15 de diciembre de 2016

Opinión: La arbitrariedad del déficit y algunas ideas para progresar

Jueves, 15 de diciembre.

Fernando T. Romero*
Los políticos conservadores, liberales y social-liberales (antiguos socialdemócratas) que gestionan la actual Unión Europea se empeñan, un día sí y otro también,  en provocar el rechazo de la ciudadanía a sus decisiones económicas. Solo se puede sentir vergüenza cuando se mantiene empecinadamente la aplicación de políticas económicas que ya han demostrado su fracaso. Pero es peor aún, cuando se comprueba que esto no se hace por error, sino por una voluntad manifiesta de dar más a los que más tienen.
Sin embargo, todavía es más preocupante cuando llegan noticias que apenas aparecen en los medios de comunicación o directamente no se publican. Es el caso, como ha escrito  el catedrático de Economía Aplicada, Juan Torres López, de la Comisaria Europea de Mercado Interior, Elzbieta Bienkowska, que pretende promover un amplio programa de gasto militar que, además, quede exento a la hora de computar el déficit público, que como es conocido no debe superar el 3% del PIB de la economía de cada país.
Si eso se puede hacer con el gasto militar, uno se pregunta ¿por qué no se puede hacer lo mismo y dejar fuera del cálculo de dicho déficit el gasto social? Vista la trayectoria de la U.E. en los últimos años, la respuesta parece evidente: se pretende que las grandes empresa (en este caso armamentísticas) hagan enormes negocios con dinero público, antes que atender las necesidades básicas de la población con ese mismo dinero público. Y esto no es solo economía, también es ideología.
¡Qué curioso! Resulta que la economía no se resiente con el incremento del gasto militar, pero sí sufre muchísimo si aumenta el gasto social. Está claro que, sobre todo a partir de la introducción del euro como moneda única, se ha tratado de construir la Unión Europea a base de mentiras y de políticas que han dado como resultado lo contrario de lo que se nos había anunciado.
Después del sufrimiento de millones de personas, víctimas de los persistentes recortes que han deteriorado los servicios públicos y han reducido de forma alarmante la atención a las necesidades básicas de la ciudadanía porque, se nos decía, había que cumplir a rajatabla con el déficit, de pronto se nos anuncia que no hay límites para comprar armamento. Y al unísono con el mencionado catedrático uno se pregunta ¿es culpa de los populismos los negros fantasmas que vuelven a recorrer Europa?
De todo lo anterior deducimos que ya es hora de volver a humanizar la política. El ciudadano normal y de a pie del siglo XXI tiene nombre y apellidos, vive en un entorno familiar y social concreto y no se esconde detrás una Sociedad Anónima ni aparece en los paraísos fiscales.
La política necesita un impulso regenerador humanista y progresista, no siendo tan importante las siglas ni las caras que lo protagonicen. Lo que verdaderamente importa son las ideas que sirvan para encontrar soluciones, aunque esas ideas no sean nuevas.
Los fundamentos de dicho impulso tienen que ser, entre otros, la redistribución de la riqueza, la protección del medio ambiente y el replanteamiento del concepto de trabajo.
Sin embargo, esta posible alternativa progresista tiene que dotarse de herramientas para poder actuar a corto y a medio plazo. Y a tal fin, el periodista, economista y doctor en Sociología, Andrés Villena Oliver, ha propuesto lo siguiente:
- La puesta en marcha de una política monetaria que acabe con la falsa independencia de los Bancos Centrales y que convierta el pleno empleo en un objetivo irrenunciable.
- Debate serio y concluyente sobre los conceptos de renta básica y trabajo garantizado.
- La implementación de un conjunto de cambios en el proceso globalizador que combinen la fundación (o refundación) de nuevas organizaciones internacionales con regulaciones estatales que devuelvan a esta entidades la capacidad de proveer de riqueza y de bienestar a sus ciudadanos.
- Un planteamiento estructural para la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático como punto de partida para un nuevo modelo productivo y energético.
- La extensión de los derechos individuales y sociales conquistados en los países desarrollados al resto de las naciones del mundo, respetando desde el diálogo y la negociación permanente la singularidad cultural de cada pueblo.
- La promoción de formas de asociacionismo civil que superen el colapsado modelo sindical solo para el trabajador asalariado. Se debe integrar e incluir en el nuevo asociacionismo, incluso federándose, a los desempleados, a los trabajadores pobres, a los inmigrantes, a las mujeres explotadas, a los pensionistas, a todos los tipos de contratados precarios, a los consumidores concienciados, a los ecologistas, etc.
De esta manera, una amplia franja ciudadana crítica, reivindicativa y bien organizada, serviría para superar la falsa homogeneización de la presente sociedad tecnológica de consumo. Y también serviría para encontrar en la lucha por la dignidad del ser humano, el papel esencial que éste ha tenido y tiene en la historia.
Ante las propuesta anteriores, el mismo profesor Villena concluye que si los que se sienten progresistas no despiertan, no es por un exceso de sueño, sino por el miedo a la magnitud del trabajo que queda por hacer. Es evidente que estamos necesitados del adecuado precalentamiento y puesta a punto para iniciar la aventura.
Sin embargo, como ha manifestado en La Provincia el escritor Luis León Barreto, la realidad actual es que nos hemos acostumbrado a olvidar los valores éticos y morales de carácter universal. Y con nuestro silencio e indiferencia permitimos la violencia y el expolio social.  Actualmente vivimos tiempos duros para la lucha contra el cambio climático y para la aplicación de la idea de solidaridad entre las naciones. Las conductas antisociales y antihumanas están prevaleciendo, retrotrayendo  nuestra sociedad a etapas del pasado. La ética y el pensamiento que evaluaban lo justo y lo injusto se está encerrando en el cuarto trastero.
No obstante y a pesar de todo, uno es optimista porque cree firmemente en la honda e íntima bondad del ser humano y porque algunas de las propuestas anteriormente expresadas son perfectamente viables.
*Fernando T. Romero es profesor de Secundaria.