Antonio Morales*
Desde que en el 2002, se pusiera en marcha en Agüimes un proceso socio-comunitario de integración y de intervención social encaminado a propiciar fórmulas de trabajo compartido entre el Ayuntamiento, la familia y la escuela, nunca hemos renunciado a avanzar en la búsqueda de elementos estratégicos de prevención y formación cívica; en la búsqueda de alternativas al modelo social y económico imperante, con la participación de todos los hombres y mujeres de la comunidad; en abrir espacios de diálogo y convivencia para hacer posible las condiciones más adecuadas para el desarrollo integral del niño y del adolescente.
Desde entonces, cada año convocamos una jornadas, como las de la semana pasada, con el lema que titula este artículo, para hacer un balance de la labor realizada, compartirlo con la ciudadanía del municipio, y, al tiempo, analizar en profundidad, con la ayuda de los mejores expertos, cada uno de los aspectos de esta realidad que nos preocupa. Frente al nihilismo, la desmotivación o la dejación de familias, instituciones y modelos educativos, creemos firmemente que se puede crear otra realidad y que no podemos ni debemos rendirnos. Creemos que es posible poner en marcha propuestas efectivas, plurales, que ayuden a tomar las decisiones necesarias para forjar individuos sanos, capaces, entusiastas, curiosos, comprometidos, libres…
Sin duda alguna podemos afirmar que no estamos en el mejor momento. Vivimos tiempos muy difíciles, convulsos. Los logros alcanzados en el mundo Occidental después de la Segunda Guerra Mundial, tras el gran acuerdo para hacer posible el Estado del Bienestar, se tambalean. El embate de los mercados, del neoliberalismo más depredador, está propiciando la pérdida, a pasos agigantados, de derechos sociales y laborales alcanzados durante muchas décadas de lucha. La reforma laboral, que ha inundado de precariedad el mundo del trabajo y que no ha aportado sino más paro, el aumento de la edad de la jubilación, la privatización de las cajas, saneadas previamente con el dinero de todos, la congelación de las pensiones y la bajada de los salarios, no son sino la punta del iceberg de un sistema que pretende anular a los individuos y sembrar el desafecto sobre lo público y la política.
El mercado ha pasado a controlar sin ningún tipo de tapujos a la economía y a los gobiernos y pretende ahora suprimir lo público hasta el infinito para imponernos su modelo de sanidad, de educación, de servicios sociales, energía, salarios, pensiones… Ha creado profundas crisis sociales, económicas, medioambientales, alimentarias, bélicas y nos lleva a la quiebra más profunda de la equidad y la igualdad, a la destrucción de los mecanismos de protección de los más débiles y de integración social. Ha roto intencionadamente la seguridad, todas las seguridades realmente, para llenarnos de incertidumbre, de miedo. Ha convertido nuestras vidas, según Manuel Castells, en una ilusión óptica ligada a la "productividad", al consumo permanente que destroza el planeta y la parte más humana y social de las personas: los valores. Ha propiciado la peor la las corrupciones en una democracia: la exclusión social, el sometimiento, la alienación.
En ese contexto, la familia, fuertemente mediatizada y desdibujada, y sus hijos, los jóvenes, a los que se ha convertido en una generación perdida, con un 50% de sus miembros en paro y sin expectativas de futuro, contemplan cómo a su alrededor el número de desempleados avanza hacia los cinco millones; que más de un millón de parados no perciben prestaciones; que más de 800.000 sobreviven sin ningún tipo de ingresos; que más de un millón y medio de hogares se encuentran con todos sus activos en paro; que ocho millones de españoles padecen pobreza según Cáritas; que los déficits sociales han aumentado peligrosamente en el ámbito de los inmigrantes, los jóvenes, la mujer y los mayores de 50 años… y que las alternativas que se proponen a todo esto es que se hable de menos salarios y más productividad, de más precariedad laboral con la quiebra de la negociación colectiva, de reducción del gasto social, de la privatización de los servicios públicos, de la incapacidad de la política y de lo público. Claro, también es verdad que desde la complicidad del bipartidismo imperante que, incapaz de aportar alternativas y contribuyendo al descrédito y al desánimo con enfrentamientos continuos ante la opinión pública, se ha convertido (la derecha y la socialdemocracia que ha renunciado a la defensa de sus principios) en cómplice de lo que está pasando, ejecutando sin dilación todas las medidas que se le impone.
Según el Eurostat, el gasto social en España (sanidad, protección social y educación) está situado en un 25,3%, siete puntos menos que la media de la UE (32,6%), por delante solo de Portugal. Para Urie Bronfenbrenner, "la familia es el sistema más efectivo y económico para fomentar y mantener el desarrollo del niño. Sin la implicación familiar, cualquier intervención es probablemente un fracaso". Fernando Vallespín afirma que "allí donde hay miedo al futuro no puede haber, sin embargo, un lugar en el que los jóvenes puedan desplegar todo el potencial que atesoran". Este año, el presupuesto destinado a la educación en este país se ha reducido en 1.800 millones de euros con respecto al año anterior y el informe PISA nos vuelve a poner a la cola de casi todos los parámetros educativos… Por eso, hoy más que nunca, las instituciones públicas, la política y los políticos, los intelectuales, los profesionales de la educación y las ciencias sociales, la familia, los hombres y las mujeres que conformamos una sociedad mayoritariamente pasiva, los jóvenes inconmovibles, todos, tenemos la obligación de abandonar los miedos, el pasotismo, para rearmar esta democracia que no tiene sentido si no está anclada en valores.
Frente al desarrollismo, el economicismo sin límites y el neoliberalismo devastador del humanismo y la naturaleza, debemos profundizar en todos aquellos aspectos que, desde la igualdad, la solidaridad, la educación, la formación, la responsabilidad, el compromiso, la educación en valores…, nos lleven a implantar un sistema que distribuya no solo la riqueza sino también unas posibilidades de desarrollo personal y comunitario equilibradas e iguales para todos.
Desde la comunidad local nos enfrentamos cada día a nuevos retos para, en un contexto social cada vez más complejo, hacer posible el ejercicio de las responsabilidades que nos corresponden. Nuestra obligación y compromiso deben ser el facilitar las herramientas necesarias para establecer objetivos y estrategias encaminadas a promover espacios para acompañar a la familia y a la escuela en la aventura de crecer y en el desafío de educar.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes.
Desde que en el 2002, se pusiera en marcha en Agüimes un proceso socio-comunitario de integración y de intervención social encaminado a propiciar fórmulas de trabajo compartido entre el Ayuntamiento, la familia y la escuela, nunca hemos renunciado a avanzar en la búsqueda de elementos estratégicos de prevención y formación cívica; en la búsqueda de alternativas al modelo social y económico imperante, con la participación de todos los hombres y mujeres de la comunidad; en abrir espacios de diálogo y convivencia para hacer posible las condiciones más adecuadas para el desarrollo integral del niño y del adolescente.
Desde entonces, cada año convocamos una jornadas, como las de la semana pasada, con el lema que titula este artículo, para hacer un balance de la labor realizada, compartirlo con la ciudadanía del municipio, y, al tiempo, analizar en profundidad, con la ayuda de los mejores expertos, cada uno de los aspectos de esta realidad que nos preocupa. Frente al nihilismo, la desmotivación o la dejación de familias, instituciones y modelos educativos, creemos firmemente que se puede crear otra realidad y que no podemos ni debemos rendirnos. Creemos que es posible poner en marcha propuestas efectivas, plurales, que ayuden a tomar las decisiones necesarias para forjar individuos sanos, capaces, entusiastas, curiosos, comprometidos, libres…
Sin duda alguna podemos afirmar que no estamos en el mejor momento. Vivimos tiempos muy difíciles, convulsos. Los logros alcanzados en el mundo Occidental después de la Segunda Guerra Mundial, tras el gran acuerdo para hacer posible el Estado del Bienestar, se tambalean. El embate de los mercados, del neoliberalismo más depredador, está propiciando la pérdida, a pasos agigantados, de derechos sociales y laborales alcanzados durante muchas décadas de lucha. La reforma laboral, que ha inundado de precariedad el mundo del trabajo y que no ha aportado sino más paro, el aumento de la edad de la jubilación, la privatización de las cajas, saneadas previamente con el dinero de todos, la congelación de las pensiones y la bajada de los salarios, no son sino la punta del iceberg de un sistema que pretende anular a los individuos y sembrar el desafecto sobre lo público y la política.
El mercado ha pasado a controlar sin ningún tipo de tapujos a la economía y a los gobiernos y pretende ahora suprimir lo público hasta el infinito para imponernos su modelo de sanidad, de educación, de servicios sociales, energía, salarios, pensiones… Ha creado profundas crisis sociales, económicas, medioambientales, alimentarias, bélicas y nos lleva a la quiebra más profunda de la equidad y la igualdad, a la destrucción de los mecanismos de protección de los más débiles y de integración social. Ha roto intencionadamente la seguridad, todas las seguridades realmente, para llenarnos de incertidumbre, de miedo. Ha convertido nuestras vidas, según Manuel Castells, en una ilusión óptica ligada a la "productividad", al consumo permanente que destroza el planeta y la parte más humana y social de las personas: los valores. Ha propiciado la peor la las corrupciones en una democracia: la exclusión social, el sometimiento, la alienación.
En ese contexto, la familia, fuertemente mediatizada y desdibujada, y sus hijos, los jóvenes, a los que se ha convertido en una generación perdida, con un 50% de sus miembros en paro y sin expectativas de futuro, contemplan cómo a su alrededor el número de desempleados avanza hacia los cinco millones; que más de un millón de parados no perciben prestaciones; que más de 800.000 sobreviven sin ningún tipo de ingresos; que más de un millón y medio de hogares se encuentran con todos sus activos en paro; que ocho millones de españoles padecen pobreza según Cáritas; que los déficits sociales han aumentado peligrosamente en el ámbito de los inmigrantes, los jóvenes, la mujer y los mayores de 50 años… y que las alternativas que se proponen a todo esto es que se hable de menos salarios y más productividad, de más precariedad laboral con la quiebra de la negociación colectiva, de reducción del gasto social, de la privatización de los servicios públicos, de la incapacidad de la política y de lo público. Claro, también es verdad que desde la complicidad del bipartidismo imperante que, incapaz de aportar alternativas y contribuyendo al descrédito y al desánimo con enfrentamientos continuos ante la opinión pública, se ha convertido (la derecha y la socialdemocracia que ha renunciado a la defensa de sus principios) en cómplice de lo que está pasando, ejecutando sin dilación todas las medidas que se le impone.
Según el Eurostat, el gasto social en España (sanidad, protección social y educación) está situado en un 25,3%, siete puntos menos que la media de la UE (32,6%), por delante solo de Portugal. Para Urie Bronfenbrenner, "la familia es el sistema más efectivo y económico para fomentar y mantener el desarrollo del niño. Sin la implicación familiar, cualquier intervención es probablemente un fracaso". Fernando Vallespín afirma que "allí donde hay miedo al futuro no puede haber, sin embargo, un lugar en el que los jóvenes puedan desplegar todo el potencial que atesoran". Este año, el presupuesto destinado a la educación en este país se ha reducido en 1.800 millones de euros con respecto al año anterior y el informe PISA nos vuelve a poner a la cola de casi todos los parámetros educativos… Por eso, hoy más que nunca, las instituciones públicas, la política y los políticos, los intelectuales, los profesionales de la educación y las ciencias sociales, la familia, los hombres y las mujeres que conformamos una sociedad mayoritariamente pasiva, los jóvenes inconmovibles, todos, tenemos la obligación de abandonar los miedos, el pasotismo, para rearmar esta democracia que no tiene sentido si no está anclada en valores.
Frente al desarrollismo, el economicismo sin límites y el neoliberalismo devastador del humanismo y la naturaleza, debemos profundizar en todos aquellos aspectos que, desde la igualdad, la solidaridad, la educación, la formación, la responsabilidad, el compromiso, la educación en valores…, nos lleven a implantar un sistema que distribuya no solo la riqueza sino también unas posibilidades de desarrollo personal y comunitario equilibradas e iguales para todos.
Desde la comunidad local nos enfrentamos cada día a nuevos retos para, en un contexto social cada vez más complejo, hacer posible el ejercicio de las responsabilidades que nos corresponden. Nuestra obligación y compromiso deben ser el facilitar las herramientas necesarias para establecer objetivos y estrategias encaminadas a promover espacios para acompañar a la familia y a la escuela en la aventura de crecer y en el desafío de educar.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes.