Mayu es una buena amiga felizmente casada con Ramón. Hace unos días me dijo que este año, en la Semana Santa, me iban a poner los cuernos. Que no estarían en la parroquia, como es lo habitual, sino que pasarían estos días de viaje por Galicia disfrutando del senderismo, de la buena comida y el Albariño. Sonreí y le comenté que esta Semana puede ser igual de santa, estando en cualquier rincón del mundo, incluso con esos ingredientes, por cierto nada despreciables.
-Claro que lo sé, me contestó. Intentaré que así sea. De hecho, he bajado al móvil algunas aplicaciones que flipan. Por ejemplo una que se llama “Lectio Divina”en donde vienen todas las lecturas y oraciones litúrgicas del triduo pascual. Y, además, he consultado los horarios de los cultos en el pueblo de Muros. Así que no te preocupes que vamos a estar sobrados. Hasta, pensando en mis hijos, he seleccionado un vía crucis para niños.
Otra Semana santa muy especial es la de otros, como Mariluz, voluntaria de Cáritas o el pequeño Harrinson, a quienes les toca vivirla en una habitación del Hospital Insular. Allí, estoy seguro, vivirán el dolor de la enfermedad junto a otros enfermos; pero también con el afecto y cuidado de médicos, enfermeras y auxiliares que pondrán todos sus conocimientos y todo su corazón para que los días que allí estén se parezcan lo más posible a un domingo de Pascua.
Y otros, en nuestros pueblos y ciudades, vivirán la Semana Mayor de los cristianos, rezando, meditando o participando en las celebraciones de la parroquia y en las procesiones. Todas los modos de celebrarla son importantes. Todas tienen el mismo fondo. A Jesús que se comprometió con los hombres y mujeres de su tiempo y el nuestro. Que supo de aplausos y y vítores y falsedad el Domingo de ramos. Que saboreó la amistad y la enemistad y la traición un Jueves santo. Que experimentó la soledad, la tristeza y la angustia un Viernes Santo. Y que gozó de la Vida y la Alegría en la Pascua del Domingo de de Resurrección.
Todos tenemos, en cualquier época del año, nuestras Semanas con sus jueves y viernes santo y con sus domingos de resurrección.
A mi amiga Mayu le dije que no bastaba ir a los cultos religiosos. Hace falta algo más. Porque esta es la verdadera Semana del Amor con mayúscula. Aquel hombre que dio su vida en la cruz nos está diciendo que el culto verdadero está en el amor a los hermanos. De poco vale la asistencia a las procesiones si al mismo tiempo no tratamos de luchar por un mundo más justo.
A Harrisson y a Mariluz no les he dicho nada. Pero seguro que, en el ejemplo de los profesionales que le atienden y en las personas que, desde fuera, se preocupan por ellos, podrán descubrir la mano cariñosa de Dios que no les abandona. Será, tal vez, una semana dura. Pero muy cargada de esperanza.
La Semana santa no es recordar una historia. Lo que en ella se celelebra, se sigue repitiendo. Al trasluz de los actos de violencia y los gestos de amor, de las injusticias y los actos generosos, se puede descubrir la figura del Jesús real que sigue entre nosotros. Solo será santa esta semana si uno es capaz de descubrir a Aquel que nos ama. Y convencerse de que lo importante es amar como Él nos amó.
P.D. Este sábado se celebra en Agaete el Encuentro Diocesano de Jóvenes. Cientos de chicos y chicas de todos los municipios se reúnen con el obispo con el lema “Toda vid@.comSagrada”. Será una experiencia para empezar con alegría una Semana santa distinta.
*Jesús Vega es Vicario Parroquial de Cruce de Arinaga y Arinaga.