24 de octubre de 2010

La continuidad de Los Blases está asegurada

Domingo, 24 de octubre.

El municipio de Agüimes ha sido, desde tiempos muy antiguos, un enclave relacionado con la agricultura y la ganadería, y no en vano, en su bandera ondea una espiga de trigo como símbolo municipal.
Especial relevancia ha tomado el desarrollo ganadero de este municipio, que se ha caracterizado por grandes ganados de cabras que bajaban en invierno de nuestras cumbres, hasta principios del siglo pasado, y que se fueron paulatinamente estableciendo en la franja costera.
En la zona de medianías siempre abundaron las vacas, que cumplían una triple tarea al servir como fuente de leche, carne y como valiosa fuerza de trabajo en las duras tareas del transporte y la agricultura.
Por otra parte, como era costumbre hasta no hace muchos años, cada casa de familia contaba con un chiquero y un gallinero para el abastecimiento de huevos y carne de la familia, muchas veces cumplimentado con palomares y conejeras que las autoabastecían en lo que a proteína animal se refiere.
No obstante, en cada pueblo existían personajes bien amañados que hacían de matarifes, carniceros y tratantes de ganado. En Agüimes, desde hace más de tres generaciones, esa tarea ha sido el oficio de Los Blases. Esta saga que inició Blas Alemán fue continuada por sus hijos Antonio y Blas, reconocidos marchantes y carniceros de la zona sur de Gran Canaria, que supieron adaptarse a los profundos cambios sociales y económicos experimentados en la isla en el último tercio del pasado siglo. De esta forma pasaron de las frecuentes matanzas domiciliarias o vecinales de antaño, a la organizada e higiénica gestión de los animales y de la carne de nuestros días.
Esta actividad la ha desempeñado esta familia, no sin pocos esfuerzos, manteniendo incluso hoy en día los negocios donde la palabra y la mano tendida son más importantes que los contratos y la burocracia. En estas circunstancias entró en juego Blas Alemán Gutiérrez (en la imagen), hijo de un agüimense y una tirajanera, que ha aceptado la herencia del oficio de sus antepasados. Este joven, que apenas sobrepasa el cuarto de siglo, ya desde niño destacaba por su habilidad en el ordeño o en el manejo de los animales. Mientras sus compañeros de clase jugaban al fútbol o iban al parque, él pasaba sus tardes ordeñando las vacas o recogiendo comida para las cabras.
Hasta estos días ha llegado el legado y ahora, junto con su novia y su hermana, intenta adaptar su explotación ganadera y su huerta a las exigencias del mercado alimentario moderno, donde la calidad, además de poseerla hay que demostrarla, y donde muchas personas no saben diferenciar entre una buena carne fresca del país y una chuleta ultra congelada. Su apuesta decidida por nuevos proyectos repercutirá en la conservación del patrimonio rural de Gran Canaria, que tiene en el relevo generacional uno de sus puntos más flacos.