11 de octubre de 2022

Opinión: 112 años del Real Club Victoria

 Martes, 11 de octubre.                                                                                             

Antonio Morales*

El pasado jueves 6 de octubre tuve la oportunidad de pregonar el centésimo décimo segundo aniversario del Club Victoria. Pude así mostrarles mi afecto, que ha crecido en este tiempo compartido como presidente del Cabildo de Gran Canaria y expresarles la admiración que la trayectoria del Real Club Victoria ha despertado en mí al conocer mejor su contribución al progreso de nuestra capital y de la isla. Resumo en este artículo las ideas principales de ese pregón.
Gran Canaria es un territorio, un sentimiento y una cultura y a todo ello ha contribuido de manera constante este Club, que tiene un pasado que ennoblece a quienes lo han protagonizado y lo continúan impulsando. Tiene un presente que es ejemplo de resistencia en un tiempo de decaimiento de los proyectos colectivos. Estoy seguro de que le espera un futuro de creación, unidad y dinamismo tan necesarios para nuestra sociedad y que la directiva y su masa social están impulsando.
El Victoria es referente para nuestra gente y para mí porque nació y continúa ligado a las aspiraciones más sinceras de los hombres y mujeres de esta isla que lo alumbraron junto a espacios referentes de nuestra historia como son La Isleta, Las Canteras y el Puerto de La Luz. Y se gestó también con todas las personas que llegaron de otros pueblos de Gran Canaria y de otras islas a asentarse en esta zona de la capital. Yo, que soy de un pueblo que vio salir a muchas personas en busca de una nueva vida, quiero recordar a quienes trabajaron con fe ciega en su futuro, que es el nuestro ahora mismo. A quienes vivieron sacrificadamente para que los que vinimos más tarde pudiéramos encontrar un mundo más justo y habitable.
El Club, desde que se creó, traslucía modernidad y aspiraciones de libertad y recogía el pulso de una ciudadanía abierta y cosmopolita que conocía de primera mano las nuevas ideas que arribaban a los muelles y que nos conectaban a los tres continentes. Acogió las ideas liberales, especialmente del Reino Unido, que traían canarios que regresaban o los nuevos inmigrantes que promovían negocios en nuestra tierra.
Y en esa apuesta por el progreso y el gusto por vivir cerca de la naturaleza, lideró el amor por el fútbol y convirtió al Victoria en una leyenda que entusiasmó a toda la isla, creando una corriente victorista que contribuyó a afianzar una cultura futbolística y deportiva que ha perdurado a lo largo de estos 112 años. Y con la misma pasión y responsabilidad facilitó luego la creación de nuestra querida Unión Deportiva Las Palmas junto al Club Deportivo Gran Canaria, el Marino, el Arenas y el Atlético Club.
Y no se olvidó de que nacía al lado de esta joya que es la playa de Las Canteras animando el deporte del mar para confirmar nuestra condición de isleños que tanto nos identifica. Y desde ahí se impulsó un espacio que debería  servir como un ejemplo de integración de culturas y tradiciones sin que se haya perdido nunca la esencia de un paisaje  y un entorno que se parecen poco al de hace unas décadas, pero que sí se sigue vislumbrando debajo de las nuevas calles, de los edificios y hasta del terreno en donde un día estaba el mar dibujando estelas como las que sabía el poeta que tanto se asemejan a los caminos azarosos de lo cotidiano.
El Club Victoria aprovechó ese ambiente para cultivar la estima y el respeto por nuestra cultura y ser en muchas ocasiones expresión de la canariedad y de la defensa de los derechos económicos, sociales o culturales que los canarios y canarias demandábamos en momentos difíciles. Recuerdo su posición clara en favor del Régimen Económico y Fiscal de Canarias, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria  o, más recientemente, su apuesta por el desarrollo sostenible y la lucha contra el cambio climático.
Desde el Club Victoria también se mira al futuro y a la necesidad de preservar el planeta, de no destrozarlo más y de buscar todas las posibilidades que tengamos en las energías naturales y  renovables. Las jornadas, exposiciones y proyectos en las que ha colaborado el Club Victoria lo señalan como una entidad con esa proyección de futuro necesaria que tuvo siempre y que, posiblemente, es la que ha conseguido que llegue hasta nuestros días sin perder esa vinculación con su tiempo y con sus gentes. Siempre del lado de la libertad y de la democracia, apoyando en todo momento la cultura y la educación y sabiendo que el deporte es una escuela de valores, sobre todo para las personas más jóvenes.
Una vez me contó alguien cómo se cosían las rayas de las camisas del equipo del Victoria en las primeras décadas del siglo veinte. Se cosían raya a raya por las costureras de La Isleta, una blanca y otra negra, que como saben bien todos ustedes eran los colores que escogió Pepe Gonzálvez por su amor a la ciudad de Newcastle y al equipo señero de Inglaterra con el que comparte el color de la zamarra. Pero en este caso, el color es anecdótico, porque luego el Victoria logró que ese color convirtiera el fútbol casi en una obra de arte con jugadores como Padrón el Sueco, Alfonso Silva, Timimi, Miguel González “el Palmero” o Pacuco Jorge, entre otros grandes futbolistas que aprendieron en la arena a tratar el balón casi como si fuera un ánfora griega. El estilo victorista sigue en la memoria permanente de la Unión Deportiva y, de alguna manera, la sombra de sus figuras legendarias siguen vistiendo blanquinegro debajo del amarillo de Las Palmas.
Y ese blanco y negro, que está en su escudo, en la sede y allí donde se recoja su presencia, también tiene mucho que ver con el carácter victorista y su sentido de la vida, tan unido, como vengo diciendo, al sentido deportivo que preconizara el barón de Coubertin. Nada es siempre negro, ni tampoco siempre blanco, y hay que aprender a transitar ambos caminos, el de los éxitos pero también el de los fracasos individuales o colectivos, y en ambos casos hay que mantener la mesura y el equilibrio para no zozobrar.
De eso sabemos mucho últimamente los grancanarios y tenemos que felicitarnos por haber atravesado algunas negruras cercanas, como los días más duros de la Covid-19 y su consiguiente crisis económica, sin haber dejado que se nos hunda el barco de la fe en la vida y en ese esfuerzo colectivo y solidario que siempre acaba ganando y que siempre se abre camino, como  se ha abierto camino el Real Club Victoria durante más de un siglo. Quienes nos precedieron no se rindieron nunca. Nuestra naturaleza también nos enseña ese camino con sus atavismos y sus ciclos. El pino canario que rebrota entre sus propias cenizas, o la palmera, que se tambalea sabia cuando arrecian los fuertes vientos de los temporales, son espejos para cuando dónde mirar o dónde buscar razones para seguir ilusionándonos. También hay que mirar al cielo, a esas pardelas que llegan cada año buscando sus huras y sus riscales antes de volver a volar por todo el planeta. Hay una orientación de la supervivencia que siempre apunta al futuro en la brújula de las intuiciones diarias. Lo aprendimos de nuestros antepasados y de nuestro paisaje, y el Victoria es un fiel reflejo, el mejor de los ejemplos, de ese devenir que nos engrandece como comunidad solidaria.
Pero la vida también es vela y es arena, navegación y orilla. Los victoristas, hombres y mujeres de mar, de trabajar en el mar, de navegar o de mirarlo hasta dejar que el pensamiento casi se confunda con el océano, lo saben bien, conocen esa sensación de viajar con el viento y de vivir los días casi como si fueran eternos, y también conocen la efímera presencia de la arena, los contornos diarios de la orilla que nunca son iguales pareciendo que son siempre los mismos.
Y ahora que todo nace y muere tan rápido, hay que poner la mirada en lo que han hecho quienes han pasado por esta institución en estos 112 años y también hay que felicitar a quienes ahora mismo llevan el timón de esta larga singladura por su capacidad para integrarlo cada vez más en su entorno social. También para convertir el Club Victoria casi en un ser vivo para muchos ciudadanos y ciudadanas de La Isleta, Las Canteras y el Puerto de La Luz.
Queremos trasladar este espíritu al presente y futuro de Gran Canaria. Estamos comprometidos en un proyecto que nos ilusiona: ganar para toda nuestra gente grancanaria un siglo XXI de progreso, respetuoso con el medio ambiente, donde todas y todos podamos disfrutar de las oportunidades que nos da una tierra y una historia que nos enorgullecen. Que viva para siempre el alma y la historia de este Club Victoria que nos acoge siempre.
*Antonio Morales es Presidente del Cabildo de Gran Canaria. (www.antoniomoralesgc.com)