22 de noviembre de 2014

Opinión: "Cataluña tras el 9-N: ¿y ahora qué?"

Sábado, 22 de noviembre.

Fernando T. Romero*
Finalmente la consulta light del 9-N se celebró. Sin embargo, Rajoy en su primera comparecencia pública tras la jornada electoral, aseguraba que había cumplido su promesa de que el 9-N no habría consulta en Cataluña. Y, además, a continuación utilizaba las cifras de la votación para manifestar que se había producido un gran fracaso del soberanismo. Y tanto insistió en ellas que acabó dando credibilidad a los resultados de una elección que para él no había existido. Está claro que toma a los ciudadanos por tontos. Así es el presidente de todos los españoles.
Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y Cataluña fue una gran fiesta popular, en la que participaron unos 2,3 millones de catalanes que expresaron su apoyo al derecho a decidir. Y de éstos, una gran mayoría, además, dio su apoyo a la independencia. Y todo ello, a pesar de la prohibición del Tribunal Constitucional, de las amenazas y dificultades de toda índole provenientes del entorno del gobierno del PP en los días previos: “la consulta no se celebrará”, “la ley está para cumplirse”, etc. Y la evidente escasez de controles democráticos de la consulta, solo es atribuible al gobierno de Rajoy que los impidió, escondiéndose detrás de los tribunales.
¿Y cuál ha sido la reacción posterior? En lo que se refiere a Rajoy y al PP, víctimas de su propia impotencia e ineficacia, se han enfadado mucho. Han descalificado la movilización del 9-N reiterando el largo repertorio de improperios al que ya nos tienen acostumbrados: fraude, pucherazo, ridículo, acto inútil y estéril, etc. Insisten en que todo fue un fracaso y lo expresan con mucho enfado y rabia. Y uno piensa que si fue un fracaso y no ha servido de nada ¿por qué les ha sacado tanto de sus casillas? ¿Y por qué las centrales mediáticas más conservadoras afines al gobierno han censurado severamente a Rajoy por haber permitido el 9-N? ¿Y por qué el propio gobierno del PP ha tratado de satisfacerles presionando a la fiscalía contra Artur Mas?
En lo que se refiere al presidente Mas, se le ha visto crecido a pesar de su natural autocontrol. Se le ha notado satisfecho y hasta eufórico, pues es perfectamente consciente de haber ganado una partida envenenada y casi imposible. Se siente fuerte y, tras el 9-N, ha recuperado buena parte de la iniciativa y del peso político perdido entre los suyos en las semanas anteriores. Ahora tiene ante sí dos opciones: anticipar las elecciones catalanas para principios de 2015 o esperar a 2016 y observar primero el futuro de Rajoy tras las elecciones generales. Artur Mas ha sabido capitalizar el éxito del seudoreferendo y políticamente se ha venido arriba, por lo que, pase lo que pase, el camino se le presenta ahora mucho más fácil.
Por otra parte, uno considera muy importante subrayar que la convocatoria del denominado “proceso participativo” del 9-N se celebró, pese a la desautorización explícita del Tribunal Constitucional, ya que los poderes públicos no impulsaron ningún requerimiento para asegurar el cumplimiento de la ley. Por ello, el principio de legalidad, tan aireado por el PP en los días previos, finalmente no lo aplicó. Y es que el Gobierno siempre ha utilizado la legalidad para eludir la toma de decisiones políticas. Y ahora lo que tocaba ineludiblemente era decisión política a cara descubierta, pero tampoco se atrevió. Está visto que al PP en el tema de Cataluña, políticamente, toda la fuerza se le va por la boca.
Y esta debilidad del ejecutivo contrasta con una pretendida querella que constituye un grave error político, otro más, solo para satisfacer a los sectores más intransigentes del PP. En este sentido es significativo lo que ha escrito el Director de El Periódico: “Si el diálogo político se dirime en los juzgados, si la oferta al discrepante es la inhabilitación, la desconexión afectiva de muchos catalanes con la actual España se hará del todo irreversible”. Y la entidad antisoberanista Societat Civil Catalana (SCC) ha censurado también la “judicialización de la política” para intentar resolver el conflicto catalán.
Uno considera también que si la fiscalía lleva la votación del 9-N a los tribunales, estará reconociendo el rango de consulta real a lo que fue un simulacro y permitiría al presidente de la Generalitat asumir el papel de mártir.
Por otra parte, para justificar las descalificaciones tras el 9-N, el PP no ha sido objetivo y ha recurrido a una interpretación interesada de los datos. Veamos: la abstención sobre el censo electoral (6.200.000 votantes) fue del 64%, acudiendo a votar el 37% (2.300.000 votantes); el voto independentista se redujo al 29% (1.800.000 votos) del mencionado censo, pero superó el 78% de los que acudieron a votar. Y el 22% de los que votaron dijeron no a la independencia.
Sin embargo, se nos oculta que, normalmente, en cualquier elección, suele darse una abstención en torno al 30% del censo. Y concluimos que si el voto independentista solo obtuvo el apoyo del 29% del censo, siendo objetivos, tenemos que resaltar que el PP gobierna con mayoría absoluta en este país con el 28% de los votos del censo electoral español y nadie se rasga las vestiduras por ello, ni habla de una “minoría inútil y estéril”. Aplicando su propio rasero al valorar el resultado del 9-N, el 72% de los españoles estarían en contra del PP.
Terminamos la presente reflexión con algunos apuntes de Josep Ramoneda en El País: “El 9-N confirmó que las relaciones de fuerza indican que ni el soberanismo tiene capacidad para romper unilateralmente con éxito de España ni el Gobierno español es capaz de neutralizar al soberanismo catalán”. Y continúa, “Quitarse de encima a un adversario por inhabilitación judicial constituye la demostración de que hay algo peor que equivocarse de estrategia: no darse cuenta de que ha fracasado”.
Y ahora desde Australia, Rajoy declara que va a visitar Cataluña más a menudo para intentar frenar el independentismo. O sea, que después de tantos años provocando el incendio como un pirómano convencido, dos semanas después de la “no votación” del 9-N, se convierte en bombero. ¡Vamos, seguro que convencerá a muchos catalanes!
Sin embargo, está claro que la situación política en Cataluña y la posibilidad de que pueda separarse de España no deja a nadie indiferente. También es verdad que un 80% de los catalanes manifiestan que desean ejercer el derecho a decidir la forma de encajar Cataluña con el resto de España. Y quieren hacerlo mediante referéndum. Pero ese deseo de participación activa y directa en los grandes asuntos, no es exclusivo de los catalanes ni tampoco se debe identificar, sin más y exclusivamente, con la independencia.
También uno está convencido de que esta exigencia de los ciudadanos de participar directamente en asuntos importantes que le afectan, irá creciendo en los próximos años en todo el país y las consultas populares, tarde o temprano, acabarán siendo tan comunes como las propias elecciones.
¿Y ahora qué? Pues, aparte del reforzamiento político de Artur Mas entre los suyos, nada nuevo bajo el sol, pues el PP continúa en su inmovilismo habitual, escudándose en la fiscalía y en los tribunales para justificar su carencia de iniciativas e inhibirse de sus responsabilidades políticas, no tomando decisiones en Cataluña como gobierno de España.
Por último, expresándonos en términos futbolísticos concluimos que, a pesar de todas las dificultades previas e improperios posteriores, el domingo 9-N se dio el resultado siguiente: Cataluña, 1; España, 0.
Y, evidentemente, el partido no ha terminado.
*Fernando T. Romero es miembro de la Mesa de Roque Aguayro.