Antonio Morales*
Durante el mes de agosto, el “guardián
de la democracia, la libertad y el libre mercado” de Occidente se entregó en
cuerpo y alma a justificar la necesidad de un ataque al gobierno de Al Asad en
Siria. Desde esa fecha, los medios de comunicación internacionales no han
dejado de hacerse eco de los preparativos de una intervención para acabar con
una guerra fratricida que, ¡qué casualidad!, está poniendo en riesgo el control
del petróleo de la zona, la seguridad de Israel y el dominio estratégico de
Arabia Saudí y que, además, tiene visos de afianzar el poder en esa franja de
China y de Rusia.
Para justificar una intervención “de
carácter humanitario y de restauración de la democracia” que no responde sino a
intereses económicos y geopolíticos (resulta paradójico que sea de la mano del
integrismo más cruel y de los sátrapas de Arabia Saudí), pronto irrumpen en
escena unas imágenes atroces de seres humanos asesinados con armas químicas,
probablemente gas sarín, que EEUU atribuye de inmediato al gobierno sirio. Dado
el antecedente de la guerra de Irak, la comunidad internacional no termina de
creérselo y Rusia pide pruebas fehacientes que no aparecen.
De espaldas a la ONU, EEUU va
tejiendo una red de apoyos que repite los viejos esquemas de Afganistán, Irak y
Libia y no duda en recurrir a las amenazas y las mentiras. Pronto se bajan los
pantalones Europa y el gobierno de Mariano Rajoy, que da su visto bueno de
espaldas al Parlamento y a la opinión del 96% de los españoles que rechaza la
participación española en un ataque a Siria sin la ONU; para colmo, como el
presidente español actúa con cobardía y no se atreve a anunciarlo, nos tenemos
que enterar a través de un comunicado de la Casa Blanca. Y aparece también uno
de los halcones del trío de las Azores, Tony Blair, para decirnos que “tenemos
que estar en el bando de quienes rehúyen la tiranía y la teocracia”, (¿de quiénes?
¿de Al Qaeda y los sauditas?) sin citar que en ninguno de los lugares de la últimas
guerras señaladas se ha impuesto ninguna democracia y si el terror y la
barbarie. Nos pide que abandonemos los argumentos morales y nos fijemos solo en
los intereses mundiales que no son otros que los que este socialdemócrata de la
Nueva Vía neoliberal defendió desde la mentira de la presencia de armas de
destrucción masiva en Irak. Y obvia, claro, que Londres exportó a Damasco en
2011 productos químicos como el fluoruro sódico, uno de los elementos usados
para la fabricación del gas sarín. Y se suma, obviamente, Hollande, fiel
seguidor del modelo socialdemócrata francés de apoyo al colonialismo en África
que tan bien supo defender el gran Mitterrand.
En vísperas del 11-S, el
presidente Obama, distinguido paradójicamente con el Nobel de la Paz, que sigue
manteniendo lugares como Guantánamo, donde se aplica la tortura y la prisión
preventiva sine die, sin la intervención de la justicia ni de ningún tipo de
control, se pone de lado de los integristas que perpetraron el magnicidio de
las Torres Gemelas. Con el argumento de la defensa de la democracia no duda en
apoyar igualmente a Arabia Saudí, que financia al integrismo más radical por
todo el mundo y que aplica una política feudal en su emirato. Con la excusa del
gas sarín, probablemente otra mentira fabricada ex profeso, y ante el temor de
que sea el régimen oficial quien gane la guerra, deja de lado los más de cien
mil muertos y más de dos millones de refugiados que se han producido hasta
ahora y los medios con que han sido asesinados. Soslaya que ha sido EEUU quién
más ha utilizado las armas químicas, como en Vietnam o Camboya, las bombas
racimo y las armas nucleares y se dispone a intervenir en una guerra que puede
acarrear terribles consecuencias y que, como dice Hans Blix, ex Inspector Jefe
de Armamento de la ONU para Irak, “el ataque de los arsenales podría propagar
los agentes tóxicos en la zona”. Y aunque ahora la presión de Rusia y de los
ciudadanos americanos le haga mirar hacia la ONU y la diplomacia, dejando con
el trasero al aire a los seguidistas de siempre, lo cierto es que su espíritu
de “vigía de las esencias democráticas” se mantiene intacto.
Lo decía recientemente Hans Blix:
“EEUU, sea con Obama o con Bush, no es la policía del mundo”. Pero se lo creen.
Es lo que Tzvetan Todorov ("Los
enemigos íntimos de la democracia". Galaxia Gutenberg) califica como mesianismo
político. Para este historiador y pensador búlgaro-francés, en la historia
europea este mesianismo ha atravesado varias etapas. Las guerras
revolucionarias y coloniales empiezan con la Francia de
1789 que pide que se exporte a
todas partes la fraternidad. Por la fuerza de las armas si es preciso. Destruir
al enemigo no es un inconveniente sino un deber moral. Danton afirmaba que “el ángel
exterminador de la libertad derribará los satélites del despotismo”. Más tarde
Napoleón sigue por los mismos derroteros desde el afianzamiento de un
sentimiento de superioridad, llevado por la creencia de que se está en la cima
de la civilización: “las conquistas de un pueblo libre mejoran la suerte de los
vencidos, reducen el poder de los reyes y aumenta la Ilustración”. Condorcet
llamaba a combatir “la inmensa distancia que separa a estos pueblos (los más
ilustrados) de la servidumbre de los indios, de las barbaries de las tribus
africanas y de la ignorancia de los salvajes”. Y así Inglaterra se decide a ir
a por la India, Napoleón a por Egipto y Argelia…Y se reparten Asia y África…
Más tarde, después de la
experiencia comunista en la que la existencia de la burguesía no es compatible
con la sociedad, lo que lleva a los extremos de la justificación de la toma de
decisiones despóticas de la mano de gente como Mao o Pol Pot, nos adentramos, nos dice el autor, en una época en la que se justifica la imposición de la
democracia y los derechos humanos con bombas. Siguiendo el principio del “derecho
a la injerencia” de Francia en Ruanda en 1994, en 1999 la OTAN interviene en
Yugoslavia y dejó detrás un mundo de grupos de mafiosos y de persecución a los
serbios. Y después, la invasión de Irak por EEUU y sus aliados siguiendo un
documento publicado por la Casa Blanca (La estrategia de seguridad nacional de
los Estados Unidos de América) que dice que “la libertad, la democracia y la
libre empresa” son sus valores primordiales y su obligación es imponerlos en
todo el mundo, si es necesario por la fuerza. EEUU se siente orgulloso de la
responsabilidad de imponer su voluntad al resto del planeta y afirma que “actuaremos
activamente para llevar la esperanza de la democracia, del desarrollo, del
libre mercado y del libre comercio a todos los rincones del mundo”. Por
supuesto, la guerra de Afganistán consiguió al final el efecto contrario.
Bombardeos indiscriminados, centros de retención y tortura y el apoyo a
dirigentes corruptos.
En el discurso que Barak Obama
leyó el día que recibió el premio Nobel defendía la intervención armada en un
país “en caso de legítima defensa, si la fuerza que se emplea es proporcional y
si se deja al margen a la población civil”. Palabras. Nada de eso se cumple.
Pone siempre por delante la que considera su misión de “garantizar la seguridad
mundial”, es decir hacer de policía de la humanidad. De la autodefensa al
mesianismo. Y aclara que se puede llevar a cabo de manera preventiva. En marzo
de 2011, legitimó la intervención en Libia porque EEUU “es el garante de la
seguridad mundial y el defensor de la libertad humana” y debe “prevenir los
genocidios, asegurar la seguridad de la zona y mantener la libertad de comercio”.
El sometimiento de la soberanía nacional de un país al del gobierno universal profundiza
en la desigualdad al legitimar a los estados más poderosos para hacer lo que
quieran en su casa y en las de los demás. Y para controlar los desmanes y los
desafueros de las grandes potencias ni sirve la ONU ni los tribunales
internacionales.
Lo expresó
muy bien Pascal: “el que quiere hacer de ángel hace de bestia”. No es ni más ni
menos que lo que está pasando con Siria. Puro mesianismo cargado de intereses.
Por lo pronto, el precio del petróleo y las ganancias de las multinacionales
energéticas sigue subiendo y las Bolsas se preparan para aumentar sus ganancias
tal y como sucede tras cada contienda. Y los sirios no vivirán en democracia de
ninguna de las maneras.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes. (www.antoniomorales-blog.com)