
Fernando T. Romero*
Al llegar un nuevo año,
siempre es bueno hacer balance de lo ocurrido en los últimos doce meses, así
como plantear un diagnóstico o buenos deseos para el año recién estrenado. Sin
embargo, la actual crisis supera con creces el último año para prolongarse ya a
un lustro. Haciendo un apresurado balance de los últimos años, lo primero que
observamos es que el Estado de bienestar se ha difuminado en nuestro país, de
tal manera, que para muchos ciudadanos ya no existe.
Desde que en Estados Unidos
cayó la compañía de servicios financieros Lehman Brothers y estalló la burbuja
inmobiliaria, España comenzó inmediatamente una carrera sin control en la
multiplicación de las cifras de desempleo, a la vez que se recortaba sin
discriminación ni escrúpulo alguno en el gasto social (educación, sanidad,
prestaciones por desempleo, servicios sociales).
El número de desempleados
en España ha pasado de 2,1 millones en 2008 a casi 6 millones. Nuestro país se
ha situado a la cabeza de Europa en la tasa de desempleo, detrás de Grecia.
A pesar del autobombo del
gobierno por la mínima reducción del desempleo coincidiendo con las fechas
navideñas, lo cierto es que, según datos de la oficina estadística europea
Eurostat de noviembre de 2013, la tasa de paro de la zona euro se mantenía en
el 12,1%, pero en España el desempleo alcanzaba el 26,7%. Y, además, la tasa de
paro española de menores de 20 años era la más elevada (57,7%). O dicho de otra
manera, España tenía cinco de cada diez jóvenes en paro de la Unión Europea.
El enorme deterioro de las
condiciones de vida se ha extendido también a los que mantienen su empleo, ya
que los salarios reales se han reducido un 7% en los últimos tres años y el PIB
real por habitante ha retrocedido a niveles de hace una década. De ello se
deduce que ni siquiera tener un empleo garantiza a los ciudadanos salir del
agujero en el que nos encontramos.
Y por si fuera poco, al
decir de Martin Mckee, uno de los responsables de una encuesta de la Escuela de
Salud Pública de Londres, el riesgo combinado del desempleo y las dificultades
para pagar la hipoteca ha dejado su huella en la salud de muchos ciudadanos,
habiendo aumentado en un tercio los problemas de salud mental (depresión,
trastornos psicosomáticos, ansiedad, problemas de alcoholismo).
Por otra parte, la
importante destrucción de masa salarial unida a la pésima distribución de la
riqueza, ha provocado un enorme crecimiento de la desigualdad que se ha
centrado con dureza en la clase media.
Ante este panorama, José
García Montalvo, profesor de Economía de la Universidad Pompeu Fabra, ha
manifestado que “en algunos indicadores, como el empleo en la construcción,
estamos a niveles de 1994; en otros, como la sanidad o la educación, en 2004 ó
2005. Yo creo, continúa el profesor, que, mirando el conjunto, podríamos decir
que España ha retrocedido a 2003”.
Y, según las optimistas
previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), a España le queda otro
lustro (5 años) para volver al nivel de actividad previo a la crisis. Sin
embargo, los cálculos, quizá más realistas, hace un año de algunas ONGs
(Unicef, Médicos del Mundo, Intermón Oxfam y Cáritas) y el de un reciente
estudio de la consultora PricewaterhouseCoopers han concluido que se tardarán
dos décadas (20 años) en recuperar el nivel de empleo previo a 2008 y, en
general, el nivel de bienestar perdido.
Paul Krugman, Premio Nobel
de Economía, insiste en que el estancamiento de los salarios es la razón por la
que la pobreza resulta tan difícil de erradicar. Sin embargo, el presidente
Rajoy, “atendiendo al bien general” mantiene congelado el salario mínimo
interprofesional (SMI) en 645,30 euros desde diciembre de 2011. Junto a esto,
el propio presidente, a coro con los grandes empresarios, nos dice que 2014 será
el año de la recuperación.
Por otro lado, el
incremento de los precios ha sido del 1,75%, pero las pensiones sólo aumentan
un 0,25%, por lo que los pensionistas han perdido un 1,5% de su verdadero poder
adquisitivo, ya que desde el presente año las pensiones no supeditan sus
incrementos a la evolución de los precios. A ello se añade que el copago de
medicamentos en hospitales ya es un hecho en nuestra tierra a pesar de las
reticencias autonómicas.
Aunque la demanda de
electricidad lleva varios años en caída, colocándose en el nivel de 2005, sin
embargo, la factura de la luz ha subido inicialmente un 2,3%; pero los cálculos
más optimistas aseguran que en el conjunto del presente año podría alcanzar un
incremento entorno al 8%.
Las ventas de coches en
2013 han aumentado (con ayudas públicas), pero así y todo se sitúan a niveles
de 1986. El tráfico en autopistas en territorio peninsular ha caído un 33%
desde 2006, para situarse en niveles de los años 90. Además, se nos ha
anunciado una segunda reforma laboral. Y así, sucesivamente…
A la vez, como consecuencia
de todo lo anterior, en el ámbito social y político, observamos que este
permanente ataque a los ciudadanos, el paro masivo y la elevada desigualdad
alimentan la xenofobia y el populismo a niveles de verdadero riesgo.
Los responsables políticos,
mientras tanto, permanecen insensibles a la realidad social, a pesar de sus hipócritas
y lastimeras declaraciones, y no ceden nada en sus privilegios, lo que
constituye una auténtica provocación para la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Así las cosas, lo cierto es
que ahora somos más pobres y, además, también más desiguales. ¿Ustedes creen,
como dice Rajoy, que 2014 será para los ciudadanos el año de la recuperación?
Yo tampoco.
*Fernando T. Romero es miembro de la Mesa de Roque Aguayro.