La Provincia
Una paella, un sancocho o una merluza al horno. Ninguna de estas recetas se les resiste a los siete hombres de Agüimes que han decidido aprender a cocinar a través del taller que promueve la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Agüimes. Algunos por curiosidad y otros por necesidad. El caso es que no hay límite de edad para aprender el arte culinario.
Héctor se apuntó al taller de cocina por curiosidad y, como le gustó, convenció a su amigo Samuel, que estudia Traducción e Interpretación y era un poco desastre en la cocina. José López y José López Sánchez, padre e hijo, decidieron hacer alguna actividad juntos. Ahora están encantados cocinando. Son sólo tres ejemplos de los siete hombres que participan en el taller Aprende a cocinar que promueve la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Agüimes que lleva Marirrós Rodríguez, y que tiene como objetivo fomentar el interés por la cocina y ayudar a aquellos que por cuestiones personales necesitan aprender a defenderse solos en la cocina.
El taller, que comenzó el 29 de octubre, y que se realiza en el Local Social del Polígono Residencial de Arinaga, ha tenido tanto éxito que se prevé una prolongación pasadas las Navidades. El monitor de cocina, Jesús Sánchez, cocinero con más de veinte años de experiencia, está encantado con sus alumnos. "Ponen mucho interés en la cocina y me siento muy orgulloso de la ayuda que le hemos proporcionado. Más de uno de los alumnos llegó aquí el primer día sabiendo hacer sólo bocadillos de nocilla y ahora se defienden muy bien entre fogones. Ya sea por necesidad o por curiosidad, espero que les haya servido".
En el caso de Juan Trujillo, ser el más mayor del taller, con 67 años, no le impide ser de los más aplicados. Se apuntó en el curso porque quería defenderse en la cocina y "no depender de nadie". En el caso de Héctor y Samuel, los más jóvenes, su razón va entre la necesidad y la curiosidad. "Primero se apuntó Héctor porque vive solo y le apetecía saber de cocina; entonces me animó a mí", afirma Samuel Martín, estudiante. "Me convenció porque estuve de Erasmus y la verdad, comí gracias a mi novia, ya que yo no sabía cocinar". Ahora la cosa ha cambiado. Desde que están en el taller, Héctor invita a Samuel a su casa y practican con suculentas recetas. "Ahora podemos invitar a amigos a cenar; es divertido".
Una de las parejas más curiosas de este taller la conforman los "dos Josés". Son padre e hijo y una tarde decidieron que sería interesante realizar alguna actividad juntos. La cocina les pareció una buena idea. "Ahora tenemos muchas más conversaciones entre nosotros y practicamos los fines de semana. Ha sido muy positivo para nosotros", asegura José López. "Nunca pensé estar cocinando con mi padre y me lo paso muy bien", añade su hijo al instante. Pero el taller va más allá de un aprendizaje de recetas. Se trata de una actividad formativa en la que los alumnos aprenden a controlar los gastos de la compra y a saber adquirir los mejores productos a través de un buen presupuesto, nutrición, dietética, conservación y preparación de los alimentos, seguridad e higiene. Todo ello, entre otras reglas básicas para cualquier cocinero que se precie. Dan una parte teórica y después se ponen el delantal. El taller tiene a su vez, como objetivo, favorecer actitudes favorables para la ayuda mutua de la pareja y conocer nuevas técnicas y otros tipos de gastronomía.