Soy mujer, tengo 17 años y
ya sé que la violencia de género no es un problema de parejas casadas como
muchos creen, sino que se refleja cada vez más en parejas adolescentes. Varios
son los motivos, por lo que sabemos.
La principal causa es la presencia de la visión romántica del amor: las
chicas lo aguantan todo, seducidas por una figura dominante y protectora, ven
en su pareja ese caballero andante con espada cuya función no es otra que rescatar
y proteger a la indefensa dama. A ellos se les obliga a demostrar celos y
dominio para reafirmar su amor.
El comportamiento de los jóvenes en sus primeras parejas funciona
principalmente por imitación. Actúan de manera análoga a sus referentes, entre
los que destacan su familia, su entorno social y los medios de comunicación.
Aquí también podemos apreciar la influencia de la educación que reciben desde
niños, empezando por esas películas de princesitas frágiles que ansían la
salvación del príncipe azul intrépido y fuerte. Otro factor son las nuevas
tecnologías, que, cada día más, emergen como armas de control. Muchos jóvenes
sienten una irrefrenable obsesión por saber que está haciendo su pareja en cada
momento que, aunque no lo parezca, constituye un maltrato psicológico.
Estas actuaciones, entre otras, son las que llevan a un hombre a ser un
maltratador. En los medios de comunicación vemos constantemente mensajes de ánimo
dirigidos a aquellas mujeres que sufren este maltrato (psicológico o físico)
pero, ¿por qué educar a las mujeres en la denuncia de esta violencia? Y, ¿por qué
no educar al hombre para que acepte no realizarla? Subliminalmente aceptamos
estos comportamientos reprobables por el mero hecho de que los observamos en la
vida cotidiana. Esto viene de atrás: la mujer siempre ha sido considerada un
ser inferior, algo a lo que han contribuido las interpretaciones religiosas que
impregnan nuestra sociedad occidental desde el momento en el que la mujer fue
sacada "de una costilla de un hombre".
Ante esta situación, al gobierno no se le ocurre otra medida que
suprimir en la enseñanza Educación para la Ciudadanía, la única materia que
contenía contenidos sobre igualdad de género.
Finalmente, he de concluir que el maltrato es una enfermedad social
injustificable marcada históricamente por una sociedad en la que todo está
contado desde el punto de vista masculino, pues, ¿cuántas filósofas, escritoras
o incluso deportistas han perdurado en el recuerdo? En comparación con los
hombres, muy pocas. La sociedad ha evolucionado en muchos aspectos, sin embargo, en éste, la realidad nos muestra que caminamos hacia atrás.
*Nidia Suárez Cabrera es alumna de 2º de Bachillerato en el IES Joaquín Artiles de Agüimes.