Elena Vega
Me voy a la cama con la cabeza llena de preguntas. Miro el Facebook y veo muchísimas fotos con la bandera de Francia por solidaridad. Por supuesto que me duele, me asusta, me inquieta lo que sucede y hasta dónde lleva al ser humano el extremismo. Pero me vienen a la mente los inmigrantes que cada día tratan de cruzar miles de fronteras en el mundo; el niño sirio muerto en la playa y los campos de refugiados; la situación de los saharauis tras las inundaciones recientes; los genocidios que continúan produciéndose contra los yazidíes, o los rodyngas, entre otros muchos; las guerras que continúan en Sudán, en el Congo; la falta de respeto hacia los pueblos indígenas... ¿No merecen un homenaje en nuestros perfiles?
Ahora los medios hablarán durante días y días sobre lo sucedido en Francia, publicarán reportajes con las fotos y las vidas de las víctimas... Pero no llegarán soluciones, pasará el tiempo, quedará como un acto terrorífico más.
Y mientras, lo realmente terrible es que la religión, la economía y la política seguirán sembrando sangre y rellenando las páginas de los libros de historia, y las generaciones futuras serán testigos de nuestra incapacidad para lograr un mundo en el que el respeto a la vida, a la dignidad de la vida, ha continuado, continúa y continuará sin que hayamos sido capaces de superar el mayor de los peligros de la humanidad: la sinrazón de los fundamentalismos, extremismos y radicalismos políticos, religiosos y de intereses económicos.
Mi foto de perfil, en este momento, sería la de nuestro planeta llorando.