carlos Berzosa, considera como "más necesario que nunca ante el rígido corsé que ha introducido la economía convencional en el estudio de las leyes que rigen la producción, la distribución, el intercambio y el consumo presentes y pasados. (…) Vivimos tiempos de crisis y se necesitan analistas con la lucidez de Sampedro en lugar de la miopía de tantos que, enredados en datos y modelos, no saben ver con perspectiva lo que está pasando.(…) Por eso, en tiempos de penumbra, el pensamiento de Sampedro nos sigue sirviendo para encontrar una luz que nos ilumine, aunque sea tenue, o para salir del túnel en el que nos hemos metido".
El libro hace un recorrido histórico por más de cuatro décadas, y desde luego, no tiene desperdicio porque cualquiera de las tesis que defiende se podría trasladar a este Occidente en decadencia, como este texto de 1980: "Sin embargo, la educación difícilmente se puede esperar del sistema, porque el sistema está interesado en darnos precisamente aquella educación que nos hace consumistas". O este otro del 79: "Lo malo es que el sistema camina cada vez más hacia un poder centralizado, totalizador y más dominante. Nos han hecho creer que el lucro es el motor de la vida. Será el motor de la vida de ellos, pero a mí no me inspira el menor respeto. ¡Triste y degradante motor de la vida humana!". Durante esas cuatro décadas, Sampedro ha ido advirtiéndonos de una deriva que nos podía conducir hacia una terrible situación como la que estamos viviendo hoy: destrucción del planeta, desgobierno de lo público sometido a los mercados, mayores desigualdades en la distribución de los recurso, etc.
Es el mismo que combate el neoliberalismo y la tiranía implacable de los sistemas financieros en "El mercado y la globalización", que publicó en 2002 en Destino, y que cuestiona que la libertad de elegir la dé el dinero y que el mercado pueda actuar sin trabas, porque con ello lo que se consigue es dejar sin defensas a los más débiles. Nos describe sin medias tintas su capacidad de someter a los gobiernos; su indiferencia ante el interés social; la destrucción del medio ambiente porque no existe coto a la ambición; nos habla de la necesidad de establecer mecanismos de regulación; de la obligatoriedad del acatamiento de una normas éticas de convivencia; de la transferencia de un gran número de decisiones económicas desde el ámbito gubernamental, con control democrático, hacia el campo del poder privado liberado del control ciudadano; de las maniobras especulativas y desestabilizadoras como las que estamos viviendo; de cómo la liberalización sólo significa libertad real para los más fuertes, "y como en ese espacio los gobiernos han renunciado al control sobre transferencias financieras, quienes deciden son las grandes instituciones privadas, bancarias o fondos de pensiones o inversión, además de especuladores con nombres y apellidos…", con el resultado de una concentración planetaria de las riquezas y del poder económico; de que la globalización económica es también antidemocrática; de las enormes desigualdades que propician que el 20% de la población mundial tenga un 80% de ingresos más altos que el 20% más pobre; de cómo prima la injusticia distributiva, la ceguera ecológica "su reduccionismo inhumano" y sus técnicas manipuladoras de la información y la desinformación… Y defiende otro mundo posible en el que la gran mayoría se inquiete por lo que importa: "la vida humana en todas sus dimensiones, desde el escenario natural a la educación y perfeccionamiento de las personas, desde el hambre a la actividad creadora, desde la justicia a la solidaridad, desde la ciencia al placer (…) un mundo para todos porque es de todos, no sólo para los instalados en la ascendente barquilla del globo".
En su discurso de toma de posesión en la RAE dejó bien claro que "lo esencial del capitalismo no está en que utilice el mercado mucho más que el plan. Lo fundamental es su creencia de que, gracias a la competencia privada, cuanto más egoístamente se comporte cada individuo, tanto más contribuirá al progreso colectivo".
En fin, un economista y un pensador contracorriente que, a sus 92 años, y en el prólogo de "Indignaos", de Stéphane Hessel, sostiene que "los financieros, culpables indiscutibles de la crisis, han salvado el bache y prosiguen su vida como siempre sin grandes pérdidas. En cambio sus víctimas no han recuperado el trabajo ni su nivel de ingresos. (…) Los financieros apenas han soportado las consecuencias de sus desafueros. Es decir, el dinero y sus dueños tienen más poder que los gobiernos". Un hombre honesto que no se rinde y que afirma estamos en un mundo "muy rico en ciencia y pobre en sabiduría. Mientras la ciencia avanza a esa velocidad, no lo hace el nivel cultural, ya no en el sentido del conocimiento de muchas cosas, sino en el conocimiento de las cosas importantes, el sentido de la vida, de los valores vitales frente a los valores económicos y productivos" y que "salvo por la técnica, estamos en la barbarie, que no es sino la destrucción de los valores básicos de una sociedad; cuando una cultura deserta de sus valores, estamos en la barbarie, que ya se manifestó el siglo pasado con los campos de concentración de Stalin y las cámaras de gas de Hitler"; que dice que los abusos del sistema capitalista están entrando en la categoría de abusos contra la civilización y van directamente contra la dignidad humana, "que es un valor supremo"; que se nos educa "para ser consumidores y productores, productores y consumidores, y más bien borregos que ciudadanos". En definitiva, un hombre "lúcido y comprometido" al que se le reconocen sus méritos literarios, pero los otros les entran por un oído y les salen por otro. Y por eso estamos como estamos.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes.