18 de mayo de 2023

El calado canario, una tradición con manos de mujer

 Jueves, 18 de mayo.

Imagen de archivo
Gran Canaria Patrimonio

El origen de los calados parece estar localizado entre la frontera portuguesa y las provincias andaluzas y extremeñas, dada la similitud de determinadas técnicas  que en el desarrollo insular han encontrado una particular manera de manifestarse.
En Canarias, las casas comerciales inglesas organizan esta artesanía a finales del siglo XIX, exportando su producción al mercado europeo, siendo Londres el principal centro receptor, además de tener el monopolio en el abastecimiento de las materias primas para la industria.
El calado se convirtió así en una pequeña industria de ámbito doméstico desarrollada exclusivamente por mujeres, y dentro de las actividades artesanales de Canarias es considerado como uno de los trabajos más delicados y minuciosos del sector, además de ser la labor artesanal con mayor proyección en los mercados internacionales.
El uso del calado canario se empleaba sobre todo en lo que se conoce como ajuar, o ropa de casa, así como en diferentes piezas de los trajes tradicionales.
Los puntos que se utilizan reciben diferentes nombres según la forma y la zona donde se realiza en trabajo: coser y cantar, redondel, redondillo, flor de tela, flor de almendro, galleta, madrigal y fino.
En cuanto a las telas para realizar piezas grandes (manteles, bandejas, caminos o toallas), que necesitan consistencia, se usa el algodón o la batista.
Para los manteles, de cualquier tamaño, la artesana utiliza el lino, popularmente denominado hilo, mientras que para los juegos de sábanas, blusas y pañuelos, la tela de algodón.
Su laboriosa elaboración sigue los siguientes pasos: marcar los dibujos en la tela, presillar los bordes de lo marcado; deshilar; colocar la tela marcada y deshilada en el telar o bastidores; calar con la aguja e hilos; lavar; recortar bordes; y planchar la pieza terminada.
Lamentablemente, al acabar la I Guerra Mundial, la demanda de calados disminuyó considerablemente, y el número de caladoras fue mermando progresivamente hasta la década de los años 50, aunque hoy en día se mantiene la tradición en algunos pueblos de Gran Canaria como Ingenio, Agüimes, San Bartolomé de Tirajana, Gáldar o Moya, y destaca la labor de la Fundación para el Estudio y Desarrollo de la Artesanía Canaria (FEDAC) y sus escuelas taller que, mediante clases diarias de calado, intentan salvaguardar esta bellísima tradición.