27 de junio de 2025

Colaboración: Vuela en libros

 Viernes, 27 de junio.

Victoriano Santana*

Aquel lejano y entrañable tema de Los Coquillos, y su pegadizo estribillo («Olvídate del tren, olvídate del avión, olvídate también del Internet… ¡Vuela en guagua!»), quisiera recuperar y parafrasear en estos momentos de asomo veraniego y de antesala de atascos y enfados colectivos motivados por desplazamientos vacacionales para reivindicar un milenario modo de viajar que, por sus virtudes —es gratuito, ecológico, agradable, reconfortante— y con independencia de su formato, ha sobrevivido a cuantos medios de transporte han existido durante siglos: la lectura.
Este verano, como en primavera, y en invierno, y en otoño, y el verano del año pasado, y la primavera que le precedió, y… me hospedaré en la biblioteca —da igual en cuál, pues el artículo da cuenta de que todas, de una manera u otra, me son familiares—; y una vez allí alojado, dejaré que en mi ánimo se muestre su verdadero aspecto: el de un aeropuerto con servicios de restauración (donde el hambre intelectual se sacia con cualquiera de los llamativos menús de cada balda) y farmacéuticos (donde es posible adquirir toda clase de productos salutíferos), y con hileras de personas enfiladas por dondequiera que uno mire, con apariencia de volumen y de temperamentos diversos en función de su natural idiosincrasia viajante: circunspectas, humildes, ingeniosas, violentas, seductoras, hermosas, malas como un demonio… En este canicular aeródromo, habrá un enorme, inmenso, colosal, deslumbrante panel donde se mostrarán todos los trayectos en el tiempo y el espacio que permiten la imaginación y la creación humanas.
Contemplaré, como siempre, en la terraza de mi admiración, el despegue de aviones rumbo a siglos pasados y naves con destino a futuros conjeturables; y presenciaré con embeleso cómo la geografía terrestre y marina, y la que atañe a los sentimientos y al entendimiento, y la que acoge el conocimiento inveterado, serán recorridas por los más variados vehículos: unos, con tapa dura; otros, poco voluminosos; algunos, llenos de colores y parches en forma de fotografías; otros, asépticos, simple negro sobre blanco…
Ahí, en ese sitio tan especial, tan singular —tan único y, a la vez, tan múltiple—, quiero hallarme y ver, entre vuelos, cómo transcurren mis días estivales y, con ellos, además, el breve curso particular de ese río que algún día irá a dar a la mar.
*Victoriano Santana es Doctor en Filología Española, profesor de Secundaria, escritor y editor.