Raúl Martel*
Fue en los años 50 cuando se comenzó a gestar lo que hoy llamamos Unión Europea. Un apasionante proyecto en el que se han embarcado, paulatinamente, países de muy diversas realidades, teniendo como puerto el promover la paz, los valores europeos y el bienestar de sus pueblos.
Probablemente, nunca antes se ha aceptado la adhesión de ningún país en la Unión Europea con la garantía absoluta de constituir un éxito (pensemos en las reticencias a la entrada de España). El enriquecimiento mutuo en aspectos políticos, económicos, sociales y culturales avala la entrada de Turquía en la Unión.
Políticamente, la división de poderes, la supremacía de la Constitución, sus avances en transparencia administrativa, la adopción de medidas para paliar la corrupción, su pertenencia al Consejo de Europa y al Tribunal Europeo de Derechos Humanos y sus progresos en materia medioambiental, son algunos de los motivos que legitiman a Turquía para formar parte de la Unión Europea y de los que se hace eco el último informe de la OCDE.
Turquía, en el marco económico, ya posee acuerdos con la Unión. Además, el aumento de la Inversión Extranjera Directa en este país en los últimos años, su gran crecimiento económico, la reducción de la inflación, la deuda pública y el déficit público, llegando a equipararse en muchos aspectos con la media de países de la Unión, como pone de manifiesto el último informe de la Comisión Europea, dejan entrever el compromiso de Turquía para cumplir con los requisitos que exige la Unión.
El último informe publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, destaca el progreso de Turquía en los Índices de Desarrollo Humano; la constitución turca como Estado laico que aboga por la separación de la religión y la gestión política, las características geoestratégicas y el inexorable enriquecimiento cultural, contribuyendo a crear una Unión más cosmopolita, constituyen aspectos sociales que no podemos obviar.
Hasta ahora, Estados miembros como España se han beneficiado continuamente de fondos europeos en aras a contribuir a su desarrollo y a la equidad entre los 27. Ha llegado el momento de abrir Europa a los 70 millones de hombres y mujeres que viven en Turquía.
"El que busca un amigo sin defectos, se queda sin amigos", reza el proverbio turco. La Unión Europea tolerante a la que tanto debemos, tiene la obligación moral, pese a las diferencias, de contar con Turquía después de 40 años de negociaciones.
Para Sami Naïr, "todos somos diferentes. Existen diferencias en el seno de una misma familia, entre hombres y mujeres, entre pobres y ricos, entre fuertes y débiles, entre culturas y tradiciones, entre maneras de vivir y de morir. La diferencia en sí no constituye realmente un problema, pero llega a serlo cuando se olvida la tolerancia, la igualdad, la solidaridad entre los seres humanos".
Williams Chisllet, periodista, escritor e investigador, consideró en diciembre del año pasado, que "España y Turquía tienen bastante en común […] la trayectoria de España podría ser una fuente de inspiración para Turquía".
Extrapolemos la frase que en 1.911 pronunció José Ortega y Gasset, quien dijo que "si España es el problema, Europa es la solución".
La vocación solidaria y tolerante de esta Unión, que hoy podemos decir orgullosos que formamos, debe ser una máxima en el devenir de su gestión, al igual que la conservación y desarrollo de su patrimonio cultural. Ir en contra de tales principios, sería ir en contra de la propia Unión.
Ha llegado el momento de expandir las fronteras de la Unión, ha llegado el momento de plantearse el futuro y aunar esfuerzos, todos y todas, para seguir construyendo en el progreso y el bienestar la UE que hoy disfrutamos, ha llegado el momento de abrir las puertas de la UE a Turquía y hacer realidad, más que nunca, la unidad en la diversidad.
Probablemente, nunca antes se ha aceptado la adhesión de ningún país en la Unión Europea con la garantía absoluta de constituir un éxito (pensemos en las reticencias a la entrada de España). El enriquecimiento mutuo en aspectos políticos, económicos, sociales y culturales avala la entrada de Turquía en la Unión.
Políticamente, la división de poderes, la supremacía de la Constitución, sus avances en transparencia administrativa, la adopción de medidas para paliar la corrupción, su pertenencia al Consejo de Europa y al Tribunal Europeo de Derechos Humanos y sus progresos en materia medioambiental, son algunos de los motivos que legitiman a Turquía para formar parte de la Unión Europea y de los que se hace eco el último informe de la OCDE.
Turquía, en el marco económico, ya posee acuerdos con la Unión. Además, el aumento de la Inversión Extranjera Directa en este país en los últimos años, su gran crecimiento económico, la reducción de la inflación, la deuda pública y el déficit público, llegando a equipararse en muchos aspectos con la media de países de la Unión, como pone de manifiesto el último informe de la Comisión Europea, dejan entrever el compromiso de Turquía para cumplir con los requisitos que exige la Unión.
El último informe publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, destaca el progreso de Turquía en los Índices de Desarrollo Humano; la constitución turca como Estado laico que aboga por la separación de la religión y la gestión política, las características geoestratégicas y el inexorable enriquecimiento cultural, contribuyendo a crear una Unión más cosmopolita, constituyen aspectos sociales que no podemos obviar.
Hasta ahora, Estados miembros como España se han beneficiado continuamente de fondos europeos en aras a contribuir a su desarrollo y a la equidad entre los 27. Ha llegado el momento de abrir Europa a los 70 millones de hombres y mujeres que viven en Turquía.
"El que busca un amigo sin defectos, se queda sin amigos", reza el proverbio turco. La Unión Europea tolerante a la que tanto debemos, tiene la obligación moral, pese a las diferencias, de contar con Turquía después de 40 años de negociaciones.
Para Sami Naïr, "todos somos diferentes. Existen diferencias en el seno de una misma familia, entre hombres y mujeres, entre pobres y ricos, entre fuertes y débiles, entre culturas y tradiciones, entre maneras de vivir y de morir. La diferencia en sí no constituye realmente un problema, pero llega a serlo cuando se olvida la tolerancia, la igualdad, la solidaridad entre los seres humanos".
Williams Chisllet, periodista, escritor e investigador, consideró en diciembre del año pasado, que "España y Turquía tienen bastante en común […] la trayectoria de España podría ser una fuente de inspiración para Turquía".
Extrapolemos la frase que en 1.911 pronunció José Ortega y Gasset, quien dijo que "si España es el problema, Europa es la solución".
La vocación solidaria y tolerante de esta Unión, que hoy podemos decir orgullosos que formamos, debe ser una máxima en el devenir de su gestión, al igual que la conservación y desarrollo de su patrimonio cultural. Ir en contra de tales principios, sería ir en contra de la propia Unión.
Ha llegado el momento de expandir las fronteras de la Unión, ha llegado el momento de plantearse el futuro y aunar esfuerzos, todos y todas, para seguir construyendo en el progreso y el bienestar la UE que hoy disfrutamos, ha llegado el momento de abrir las puertas de la UE a Turquía y hacer realidad, más que nunca, la unidad en la diversidad.
*Raúl Martel es alumno de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y participó en el IV Tornero de Debate Universitario, en el que se trató el tema único "¿Debe Turquía entrar en la Unión Europea?".