9 de septiembre de 2016

Opinión: La fracasada investidura de Rajoy y la inmoralidad

Viernes, 9 de septiembre.

Fernando T. Romero*
Antes era el bipartidismo, ahora se autoproclaman partidos constitucionalistas. De esta manera, los partidos tradicionales se renuevan mediante el sofisma de la utilización tramposa de las palabras sin haber cambiado ni una sola coma en sus contenidos ni en sus estrategias.
Como han expresado los comentaristas políticos Honrubia Hurtado y Beto Vasques, el bipartidismo en la actualidad solo coincide en un punto: obedecer a los poderes fácticos para impedir que de ninguna manera Unidos Podemos pueda llegar a formar parte de un gobierno. Algo que PP y PSOE comparten, junto con Ciudadanos. Sin embargo, estos partidos, además de la mencionada coincidencia, tendrían que ser capaces de ponerse de acuerdo para formar un gobierno sin la presencia de la formación morada. Y esto ya parece algo más complicado.
Por una parte, el PP no apoyó en su momento la investidura de Sánchez para un gobierno de PSOE y C´s, como era el deseo de los poderes fácticos que presionaron a Rajoy, aunque entonces las centrales mediáticas no se dieron por enteradas y nadie presionó a Rajoy para que el PP apoyara o se abstuviera para facilitar la investidura del líder socialista. Y es que tratándose de impedir que gobernara Pedro Sánchez, no había entonces urgencias ni pasaría nada especial al país si esperaba todavía unos meses para formar gobierno. Además, Rajoy se sentía ganador de las elecciones y no estaba dispuesto a ceder su puesto a una “coalición de perdedores”.
De manera semejante, ahora el PSOE ha decidido impedir (al menos en primera instancia) un gobierno del PP, pues siente la amenaza de Unidos Podemos como partido capaz de disputarle la hegemonía tradicional que ha tenido en la izquierda. Además de que el partido de Sánchez se encuentra envuelto en luchas internas de poder. Sin embargo, ahora para el PP la formación de gobierno sí era urgente y el país no podía esperar más. Y es que ahora el candidato era Rajoy. De ahí la urgencia para el país de tener un gobierno. Y esta vez sí, sus múltiples centrales mediáticas lo repitieron hasta la saciedad. Es la permanente doble vara de medir que aplica el PP.
Pero en todo este entramado el PSOE aparece como el partido en una posición  decisiva para ofrecer una salida a la situación actual si explorara la formación de un gobierno alternativo de coalición. Sin embargo, parece que los socialistas no quieren ni le dejan formar este tipo de gobierno con el apoyo de las fuerzas vascas y catalanas en la investidura.
Esto sólo se le permite, lo puede hacer y lo ha hecho el PP, como se ha demostrado al formarse la Mesa del Congreso de los Diputados. En este caso, nadie ha cuestionado los votos nacionalistas del PNV ni los de los independentistas catalanes (los de la antigua Convergencia) en apoyo del PP. Ni siquiera el propio partido Ciudadanos rechazó dichos apoyos. Y es que cuando a estos partidos les interesan, no les importan de donde vengan los votos. Luego les impidieron a los catalanes tener grupo propio. Y es que hay cada amigos…
Sin embargo, por este acuerdo, Ciudadanos consiguió dos sillones en la Mesa del Congreso, cuando por su número de diputados no le correspondían ninguno. Y eso que predican constantemente que su objetivo no son los sillones, sino el bien general del país. Ante este acuerdo del PP y C´s con los independentistas catalanes, las centrales mediáticas de la derecha han pasado de puntillas, sin críticas y sin reproches ni al PP ni a C´s.
Sin embargo, esos mismos medios de comunicación se escandalizan, se rasgan hipócritamente las vestiduras y casi prohíben al PSOE, incluso, el mero intento de explorar un gobierno alternativo porque, según proclaman, o gobierna Rajoy o esto será un caos.
No obstante, el PSOE tiene ante sí un dilema que alguna vez tendrá que resolver: formar parte del nuevo bloque de cambio progresista y plurinacional que se está configurando en el Estado o seguir formando parte de lo “tradicional” y facilitar la consolidación y avance de un nuevo bloque conservador junto con el PP y lo que quede de Ciudadanos.
Todos sabemos que en un sistema parlamentario, si nadie obtiene mayoría absoluta, no basta con ser el partido más votado para tener derecho a gobernar. Es lo que le ha pasado al PP, que ha tenido que negociar en busca de una mayoría parlamentaria. Y en caso de fracasar, le correspondería al segundo partido más votado intentar hacer lo propio para aspirar a presidir el gobierno.
Tras el fracaso de Rajoy, responsable único de su incapacidad para conformar una mayoría suficiente, se ha abierto la segunda posibilidad. Pedro Sánchez ha iniciado el diálogo con los demás partidos. Este es el proceso que se sigue en cualquier democracia avanzada. Y si al final ningún partido fuese capaz de reunir una mayoría parlamentaria suficiente, se convocarían nuevas elecciones y vuelta a empezar.
Sin embargo, mientras todo esto ocurría, la derecha política de este país (PP y C´s) y sus centrales mediáticas han ocultado la exclusiva responsabilidad de Rajoy en todo este proceso y han cargado despiadadamente toda la presión sobre Sánchez, pretendiendo reducir al máximo a la oposición, factor imprescindible en cualquier sistema democrático. Como ha escrito el periodista Gonzalo H. Martel:  “extraño país ese que exige a la oposición su renuncia a decir “'No”.
Para ello, la prensa oficial (toda la impresa y gran parte de la audiovisual) ha insistido al puro estilo goebbeliano en que no debería haber terceras elecciones. Ante ello, Hugo Scornik ha escrito en La Provincia que “Franco nos tuvo 42 años sin ellas”. Y uno coincide con él cuando añade que “elecciones es mejor que sobren a que falten”.
Lo que resulta peculiar es el caso de Ciudadanos. Este partido, creado para garantizar la supervivencia del bipartidismo, ha cumplido perfectamente con su papel de muleta o veleta (táchese lo que no proceda). Primero apoyó a Pedro Sánchez (PSOE) para su investidura y ahora ha apoyado la investidura de Rajoy (PP). Y para justificarse se ha disfrazado de “sentido del Estado”, aplicando la estrategia del oportunismo y de la incoherencia política y cambiando unos principios por otros, según le ha convenido. Sin embargo, recibe el halago y el interesado apoyo masivo de los medios de comunicación, porque Ciudadanos, Rivera dixit, es el partido del “Sí” (pero sólo a los partidos tradicionales) y no pretende sillones ni poltronas, ya que sólo busca “desinteresadamente” el bien de España. ¡Qué bonito! ¡Cuánta ternura!
Por otra parte, uno coincide con Joaquín Rábago cuando ha escrito que por higiene democrática, desde hace tiempo debió haberse llegado a un acuerdo de toda la izquierda junto a las fuerzas autonómicas para intentar imprimir a este país el nuevo rumbo que tan urgentemente necesita. Todos estos partidos deberían olvidar de una vez sus movimientos tacticistas y demostrarle a los ciudadanos que son  éstos (los ciudadanos) y no los sillones lo que realmente importa. Si esto ocurriera, no sería necesario unas nuevas elecciones. ¿Algún día será esto posible?
Y terminamos con lo penúltimo del PP, la propuesta de Soria para el Banco Mundial. Manuel Mederos bajo el título “La resurrección de Soria” escribía en Canarias7: “Soria está contento con su resurrección mediática… porque ha resucitado de entre los muertos para demostrar a sus enemigos que puede dar mucha guerra, para amedrentar a los críticos y avergonzar a los canarios”.
Y continuaba: “Una parte importante del PP sufre una grave enfermedad social, la de no saber distinguir lo que está bien de lo que está mal, lo ético de lo reprochable, lo moral de lo inmoral”.
Finalmente, Soria ha sido obligado a renunciar presionado por su propio partido ante la dimensión de este escándalo plagado de mentiras. Sin embargo, estos inmorales son los que todavía quieren continuar gobernándonos.
*Fernando T. Romero es miembro de la Mesa de Roque Aguayro.