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| Manuel Rebollo y Miguel Suárez en el Museo de la Zafra, en Vecindario |
Efe
La historia de la exportación del tomate de Canarias, que cumple 125 años, rebate el tópico de la falta de iniciativa empresarial en el archipiélago, al revelar a muchos emprendedores que probaron su dinamismo y hasta cambiaron la demografía de las islas, según un reciente estudio.
La historia de la exportación del tomate de Canarias, que cumple 125 años, rebate el tópico de la falta de iniciativa empresarial en el archipiélago, al revelar a muchos emprendedores que probaron su dinamismo y hasta cambiaron la demografía de las islas, según un reciente estudio.
Iniciado en 1885, el negocio
del cultivo y envío a territorios europeos de los tomates isleños arrancó con
operadores británicos que comerciaban solo con su país, pero cuyo testigo tomaron
con el tiempo empresarios canarios que no dudaron, a fin de garantizar sus
intereses, en asentarse en Reino Unido, primero, y también en Holanda, más
adelante, explican los responsables del estudio.
"Un exportador, por
pequeño que fuera, producía sus tomates, se hacía cargo él mismo de su envío
por mar y hasta de venderlos en destino", con lo que en épocas pasadas
llegó a haber "más de setenta representantes en Londres o en
Rotterdam" trabajando para cosecheros isleños, relata el investigador
Manuel Rebollo.
Doctor en Geografía e Historia,
Rebollo es autor "Cultivo y exportación del tomate en Gran Canaria",
una documentada tesis sobre la actividad que transformó la demografía de la
isla.
De hecho, las plantaciones que
comenzaron a desarrollarse para vender tomates al Reino Unido, en el marco de
una actividad exportadora que dominaron de manera casi hegemónica hasta el
primer tercio del siglo XX empresarios ingleses como Swamston, Fyffe, Leacock,
Jones o Miller, llevaron a muchos agricultores a trasladar su residencia a
nuevas zonas.
Ese movimiento, que se producía
desde las tradicionales zonas agrícolas del interior de Gran Canaria hacia
otras más cercanas a la costa donde se daba mejor el cultivo del tomate, hizo
que aumentaran de forma significativa los habitantes de varios núcleos humanos
e incluso que surgieran otros antes inexistentes, sobre todo, según rememora
Rebollo, en los años treinta del siglo XX.
En esa época lugares cercanos a
la carretera general del Sur fueron acumulando viviendas gradualmente, dando
origen ese fenómeno al surgimiento de enclaves como Doctoral, Cruce de Sardina,
Castillo del Romeral, Tablero, Cruce de Arinaga, Las Rosas, Montaña los Vélez,
Las Puntillas, o Carrizal, detalla el investigador.
El director de la tesis de
Rebollo, el profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria Miguel
Suárez, subraya además que el del tomate es un negocio que "comienzan los
extranjeros pero para ser sustituidos luego por los canarios, que aprenden, en
contra de eso que se dice de que en Canarias no hay empresarios.
Habría que ver de qué
tipo son, porque son pequeños empresarios que se hacen a sí mismos",
matiza el docente, que, no obstante, insiste en que son un colectivo que
"es importante estudiar, porque suponen una aportación decisiva" a un
sector que constituye "un aspecto fundamental de la economía y la sociedad
canarias".
Se refiere a empresarios como
Diego Betancor, Bruno Naranjo, Moisés Rodríguez, Aquilino Marrero o Juliano
Bonny Gómez que ya tenían un nombre en el sector a finales de la década de los
treinta.
Esta tesis doctoral, que en
breve se transformará en un libro titulado "El tomate en Gran Canaria:
cultivo, empresa, aparcería y exportación", destaca también el importante
número de trabajadores a los que llegaron a dar empleo, puesto que solo en esa
isla "llegan a vivir del tomate, en las épocas del 'boom', más de 30.000
personas".
Miguel Suárez no desea, en todo
caso, que se olvide que la de la exportación del tomate, un negocio todavía
vigente e importante en el archipiélago, ha sido una historia con luces y
sombras, en tanto en sus momentos de mayor auge dio lugar a "un sector
empresarial dinámico, pero también a una explotación muy grande de la mano de
obra", con "relaciones de producción que eran a veces duras".
De la historia y peripecias de
quienes convirtieron el cultivo de plátanos, tomates y otras hortalizas en un
pujante negocio internacional, se conservan aún abundantes testimonios, y no
solo en Canarias. Basta con pasearse hoy por uno de los barrios de negocios más
cotizados de Londres y preguntarse por qué se llama "Canary Wharf".
