Antonio Morales*
El sistema bancario, tal y como lo conocemos en la actualidad, nace en la Edad Media, pasando de ser intermediario del tráfico monetario y el comercio a ser, fundamentalmente, especulador de operaciones de crédito. Desde las entrañas del capitalismo más radical fue tejiendo un refinado entramado de poder que consiguió poner en peligro el gobierno de lo público, al controlar al Estado.
Pero le pudo la avaricia. No le bastaba con tener en sus manos a los partidos políticos y a sus representantes, o a muchos gobiernos mundiales, a través de múltiples créditos que condonaban o no en función de sus intereses. No le bastaba con irse adueñando, poco a poco, de las grandes multinacionales de las telecomunicaciones; del control de las materias primas a través de la deuda externa de los países; de las más importantes empresas energéticas y de transporte del mundo; de los medios de comunicación y su capacidad de influencia a la hora de dibujarnos una arcadia feliz que nos llamara a consumir y a gastar y gastar; de las industrias más rentables, sea cual sea su dedicación; de las inmobiliarias …Pasó a controlarlo todo. Pero no le bastaba.
Sin ningún tipo de escrúpulos, insaciable, jugó con los intereses más allá de lo imaginable gracias a la liberación que le permitió la debilidad de los gobiernos; se adjudicó a sus directivos bonus millonarios más allá de lo imaginable y creó activos tóxicos que bajaron hasta las cloacas del sistema a través de paraísos fiscales y secretos bancarios donde el negocio de la venta de armas, de operaciones mafiosas y del blanqueo del dinero de las drogas eran su principal sustento…
Hasta que todo le estalló en las manos. Mejor dicho, hasta que todo nos estalló en las manos. La burbuja de especulación y trilería que fue engordando a costa del común de los mortales, se le fue al garete y nos llevó a una de las peores crisis que ha atravesado el sistema a lo largo de su historia y que ha provocado el empobrecimiento y la pérdida de recursos y derechos de millones de personas. Pero no a los bancos, claro.
Como iba a ser eso. El Estado responsable no podía dejar que todo se viniera abajo. El sistema es el sistema y más allá del sistema está el abismo. Para eso está el dinero público. Para salvarlos con el dinero de todos. Todos a una, tanto los gobiernos de la derecha como los de la izquierda (dice la periodista Irene Lozano, en un libro que acaba de publicar y del que les hablaré en otra ocasión, que la izquierda ha pasado de creer que los ricos han de financiar los servicios públicos para disfrute de los pobres a creer que los pobres han de pagar las fechorías de los ricos) acudieron a remediar la situación con iniciativas encaminadas a propiciarles liquidez, garantía en los depósitos e incluso inyecciones de capital.
Y parece ser que esta aportación de dinero publico les ha servido y mucho. Se han oxigenado tanto que no han dudado, de inmediato, en volver a las andadas. En España, para no ir más lejos, una banca (Santander, BBVA, La Caixa, Popular y Caja Madrid) que reconoció 13.602 millones de euros de ganancias en los nueve primeros meses de 2009, sigue estando a la cabeza de Europa en el cobro de las comisiones y a pesar de ello, las vuelven a subir en un 7% en los peores momentos de la crisis. La propia Comisión, sin que pase absolutamente nada, reconoce que estos bancos españoles defraudan a sus clientes de manera sistemática. Es más, en estos momentos están comprando el dinero a 1´5 y vendiéndolo a 2’5, más las comisiones correspondientes, sin que les preocupe lo más mínimo que se hayan cerrado 40.000 comercios en España o que, según un estudio de las Cámaras de Comercio, cuatro de cada cinco pymes hayan tenido problemas a la hora de conseguir un crédito. A pesar de las dolorosas aportaciones de dinero público, según Sebastián Grisaleña, Presidente de la CCE, "la mayoría de los bancos continúan en la misma línea de negarse a colaborar con las empresas y los autónomos y siguen estrangulando el crédito a los que verdaderamente lo necesitan". Miren su último detalle de generosidad y altruismo: si usted ha querido en estos días ingresar una aportación de diez euros, por ejemplo, para ayudar a los haitianos tras la terrible catástrofe que los asoló, el banquito de turno se queda por la operación con tres eurillos.
Pero le pudo la avaricia. No le bastaba con tener en sus manos a los partidos políticos y a sus representantes, o a muchos gobiernos mundiales, a través de múltiples créditos que condonaban o no en función de sus intereses. No le bastaba con irse adueñando, poco a poco, de las grandes multinacionales de las telecomunicaciones; del control de las materias primas a través de la deuda externa de los países; de las más importantes empresas energéticas y de transporte del mundo; de los medios de comunicación y su capacidad de influencia a la hora de dibujarnos una arcadia feliz que nos llamara a consumir y a gastar y gastar; de las industrias más rentables, sea cual sea su dedicación; de las inmobiliarias …Pasó a controlarlo todo. Pero no le bastaba.
Sin ningún tipo de escrúpulos, insaciable, jugó con los intereses más allá de lo imaginable gracias a la liberación que le permitió la debilidad de los gobiernos; se adjudicó a sus directivos bonus millonarios más allá de lo imaginable y creó activos tóxicos que bajaron hasta las cloacas del sistema a través de paraísos fiscales y secretos bancarios donde el negocio de la venta de armas, de operaciones mafiosas y del blanqueo del dinero de las drogas eran su principal sustento…
Hasta que todo le estalló en las manos. Mejor dicho, hasta que todo nos estalló en las manos. La burbuja de especulación y trilería que fue engordando a costa del común de los mortales, se le fue al garete y nos llevó a una de las peores crisis que ha atravesado el sistema a lo largo de su historia y que ha provocado el empobrecimiento y la pérdida de recursos y derechos de millones de personas. Pero no a los bancos, claro.
Como iba a ser eso. El Estado responsable no podía dejar que todo se viniera abajo. El sistema es el sistema y más allá del sistema está el abismo. Para eso está el dinero público. Para salvarlos con el dinero de todos. Todos a una, tanto los gobiernos de la derecha como los de la izquierda (dice la periodista Irene Lozano, en un libro que acaba de publicar y del que les hablaré en otra ocasión, que la izquierda ha pasado de creer que los ricos han de financiar los servicios públicos para disfrute de los pobres a creer que los pobres han de pagar las fechorías de los ricos) acudieron a remediar la situación con iniciativas encaminadas a propiciarles liquidez, garantía en los depósitos e incluso inyecciones de capital.
Y parece ser que esta aportación de dinero publico les ha servido y mucho. Se han oxigenado tanto que no han dudado, de inmediato, en volver a las andadas. En España, para no ir más lejos, una banca (Santander, BBVA, La Caixa, Popular y Caja Madrid) que reconoció 13.602 millones de euros de ganancias en los nueve primeros meses de 2009, sigue estando a la cabeza de Europa en el cobro de las comisiones y a pesar de ello, las vuelven a subir en un 7% en los peores momentos de la crisis. La propia Comisión, sin que pase absolutamente nada, reconoce que estos bancos españoles defraudan a sus clientes de manera sistemática. Es más, en estos momentos están comprando el dinero a 1´5 y vendiéndolo a 2’5, más las comisiones correspondientes, sin que les preocupe lo más mínimo que se hayan cerrado 40.000 comercios en España o que, según un estudio de las Cámaras de Comercio, cuatro de cada cinco pymes hayan tenido problemas a la hora de conseguir un crédito. A pesar de las dolorosas aportaciones de dinero público, según Sebastián Grisaleña, Presidente de la CCE, "la mayoría de los bancos continúan en la misma línea de negarse a colaborar con las empresas y los autónomos y siguen estrangulando el crédito a los que verdaderamente lo necesitan". Miren su último detalle de generosidad y altruismo: si usted ha querido en estos días ingresar una aportación de diez euros, por ejemplo, para ayudar a los haitianos tras la terrible catástrofe que los asoló, el banquito de turno se queda por la operación con tres eurillos.
Pero esto no pasa aquí solamente. Estaría bueno. Allí, en el Wall Street donde se coció el desastre, han vuelto sin ningún tipo de pudor a los blindajes supermillonarios y a los bonus descomunales. Sólo Goldman Sachs, Morgan Stanley y JP Morgan prevén repartir casi 20.000 millones de euros entre sus empleados y 38 empresas financieras se han subido un 18% sus primas hasta llegar a los 146.000 millones. En el colmo del cinismo, Lloyd Blankfein, Presidente de Goldman Sachs, que recibió 6.700 millones del Gobierno americano para su salvación, justificaba el que vaya a destinar 13.428 millones a salarios y bonus de sus empleados alegando que "los banqueros hacemos una misión social, un trabajo de Dios". Sólo les faltaba controlar el Cielo.
Ante el silencio y complicidad de Europa, el primero en reaccionar ante todo esto ha sido Barak Obama, que ha anunciado una tasa impositiva del 0,15 sobre parte del pasivo de las grandes entidades financieras por la que prevé recaudar 90.000 millones. "Si tienen dinero para bonus, también lo tendrán para pagar la tasa", ha dicho. Vamos a ver si es verdad. Por lo pronto, los banqueros han afirmado, con el más absoluto de los descaros, en un auténtico pulso al presidente americano, que esta tasa la van a terminar pagando los clientes. Y probablemente sea así, tal y como ha sucedido hasta ahora. Está por comprobar si la guerra que anuncia Obama va más allá de una estrategia mediática ante su caída de popularidad o si, realmente, va a propiciar una auténtica transformación democrática del sistema.
El final va a ser que esta crisis la van a pagar únicamente los ciudadanos de a pié y los auténticos responsables no sólo saldrán de rositas sino que, ya rearmados, volverán a tomar las riendas de nuestra realidad y de nuestro futuro. Volverá el sometimiento de la soberanía popular y volverán los comportamientos irresponsables, salvo que los gobiernos y los partidos dejen de pagar peaje y pongan en marcha auténticos mecanismos públicos de regulación, fiscalización, control y transparencia. Pero me da que ya se nos pasó el arroz.
Ante el silencio y complicidad de Europa, el primero en reaccionar ante todo esto ha sido Barak Obama, que ha anunciado una tasa impositiva del 0,15 sobre parte del pasivo de las grandes entidades financieras por la que prevé recaudar 90.000 millones. "Si tienen dinero para bonus, también lo tendrán para pagar la tasa", ha dicho. Vamos a ver si es verdad. Por lo pronto, los banqueros han afirmado, con el más absoluto de los descaros, en un auténtico pulso al presidente americano, que esta tasa la van a terminar pagando los clientes. Y probablemente sea así, tal y como ha sucedido hasta ahora. Está por comprobar si la guerra que anuncia Obama va más allá de una estrategia mediática ante su caída de popularidad o si, realmente, va a propiciar una auténtica transformación democrática del sistema.
El final va a ser que esta crisis la van a pagar únicamente los ciudadanos de a pié y los auténticos responsables no sólo saldrán de rositas sino que, ya rearmados, volverán a tomar las riendas de nuestra realidad y de nuestro futuro. Volverá el sometimiento de la soberanía popular y volverán los comportamientos irresponsables, salvo que los gobiernos y los partidos dejen de pagar peaje y pongan en marcha auténticos mecanismos públicos de regulación, fiscalización, control y transparencia. Pero me da que ya se nos pasó el arroz.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes.