
Antonio Morales*
El PSOE ha vuelto. Como el turrón, ha decidido volver casi por Navidad. Acuciado por las luchas intestinas, las
demandas de primarias y los malos resultados en los sondeos, el partido
socialista convocó, a la desesperada, una Conferencia Política para vendernos,
una vez más, las bondades izquierdistas e ilusionantes de un proyecto político
sustentado en un bipartidismo agotado y rechazado cada vez más por la ciudadanía.
No es la primera vez que monta una estrategia que le ha dado buenos resultados.
Lo hizo tras la última etapa de un felipismo cada vez mas escorado a la derecha
tras cantarnos las excelencias de la OTAN y abrazar el modelo neoliberal
renunciando al marxismo, privatizando empresas públicas y desmantelando la
industria estatal, enfrentándose a los sindicatos al poner en marcha medidas
regresivas contra los trabajadores, puenteando el Estado de derecho a través de
los GAL e implantando la cultura del pelotazo que hizo aflorar toneladas de
corrupción. Lo hace ahora tras el zapaterismo que, en su última etapa, se
entregó de lleno al capitalismo más salvaje con reformas laborales, recortes de
salarios, indultos a banqueros, congelando las pensiones y propiciando la
modificación urgente de la Constitución para cargar con la deuda,
fundamentalmente privada, contraída con los mercados.
Hace apenas un año, la
vicesecretaria general socialista Elena Valenciano afirmaba públicamente que su
partido debía huir, después de su última derrota electoral, de la “cuevita de
la izquierda” que “nos aleja de la mayoría, que es donde hay que estar”, y Ramón
Jáuregui salió en su apoyo afirmando que su organización no ganará votos dando
respuestas más contundentes que Izquierda Unida sino desde una oposición
colaboradora. Hoy ella acaba de afirmar que de la Conferencia Política “saldrá
un PSOE más rojo, más morado (feminista) y más verde (ecologista)” y él que “el
mundo cambia tanto y tan rápido que la izquierda debe ser capaz de renovar sus
propuestas (…) y queremos hacerlo desde una izquierda renovada con vocación de
mayoría social”. Y se lanzan a hablarnos de laicidad, tasas a los bancos,
reformas fiscales, impuestos sobre la riqueza, introducción de conceptos en la
Constitución, lucha contra la corrupción y contra el fraude, etc. Es lo que
llaman “renovar el mensaje”. Pero son medidas que nunca adoptaron cuando
gobernaban o que incluso rechazaron cuando las pudieron aplicar y, por
supuesto, huyen como gatos escaldados de la reforma del sistema electoral
profundamente antidemocrático que existe en la actualidad, de alcanzar la
separación real de los poderes del Estado, de regular la financiación de los
partidos, de nacionalizar lo que se malvendió en su día, de revisar el papel de
la monarquía, de cuestionar el sistema económico…
Para la regeneración de la
democracia se necesita mucho más que la renovación de un mensaje. Como apunta
David Trueba: “a la rosa que pintan los socialistas le faltan las espinas para
defender la casa”. Por cierto, apenas un día después de la Conferencia, el PSOE
unió sus votos al PP en el Parlamento español para aprobar los fondos
destinados a la Casa Real, desoyendo el sonoro abucheo de sus bases y de un
montón de gente que cree y confía de buena fe en un partido socialista rearmado
de valores de izquierda. Para dejar las cositas claras y en su sitio, Felipe
González se apresuró a aclarar que él es “moderado” y que no es rojo sino rosa.
También Bono saltó a la palestra afirmando que las emociones puntuales de un
acto como la Conferencia no están para ser aceptadas mansamente y que es
preferible que el PSOE se entienda antes con el PP que con IU.
Cada vez son menos los ciudadanos
que confían en que el tandem PSOE-PP nos saque de la situación en la que nos
encontramos. Cada vez son más los que están convencidos que estos dos partidos
han entregado la soberanía del Estado a los “mercados”, que la política y la
democracia en sus manos ya no dan respuestas a las necesidades de la población
(Montilla dijo recientemente a Évole que “la política de hoy tiene una tremenda
limitación para solucionar los problemas de la gente”); que no plantan cara a
las desigualdades crecientes, a las pérdidas de derechos y libertades, que han
pactado un sistema de alternancia excluyente e inmovilista (partidocracia lo
llama Flores d’Arcais), que tiene clarísimo qué temas son los que se pueden
tocar y cuáles no (en el Parlamento europeo, los eurodiputados españoles del
PSOE han votado en los últimos cinco años en un 69% lo mismo que los del PP)…
Y no es solo un problema de España,
ni de los socialistas españoles. La socialdemocracia se muere en toda Europa.
Su papel de cara amable del capitalismo ha terminado por desmoronarla. Ha
claudicado y se muestra incapaz de dar respuestas a la globalización y al
empuje del neoliberalismo. Para Susan George, “el auténtico triunfo del
neoliberalismo es que los socialdemócratas, a quiénes prefiero llamar
social-liberales, han acompañado cada paso en el camino emprendido por la
derecha. Confrontados en una elección entre el original y una copia ligth, la
gente elegirá el original”. La socialdemocracia alemana se hunde cada vez un
poquito más y tras descartar “ahora y en el futuro” un pacto con la izquierda
se lanza a los brazos de Ángela Merkel; en Holanda acaban de abogar por
sustituir el estado de bienestar por una cosa que llaman “sociedad
participativa, donde todo el que pueda debe hacerse responsable de si mismo y
del medio en el que vive”. Se acabó el Estado que procura la igualdad y la
justicia social. Que sobreviva el más fuerte; en Francia, Hollande plantó cara a
Sarkozy y vendió un proyecto alternativo de izquierdas, de cambio, que trajo
esperanzas a todo el continente. Hoy no produce sino decepciones, paro,
recortes, presión fiscal a los más débiles y una peligrosa cercanía a las
posiciones racistas y xenófobas de la extrema derecha; en Suecia, Austria,
Grecia, Portugal, Italia, Inglaterra, donde se inventaron una Tercera Vía para
abrazar el neoliberalismo, el deterioro de la izquierda socialdemócrata es
brutal. Por cierto todos los postulantes de ese tercer carril (Blair, Schröder,
González…) están hoy al servicio de grandes multinacionales.
Para Zygmun Bauman ("Esto no es un
diario". Paidós), “la política de los partidos socialdemócratas se ha articulado
a partir del principio de que aquello que vosotros (el centro derecha) hacéis,
nosotros (el centro-izquierda) podemos hacerlo mejor”, se olvidan de que “la
gravedad de la crisis tal vez sea el resultado de la intensidad de la
desregulación, pero la dureza y la acritud de sus efectos humanos continúan
estando firme y tenazmente controladas por el factor de clase”.
A la complicidad de la derecha
con el neoliberalismo y a la incapacidad de la socialdemocracia para plantarle
cara, solo cabe la alternativa de apuntalar un movimiento político plural,
amplio, de izquierdas, capaz de provocar una ruptura. No cabe sino romper las
ataduras con un modelo anquilosado y hacer posible un pensamiento político
competente para proponer y ejecutar alternativas; que convoque un amplio
consenso social entre los obreros y las clases medias y que, como nos propone
Tony Judt, obligue a los intelectuales a discrepar y dar la cara. A proteger
valores que vayan más allá de la rentabilidad. A no romper con el compromiso de
la salvaguarda de lo público, la política y las instituciones democráticas. A
no renunciar a la justicia social y fiscal, a la distribución de la riqueza, la
igualdad y el bienestar. A defender mayor libertad para todos. A volver a los
ideales colectivos y a una moral que los trascienda. A participar, implicarnos
y decidir. A romper el miedo a ser señalados como antisistemas y radicales por
plantear alternativas.
Como dice Josep Ramoneda ("La izquierda
necesaria". RBA), “el discurso que afirma que no hay alternativa, el cual se
desplegó en occidente a partir de la década de 1980, es letal para la
democracia, además de ser una estupidez en sí mismo", como nos recuerda Hans
Magnus Enzensberger: “es una injuria a la razón”, “es la prohibición de pensar”,
“no es un argumento, es un anuncio de capitulación”.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes. (www.antoniomorales-blog.com)