Jesús Vega*
El pasado
domingo, en la misa, pregunté a los niños qué les gustaría ser de mayores.
Quince levantaron la mano para afirmar, muy seriecitos, que quieren ser
profesores. Cuatro dijeron que les gustaría ser médicos y hasta
hubo dos, un niño y una niña, que se apuntaron a ser cura. Me extrañó
y me alegró la decisión de la niña al levantar la mano, pero también me pareció
raro que nadie soñara con ser carpintero, albañil, enfermera, fontanero o panadero
y mucho menos agricultor. Vaya usted a saber de qué se alimentará
la gente dentro de quince años cuando todos estos chicos de mi parroquia
sean médicos y profesores y no se encuentre a nadie que plante papas ni
amase el pan. Y vaya usted a saber dónde se encontrarán curas para atender a
todos los pueblos, a no ser que en el futuro se tenga en cuenta la mano
levantada de la niña que quería serlo.
En mis tiempos de seminario había un eslogan que se repetía mucho: "Dios llama
siempre, Dios sigue llamando". Y debe ser así, aunque tal vez la voz de Dios se
oiga ahora menos, ya que nuestros seminarios están atravesando un tiempo de
gran sequía.
El Papa decía hace unos meses: "Que este nuevo año constituya una ocasión propicia para profundizar
en el valor y la importancia de la misión sacerdotal y para pedir al Señor que
le dé a su Iglesia el don de numerosos y santos sacerdotes".
Y aunque es escasa la cantidad de curas, ahora lo digo yo, no el Papa, tal vez
tendríamos que valorar más si la calidad es buena. Ojalá hubiera muchos y
santos sacerdotes como dice el Papa. Pero a falta de cantidad, que al menos
seamos buenos pastores. Hay una señora del Toscón, en la zona de Tamaraceite,
que me llama con frecuencia y me dice que no hay un solo día que no pida
a Dios por todos los sacerdotes y que, además, nombra uno a uno a todos los que
ella conoce.
A lo
mejor, cuando hablamos de la vocación, habría que afinar más y no empeñarnos en
decir solamente que hace falta curas. Lo que necesitamos con mayor urgencia es
que haya cristianos comprometidos. Cristianos que se impliquen en el mundo de
la educación y estén presentes en la actividad de la vida ordinaria. Cristianos
en los carnavales y en las ONG que trabajan por Haití o cualquier actividad
solidaria. Cristianos comprometidos en los medios de comunicación y en los
centros hospitalarios y en la política. La respuesta a la vocación a la
vida cristiana de cada uno es lo que puede servir de palanca para que este
mundo sea más justo.
Este
próximo domingo tal vez pueda hacer la misma pregunta a los niños que
participan en la eucaristía familiar. ¿Qué te gustaría ser de mayor?
Me
responderán otra vez que quieren ser profesores, médicos o policías. Y yo pediré
a Dios lo mismo que el Papa pedía para los sacerdotes. Que sí, que haya
maestros, fontaneros, albañiles y aparceros: que sean numerosos y santos
profesionales.
¿Y
si la niña del otro día vuelve a levantar la mano diciendo que quiere ser cura?
Bueno, si levanta la mano… ya me pensaré qué responderle. Tendré que preguntárselo
al Señor. Porque primero tendrá que ser una buena cristiana…, y después ya
veremos. Está claro que Dios sigue llamando, no sólo para ser cura, sino sobre
todo, para que seamos buenas personas, honradas, trabajadoras, alegres, amables…
y seguidores de Jesús. Es la vocación a la vida cristiana que encaja con
cualquier profesión.
Gracias, niños de mi parroquia que me ayudan a pensar y a
rezar.
*Jesús Vega es párroco de Cruce de Arinaga y Playa de Arinaga. (www.parroquiasdearinaga.com)