Antonio Morales*
En 1997, la Comisión Mundial de Medio Ambiente de la ONU, definió el Desarrollo Sostenible como aquel "que satisfaga las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades".
En la Declaración de Dublín se afirma que "el Medio Ambiente depende de nuestras acciones colectivas y el medio ambiente de mañana, de nuestras acciones de hoy".
El V Programa de la Unión Europea dice que "el camino hacia el desarrollo sostenible será largo. Su objetivo es producir un cambio en los comportamientos y tendencias de toda la comunidad en los estados miembros, en el mundo empresarial y en los ciudadanos de a pie".
Como consecuencia del consumo desaforado, la producción ilimitada, el agotamiento de los recursos, el mercado sin fin…, hemos dañado hasta la extenuación los cimientos sobre los que se sustenta la vida. Hemos agotado y contaminado el agua y el aire; hemos envenenado los suelos fértiles y los pretendemos sustituir, en una huída a la desesperada, destruyendo las grandes reservas forestales; hemos contribuido a que hayan desaparecido y sigan desapareciendo cada día miles de especies vegetales y animales; el caos energético por el consumo desmedido y el agotamiento de los recursos nos ha colocado al borde del abismo. Según el WWF (Fondo Mundial de la Naturaleza), de seguir a este ritmo, en 2030 necesitaríamos dos planetas.
En estos momentos, nuestro planeta soporta varias decenas de conflictos bélicos que provocan la muerte de cientos de miles de seres humanos cada año.
La injusticia planetaria acrecienta las diferencias entre los seres humanos y los pueblos, en los que el hambre, la sequía, las enfermedades, la explotación sexual, la esclavitud y la barbarie se nos muestran como la otra cara de la moneda de un régimen sociopolítico y económico que sólo actúa para su propio engrandecimiento.
En la Declaración de Dublín se afirma que "el Medio Ambiente depende de nuestras acciones colectivas y el medio ambiente de mañana, de nuestras acciones de hoy".
El V Programa de la Unión Europea dice que "el camino hacia el desarrollo sostenible será largo. Su objetivo es producir un cambio en los comportamientos y tendencias de toda la comunidad en los estados miembros, en el mundo empresarial y en los ciudadanos de a pie".
Como consecuencia del consumo desaforado, la producción ilimitada, el agotamiento de los recursos, el mercado sin fin…, hemos dañado hasta la extenuación los cimientos sobre los que se sustenta la vida. Hemos agotado y contaminado el agua y el aire; hemos envenenado los suelos fértiles y los pretendemos sustituir, en una huída a la desesperada, destruyendo las grandes reservas forestales; hemos contribuido a que hayan desaparecido y sigan desapareciendo cada día miles de especies vegetales y animales; el caos energético por el consumo desmedido y el agotamiento de los recursos nos ha colocado al borde del abismo. Según el WWF (Fondo Mundial de la Naturaleza), de seguir a este ritmo, en 2030 necesitaríamos dos planetas.
En estos momentos, nuestro planeta soporta varias decenas de conflictos bélicos que provocan la muerte de cientos de miles de seres humanos cada año.
La injusticia planetaria acrecienta las diferencias entre los seres humanos y los pueblos, en los que el hambre, la sequía, las enfermedades, la explotación sexual, la esclavitud y la barbarie se nos muestran como la otra cara de la moneda de un régimen sociopolítico y económico que sólo actúa para su propio engrandecimiento.
El sistema capitalista que nos ha dominado durante cientos de años, y que se ha afianzado en las últimas décadas desde el ultraliberalismo conservador más depredador, nos ha situado en un callejón sin salida, sin modelos alternativos aparentes, salvo los que surjan de encuentros e inquietudes como éstas que hoy compartimos y que tienen que pasar, necesariamente, por un cambio del modelo energético, por un cambio en los comportamientos, en la solidaridad, en la equidad, en la eliminación de diferencias entre los hombres y los pueblos, en un nuevo orden socioeconómico más humano, más social, que evite la muerte diaria por hambre de casi cuarenta mil niños; en un cambio revolucionario para este modelo basado en más y más exigencias de producción.
Desde el propio sistema se empiezan a alzar voces llamando la atención sobre el caos y el suicidio colectivo al que estamos abocados. Entre otras, la de Nicholas Stern, que apunta la destrucción del medio ambiente como el mayor fracaso del mercado.
Para los científicos atómicos constituidos en un comité asesor de 18 Premios Nobel y la Royal Society de Londres, apenas nos quedan cinco minutos de vida en este planeta, si calculamos como un día completo la historia de la civilización humana. Ya en los años noventa nos quedaban diecisiete minutos, una pérdida de tiempo que se ha acelerado en los últimos diez años.
Estamos precipitando una situación que, a causa del cambio climático y el calentamiento global, nos avocará a éxodos masivos y, como plantea Lovelock, a la desaparición de la civilización humana tal y como la conocemos.
Para Kevin Walkins, Director del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, hacen falta respuestas políticas urgentes para frenar la mayor tragedia del siglo XXI que se avecina y que va a atacar directamente a las personas más pobres: "unos 2.600 millones de individuos, el 40% de la humanidad, que subsisten con menos de 2 dólares al día, y que viven en la primera línea del cambio climático".
Insiste en ello también Ivo de Boer, Secretario Ejecutivo de la ONU contra el Cambio Climático: "la ventana de oportunidades que tenemos para frenar un impacto catastrófico es reducir un 50% las emisiones antes de mitad de siglo".
Mientras los mercaderes del G7, G8 y G20, se reúnen al margen de la ONU, resulta muy fuerte para ellos sentar a su mesa a los países pobres, y se atreven a vetar el último dossier sobre el cambio climático elaborado por dicho organismo, en el que los mayores expertos coinciden en señalar que si no cambiamos el modelo tendremos menos de ocho años para alcanzar el punto sin retorno.
El concepto Medio Ambiente debe, necesariamente, reflejar la profunda conexión existente entre lo físico y lo biológico y todo lo que tiene que ver con el desarrollo humano ligado a aspectos sociales, culturales y económicos. Es absolutamente imposible desligar el desarrollo económico y social de la preservación del medio natural.
Desde luego que son necesarios millones y millones de euros, o de dólares, para propiciar un cambio de modelo, pero estoy seguro de que serán muchos menos de los que se han empleado para sanear un sistema bancario que nos ha llevado a la catástrofe económica que hoy padecemos fruto de la especulación, el descontrol, el pillaje y las ingenierías financieras tóxicas y proclives a los paraísos fiscales.
No nos cabe la menor duda de que una transformación tecnológica y económica, todas las formas posibles de ahorro y todos los esfuerzos que podamos hacer en eficiencia son imprescindibles. Es absolutamente necesario, igualmente, un cambio de valores que nos obligue a cuestionar el derroche, el consumismo voraz, el egoísmo y la prepotencia y, al tiempo, un cambio en la filosofía de las inversiones públicas que se centre en la búsqueda real de alternativas energéticas, a la producción de alimentos, a la redistribución geoestratégica de los recursos y de la riqueza; a la administración de lo público desde el convencimiento de que la soberanía ciudadana no puede estar secuestrada por el poder económico.
En Canarias, por acercarnos a la realidad más próxima, no podemos seguir fundamentando nuestro desarrollo energético en las energías fósiles, que nos presionan hasta ahogarnos con un modelo caduco, contaminante y escaso como es el gas. No podemos seguir basando nuestro crecimiento económico en la construcción, que devasta nuestro territorio, y en el desprecio a nuestro sector primario.
En el Sureste estamos apostando por las energías limpias, el reciclado, la recuperación de nuestro patrimonio natural y cultural, la eficiencia de los servicios, la puesta en marcha de proyectos de desarrollo integrados en el medio, las políticas sociales progresistas que persiguen la igualdad social y la eliminación de diferencias. Valores iguales y oportunidades iguales para todos.
Por eso, seminarios como el que se acaba de celebrar esta semana en Agüimes, sobre Comarcas Sostenibles (el IV ya de la mano de la Mancomunidad del Sureste) deben incidir en la reflexión y en la toma de decisiones que hagan posible un cambio de modelo energético, para lo que contamos con las mejores condiciones naturales; que propicien un modelo turístico que aproveche nuestra naturaleza; que impulsen el sector agrícola, ganadero, acuícola y piscícola que conforma una parte consustancial de nuestra cultura como pueblo; que definan un modelo industrial y productivo que apueste por la innovación, la investigación y el desarrollo a compartir con los pueblos más cercanos.
Nos sobran ideas, firmeza y hombres y mujeres capaces. Nos falta un Gobierno comprometido con el interés general y con el futuro de las nuevas generaciones de canarios.
Desde el propio sistema se empiezan a alzar voces llamando la atención sobre el caos y el suicidio colectivo al que estamos abocados. Entre otras, la de Nicholas Stern, que apunta la destrucción del medio ambiente como el mayor fracaso del mercado.
Para los científicos atómicos constituidos en un comité asesor de 18 Premios Nobel y la Royal Society de Londres, apenas nos quedan cinco minutos de vida en este planeta, si calculamos como un día completo la historia de la civilización humana. Ya en los años noventa nos quedaban diecisiete minutos, una pérdida de tiempo que se ha acelerado en los últimos diez años.
Estamos precipitando una situación que, a causa del cambio climático y el calentamiento global, nos avocará a éxodos masivos y, como plantea Lovelock, a la desaparición de la civilización humana tal y como la conocemos.
Para Kevin Walkins, Director del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, hacen falta respuestas políticas urgentes para frenar la mayor tragedia del siglo XXI que se avecina y que va a atacar directamente a las personas más pobres: "unos 2.600 millones de individuos, el 40% de la humanidad, que subsisten con menos de 2 dólares al día, y que viven en la primera línea del cambio climático".
Insiste en ello también Ivo de Boer, Secretario Ejecutivo de la ONU contra el Cambio Climático: "la ventana de oportunidades que tenemos para frenar un impacto catastrófico es reducir un 50% las emisiones antes de mitad de siglo".
Mientras los mercaderes del G7, G8 y G20, se reúnen al margen de la ONU, resulta muy fuerte para ellos sentar a su mesa a los países pobres, y se atreven a vetar el último dossier sobre el cambio climático elaborado por dicho organismo, en el que los mayores expertos coinciden en señalar que si no cambiamos el modelo tendremos menos de ocho años para alcanzar el punto sin retorno.
El concepto Medio Ambiente debe, necesariamente, reflejar la profunda conexión existente entre lo físico y lo biológico y todo lo que tiene que ver con el desarrollo humano ligado a aspectos sociales, culturales y económicos. Es absolutamente imposible desligar el desarrollo económico y social de la preservación del medio natural.
Desde luego que son necesarios millones y millones de euros, o de dólares, para propiciar un cambio de modelo, pero estoy seguro de que serán muchos menos de los que se han empleado para sanear un sistema bancario que nos ha llevado a la catástrofe económica que hoy padecemos fruto de la especulación, el descontrol, el pillaje y las ingenierías financieras tóxicas y proclives a los paraísos fiscales.
No nos cabe la menor duda de que una transformación tecnológica y económica, todas las formas posibles de ahorro y todos los esfuerzos que podamos hacer en eficiencia son imprescindibles. Es absolutamente necesario, igualmente, un cambio de valores que nos obligue a cuestionar el derroche, el consumismo voraz, el egoísmo y la prepotencia y, al tiempo, un cambio en la filosofía de las inversiones públicas que se centre en la búsqueda real de alternativas energéticas, a la producción de alimentos, a la redistribución geoestratégica de los recursos y de la riqueza; a la administración de lo público desde el convencimiento de que la soberanía ciudadana no puede estar secuestrada por el poder económico.
En Canarias, por acercarnos a la realidad más próxima, no podemos seguir fundamentando nuestro desarrollo energético en las energías fósiles, que nos presionan hasta ahogarnos con un modelo caduco, contaminante y escaso como es el gas. No podemos seguir basando nuestro crecimiento económico en la construcción, que devasta nuestro territorio, y en el desprecio a nuestro sector primario.
En el Sureste estamos apostando por las energías limpias, el reciclado, la recuperación de nuestro patrimonio natural y cultural, la eficiencia de los servicios, la puesta en marcha de proyectos de desarrollo integrados en el medio, las políticas sociales progresistas que persiguen la igualdad social y la eliminación de diferencias. Valores iguales y oportunidades iguales para todos.
Por eso, seminarios como el que se acaba de celebrar esta semana en Agüimes, sobre Comarcas Sostenibles (el IV ya de la mano de la Mancomunidad del Sureste) deben incidir en la reflexión y en la toma de decisiones que hagan posible un cambio de modelo energético, para lo que contamos con las mejores condiciones naturales; que propicien un modelo turístico que aproveche nuestra naturaleza; que impulsen el sector agrícola, ganadero, acuícola y piscícola que conforma una parte consustancial de nuestra cultura como pueblo; que definan un modelo industrial y productivo que apueste por la innovación, la investigación y el desarrollo a compartir con los pueblos más cercanos.
Nos sobran ideas, firmeza y hombres y mujeres capaces. Nos falta un Gobierno comprometido con el interés general y con el futuro de las nuevas generaciones de canarios.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes.