Vivimos unos tiempos en los que se suele acusar a las instituciones de estar alejadas de la sociedad, de no escuchar las voces de la calle. Las personas que nos dedicamos a la política estamos acostumbradas a esta crítica, que también se hace a otras entidades como las universidades. Sin embargo, la de Las Palmas de Gran Canaria tiene una seña de identidad que está escrita en su historia y nadie la puede borrar. Es una universidad que nació como respuesta a una demanda de la sociedad: el gobierno canario y el estatal se vieron obligados a escuchar a las decenas de miles de personas que salieron a la calle en esta ciudad a finales de la década de los ochenta del pasado siglo para reivindicar la creación de una universidad en esta isla.
Hoy, esta universidad hace honor a su origen y a su historia con la creación de una Cátedra de Derechos Humanos y Estudios Críticos de Género. Porque las mismas calles que en 1988 se llenaron de gente para reivindicar esta universidad, volvieron a vivir una manifestación multitudinaria el pasado 8 de marzo para defender los derechos de la mujer, para rechazar su discriminación y para condenar la violencia machista y todas las violencias que sufren las mujeres en este sistema patriarcal.
Hay que reconocer que no es el primer paso que da esta universidad. Ya hace años que esta institución académica trabaja a favor de la igualdad. Uno de los ejemplos es el Título de Experto Universitario en Derechos Humanos y Género que es posible gracias a la participación de jueces y juezas como la directora del curso, María Auxiliadora Díaz Velázquez, que conoce las consecuencias más duras de la desigualdad por su trabajo durante más de una década como magistrada del Juzgado de Violencia sobre la Mujer Número 2 de Las Palmas de Gran Canaria. Ojalá tuviésemos más hombres y mujeres comprometidos desde sus profesiones como María Auxiliadora en la lucha por la igualdad. Seguramente avanzaríamos más si tuviéramos más jueces, magistradas, políticos, periodistas, ciudadanos y ciudadanas con su nivel de compromiso. Esa colaboración entre la administración de Justicia y la universidad, con la participación del Instituto Canario de Igualdad, es el mejor de los caminos. En esa senda María Auxiliadora, la responsable de la Cátedra, y el rector Rafael Robaina saben que pueden contar con el Cabildo.
La relación que se establece entre Derechos Humanos y Estudios Críticos de Género en el nombre de esta cátedra, que se presentó a la sociedad en el Paraninfo el pasado día 9, no nos sorprende. Hoy asumimos que no se puede hablar de Derechos Humanos sin contar con la mitad de la población, pero han tenido que pasar siglos y muchas luchas para que seamos conscientes de ello. Recordemos que la referencia histórica de la mayoría de las democracias occidentales, la Revolución Francesa, que aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano del año 1789, no recogía el derecho de las mujeres a votar. Desde aquella declaración hubieron de pasar más de 120 años para que se reconociera el derecho al voto de las mujeres a principios de siglo solo en algunos estados europeos, en el caso español en 1931 durante la II República. Y por fin tras la Segunda Guerra Mundial en la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 se recogió el derecho al voto femenino como derecho humano fundamental. Dentro de poco se cumplirán 70 años.
Aunque la mujer ha sido invisibilizada en la historia, su papel ha sido fundamental para avanzar en los derechos de toda la ciudadanía. Algunas sufrieron la represión y fueron condenadas al exilio, como la canaria Mercedes Pinto durante la dictadura de Primo de Rivera, por defender en una conferencia pública el derecho al divorcio. Y fue una mujer, Eleonor Rooselvet, presidenta de la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, quien tuvo un papel importante en la elaboración y aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948.
El éxito de las movilizaciones del último 8 de marzo tras la histórica jornada del paro feminista nos obliga más todavía a poner la lucha por la igualdad en el centro de nuestra agenda política. Fuimos el primer Cabildo que creó una Consejería de Igualdad porque compartimos lo acordado en el Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica.
El conocido como Convenio de Estambul de 2001 defiende que se fomenten las organizaciones de mujeres. En esa línea, desde el primer día de este mandato el Cabildo está contando con las organizaciones feministas canarias. Quiero aprovechar para reconocer el importante papel que jugó la Coordinadora Feminista de Canarias en los años de la Transición Política y en esta etapa democrática, tras 40 años de dictadura franquista que supusieron un afianzamiento del sistema patriarcal y un paso atrás en la igualdad. Las libertades y la democracia no llegaron a nuestro país como un regalo de unos señores (hombres, por supuesto) que se reunieron en unos despachos y se perdonaron el pasado. No. Las libertades llegaron gracias a una movilización social importante que en Canarias protagonizaron organizaciones sindicales, colectivos vecinales y la Coordinadora Feminista de Canarias.
Creo que esta Cátedra de Derechos Humanos y Estudios Críticos de Género que se presentó el viernes día 9, con la presencia de la Ministra de Justicia y una importante representación de personas significadas de la política, la justicia, la universidad y la sociedad civil, es un espacio de vanguardia mundial necesario para que el feminismo y las mujeres ocupen el lugar que no tienen en la universidad, en los libros, en el pensamiento, en la sociedad en general. Porque esa lucha de la mujer que ha producido tantos cambios en las calles no nació a partir de las lecturas de unos libros que agitaban las mentes, sino que nació en las casas donde se sufría la desigualdad, nació a partir de las vivencias de las propias mujeres de la discriminación y la violencia. Lo explica muy bien la filósofa Amelia Valcárcel en su libro “Rebeldes hacia la paridad” cuando escribe: “No nos tocó enfrentarnos a una misoginia travestida o vagarosa, sino a las prácticas civiles y penales del Estado y al conjunto de la moral corriente. (…)No es el nuestro un feminismo por lecturas, sino por vivencias. Primero vinieron la rabia y el coraje. Las lecturas vinieron después”.
Esta nueva cátedra, la primera que se crea en España y posiblemente en Europa, es una oportunidad para que se estudien esas prácticas “civiles y penales del Estado” que desgraciadamente a veces se siguen expresando en algunas sentencias judiciales y esa “moral corriente” que sigue presente en algunos sectores sociales. Prácticas que siguen justificando el patriarcado y las violencias que provoca sobre la mujer, que siguen señalando con el dedo acusador a las víctimas y justificando a los verdugos, que siguen cuestionando leyes, como la Ley Integral contra la Violencia de Género, que puede no ser perfecta y pueden faltar recursos, cierto, pero que ha sido necesaria para combatir una lacra social que en lo que llevamos de siglo ha causado en España más de 1.000 víctimas mortales, casi un centenar en Canarias, cuatro veces más que las muertes causadas por el terrorismo en estos últimos 20 años. Una lacra social de violencias y abusos que, como recordó la magistrada Díaz, hace que siga existiendo un 70% de violencia de género no denunciada que hay que visibilizar al igual que otras formas de explotación como “el tráfico de personas, el acoso sexual, las tratas, los matrimonios forzados o la mutilación genital”.
Estamos ante una tarea de toda la sociedad. Como recoge el Convenio de Estambul la lucha por la igualdad y la no discriminación de la mujer nos atañe a todos. A los hombres, a la universidad, a las instituciones públicas, a la administración de Justicia, a los medios de comunicación, a la ciudadanía que se expresa en las redes sociales, a los docentes y la comunidad educativa…Todas y todos estamos en el mismo barco y debemos remar en la misma dirección, hacia la costa de la igualdad. Es cierto que en este terreno de la igualdad hemos avanzado mucho. Pero el sistema patriarcal sigue presente y se manifiesta en la cantidad de víctimas de la violencia machista, en la brecha salarial, en la invisibilidad de las mujeres en la historia, en el mundo de la empresa, en los sindicatos, en los partidos políticos, en el deporte, también en organizaciones sociales y también en la universidad. En la universidad española las mujeres catedráticas son menos del 25%, a pesar de que son mayoría cada año más en los grados, en los doctorados, y tienen las mejores calificaciones.
Por eso creo que la Cátedra Derechos Humanos y Estudios Críticos de Género de la ULPGC puede ser un buen espacio para investigar, que no es otra cosa que hacernos preguntas. Y termino con algunas preguntas: ¿qué estamos haciendo mal para que la desigualdad continúe en casi todos los sectores de nuestra sociedad? ¿Por qué si ya están aprobadas las leyes que obligan a la igualdad, si esa igualdad está recogida en la Constitución y en nuestro nuevo Estatuto de Autonomía, por qué si las mujeres son la mayoría de nuestra población siguen teniendo una representación minoritaria en todos los ámbitos económicos, políticos y sociales donde se toman las decisiones?
Mario Benedetti escribió que un amigo había leído en un muro en una calle de Latinoamérica: “Cuando teníamos toda las respuestas, nos cambiaron las preguntas”. Yo dejo estas preguntas aquí con la esperanza de que cambie la realidad, que no tengamos que esperar 200 años para lograr la igualdad, como pronostica Naciones Unidas, y que, por tanto, en los próximos años no tengamos que repetir las mismas preguntas. Para, como dijo María Auxiliadora Díaz al final de su intervención, “vencer la dictadura impuesta por la historia a través de la desigualdad”.