Sábado, 12 de noviembre.
José Armas Barber
¿Dónde estás hijoputa?
Buff, no lo encuentro. Estoy bloqueado... ¿Qué hora es...? Bueno, media horita más, hasta las ocho.
Coño Juan, que esto no lo vas a heredar, que ya es hora de irse a casita, jejejeje.
De lo que es hora es de que te vayas a tomar por saco. Tópico, no es que los digas, es que tú eres un tópico..., y un típico, el típico guanajo de mierda. Todo eso lo pensó Juan antes de contestarle, ya, ya, sólo un ratito más, jejejeje. Tú mismo Juan, tú mismo.
Menos mal, ya se fue este comemierda, a lo mejor se hubiese puesto profundo y se arranca a hablar del tiempo, que si calor, que si frío, los viejos son los que saben; un sabio.
¿Dónde está el error? Me cago en todo. Lo repaso una vez más y si no, sigo mañana....
Joder, no lo veo. ¿Qué hora es? Mierda, Esta tía lo va a acostar antes de que llegue, mi niño, el que me saca de todas las dudas. Se empeñó en ponerle Ernesto, como su padre. El cabrón de su padre. Nunca le gusté; apocado, decía que era apocado. Que se lo pregunte a la hija. Que así le cuenta los polvos que echamos en la cama del mamón este.
Juan apura el paso, quiere llegar antes de que el niño esté dormido. Si llego a tiempo, a lo mejor lo puedo bañar y todo. Coño, coño, coño. Ahora el puñetero atasco, ¡espabila joder! ¿Lo he dicho, se me habrá escapado? Mira con disimulo a su alrededor. No encuentra ninguna reacción rara. Sólo lo pensé, sólo lo pensé.
Ya se mueve, la puta guagua ya se mueve. En la próxima me bajo. EP;EP;EP; ya. Ya estoy. Juan salió corriendo de la guagua y siguió corriendo por la calle hasta su casa. Abrió precipitadamente la puerta de abajo y entró al portal. Subo, subo corriendo. Joder, ahí viene el del tercero con el perrito de los cojones. Hay prisas ¿eh? Con los amigos se pasa el tiempo volando..., y si es con una copita.... Sí listo, estás como para una exposición. Señoras y señores, aquí el espécimen más avanzado de soplagaitas del mundo conocido, y su perrito. Su mierda de perrito.
Sí, sí. Ya ve usted, jejeje. El trabajo, ya se sabe... Sí, sí, el trabajo ande, ande, que todos hemos pasado por eso. Ya. todos hemos pasado por eso. Menudo imbécil. Será, será. Buenas noches.
Apuró el paso para llegar a su casa lo antes posible. Entró en la casa y se temió lo peor. Todo apagado, menos una luz en salón, una luz que cambiaba de tonalidad, de color y parecía que se movía. Vio a Dori tumbada en el sofá con la tele encendida, dormía aunque no profundamente.
Sintió llegar a Juan y se despertó. Pero qué horas son estas, ¿dónde has estado? En el trabajo, en el trabajo. ¿Ya acostaste al niño? No, te estaba esperando a que te diera la gana de aparecer por casa, menuda pregunta. El niño está durmiendo, lo tuve que bañar yo, mientras que tú a saber dónde estabas. Cosas del trabajo, iba a decirle Juan pero se dirigió a la habitación del niño.
Ahí estaba, más que durmiendo estaba desparramado en la cama y a Juan se le antojaba que el niño no dejaba de sonreir ni durmiendo. Este no tiene pesadillas. ¿Cómo las va a tener, si no tiene ninguna malicia? ¡Ay si no fuera por ti! ¿Qué mierda de vida tendría?
No me imagino viviendo solo con la lerda de tu madre y tu familia materna. Menuda banda. Para elegir al más imbécil habría que pedir la opinión de varios expertos. Están todos parejitos.
Juan, la cena está en la mesa de la cocina. Vas a despertar al niño estúpida, gilipollas. Juan salió de la habitación de Enestito y se dirigió a Dori. Gracias cariño, ahora ceno. Llamó mi padre para preguntar por el niño. Ah, me alegro mucho. ¿Cómo está tu padre? ¿Sigue con esos dolores en las rodillas? Sí, pero está mejor con el tratamiento. ¡Hombre, me alegro! Voy a comer algo, me acuesto pronto que estoy cansado. La tortilla de papas estaba reseca, un poco salada y muy fría. La tía debió hacer la tortilla a las cinco de la tarde, la muy cabrona. Yo creo que lo hace adrede. Joder es que no la puedo ni ver. Ernestito, que si no...
Qué tal la tortilla Juan. A lo mejor está un poco fría. Riquísima, cariño, riquísima. Qué mano tienes Dori. Bueno, me voy a la cama. Buenas noches amor. A ver si tengo suerte y se queda dormida en el sofá. Así me libro de las patadas y los ronquidos. Menudo panorama. Si no fuera por Ernestito... Como la tía esta saque la genética de su abuela, que vivió hasta los ciento cuatro año lo tengo bien jodido. Ojalá se parezca más a la madre, que se murió joven.
Al poco de acostarse se quedó dormido. Pero estuvo toda la noche inquieto. ¿Dónde estará el fallo? Me cago en la puta mierda. Descansó poco.
Despertó a Dori, que estaba dormida en el sofá. Menos mal, después de la noche de mierda que he pasado, solo me hubiera faltado tener a esta al lado dando por saco. Dori se fue a la cama y Juan se hizo un café. Estuvo en el baño una media hora, se vistió y salió en dirección a la oficina. Al salir del portal, el vecino del perro estaba en la acera con el perrito en brazos. Se me ha puesto malito, estoy esperando un taxi para llevarlo al veterinario. Y a mí qué. Por mí que se muera el perrito y tú también pesado de mierda. Bueno, cambia el orden prefiero al perro que a ti como vecino. Coño, lo siento mucho. Que no sea nada. Algo que habrá comido. Bueno sigo para el trabajo. Ya verá que todo irá bien. Hasta luego. Y que se mejore...... el perrito. Nunca me acuerdo del nombre del meón este. Pinto, pareció oir de lejos. Qué coño me importará a mí el nombre del puto perro.
Cuando llegó a la oficina, se topó con su jefe inmediato. Joder, ya está el lameculos este esperando el informe del balance. Se lo llevará al gran jefe y le dirá, señor el informe sobre el balance, con la sonrisa de labios cerrados. Arréglate los dientes y sonríe como las personas. Hombre Juan, ¿me tiene eso preparado? No don Oscar, enseguida se lo tengo. ¿Algún problema? No Don Oscar, qué va a haber. Dentro de un rato se lo llevo.
Juan se sentó en su silla delante de todos aquellos papeles.
¿Dónde estás hijoputa?