Fernando T. Romero*
Antes
era el bipartidismo, ahora se autoproclaman partidos constitucionalistas. De
esta manera, los partidos tradicionales se renuevan mediante el sofisma de la utilización
tramposa de las palabras sin haber cambiado ni una sola coma en sus contenidos
ni en sus estrategias.
Como han
expresado los comentaristas políticos Honrubia Hurtado y Beto Vasques, el
bipartidismo en la actualidad solo coincide en un punto: obedecer a los poderes
fácticos para impedir que de ninguna manera Unidos Podemos pueda llegar a
formar parte de un gobierno. Algo que PP y PSOE comparten, junto con
Ciudadanos. Sin embargo, estos partidos, además de la mencionada coincidencia,
tendrían que ser capaces de ponerse de acuerdo para formar un gobierno sin la
presencia de la formación morada. Y esto ya parece algo más complicado.
Por una
parte, el PP no apoyó en su momento la investidura de Sánchez para un gobierno
de PSOE y C´s, como era el deseo de los poderes fácticos que presionaron a
Rajoy, aunque entonces las centrales mediáticas no se dieron por enteradas y
nadie presionó a Rajoy para que el PP apoyara o se abstuviera para facilitar la
investidura del líder socialista. Y es que tratándose de impedir que gobernara
Pedro Sánchez, no había entonces urgencias ni pasaría nada especial al país si esperaba
todavía unos meses para formar gobierno. Además, Rajoy se sentía ganador de las
elecciones y no estaba dispuesto a ceder su puesto a una “coalición de
perdedores”.
De
manera semejante, ahora el PSOE ha decidido impedir (al menos en primera
instancia) un gobierno del PP, pues siente la amenaza de Unidos Podemos como
partido capaz de disputarle la hegemonía tradicional que ha tenido en la
izquierda. Además de que el partido de Sánchez se encuentra envuelto en luchas
internas de poder. Sin embargo, ahora para el PP la formación de gobierno sí era
urgente y el país no podía esperar más. Y es que ahora el candidato era Rajoy. De
ahí la urgencia para el país de tener un gobierno. Y esta vez sí, sus múltiples
centrales mediáticas lo repitieron hasta la saciedad. Es la permanente doble
vara de medir que aplica el PP.
Pero en
todo este entramado el PSOE aparece como el partido en una posición decisiva para ofrecer una salida a la
situación actual si explorara la formación de un gobierno alternativo de coalición.
Sin embargo, parece que los socialistas no quieren ni le dejan formar este tipo
de gobierno con el apoyo de las fuerzas vascas y catalanas en la investidura.
Esto sólo
se le permite, lo puede hacer y lo ha hecho el PP, como se ha demostrado al formarse
la Mesa del Congreso de los Diputados. En este caso, nadie ha cuestionado los
votos nacionalistas del PNV ni los de los independentistas catalanes (los de la
antigua Convergencia) en apoyo del PP. Ni siquiera el propio partido Ciudadanos
rechazó dichos apoyos. Y es que cuando a estos partidos les interesan, no les
importan de donde vengan los votos. Luego les impidieron a los catalanes tener
grupo propio. Y es que hay cada amigos…
Sin
embargo, por este acuerdo, Ciudadanos consiguió dos sillones en la Mesa del
Congreso, cuando por su número de diputados no le correspondían ninguno. Y eso
que predican constantemente que su objetivo no son los sillones, sino el bien
general del país. Ante este acuerdo del PP y C´s con los independentistas
catalanes, las centrales mediáticas de la derecha han pasado de puntillas, sin
críticas y sin reproches ni al PP ni a C´s.
Sin
embargo, esos mismos medios de comunicación se escandalizan, se rasgan hipócritamente
las vestiduras y casi prohíben al PSOE, incluso, el mero intento de explorar un
gobierno alternativo porque, según proclaman, o gobierna Rajoy o esto será un
caos.
No
obstante, el PSOE tiene ante sí un dilema que alguna vez tendrá que resolver:
formar parte del nuevo bloque de cambio progresista y plurinacional que se está
configurando en el Estado o seguir formando parte de lo “tradicional” y
facilitar la consolidación y avance de un nuevo bloque conservador junto con el
PP y lo que quede de Ciudadanos.
Todos
sabemos que en un sistema parlamentario, si nadie obtiene mayoría absoluta, no
basta con ser el partido más votado para tener derecho a gobernar. Es lo que le
ha pasado al PP, que ha tenido que negociar en busca de una mayoría parlamentaria.
Y en caso de fracasar, le correspondería al segundo partido más votado intentar
hacer lo propio para aspirar a presidir el gobierno.
Tras el
fracaso de Rajoy, responsable único de su incapacidad para conformar una mayoría
suficiente, se ha abierto la segunda posibilidad. Pedro Sánchez ha iniciado el
diálogo con los demás partidos. Este es el proceso que se sigue en cualquier
democracia avanzada. Y si al final ningún partido fuese capaz de reunir una
mayoría parlamentaria suficiente, se convocarían nuevas elecciones y vuelta a
empezar.
Sin
embargo, mientras todo esto ocurría, la derecha política de este país (PP y C´s)
y sus centrales mediáticas han ocultado la exclusiva responsabilidad de Rajoy en
todo este proceso y han cargado despiadadamente toda la presión sobre Sánchez,
pretendiendo reducir al máximo a la oposición, factor imprescindible en
cualquier sistema democrático. Como ha escrito el periodista Gonzalo H. Martel:
“extraño país ese que exige a la
oposición su renuncia a decir “'No”.
Para
ello, la prensa oficial (toda la impresa y gran parte de la audiovisual) ha
insistido al puro estilo goebbeliano en que no debería haber terceras
elecciones. Ante ello, Hugo Scornik ha escrito en La Provincia que “Franco nos
tuvo 42 años sin ellas”. Y uno coincide con él cuando añade que “elecciones es
mejor que sobren a que falten”.
Lo que
resulta peculiar es el caso de Ciudadanos. Este partido, creado para garantizar
la supervivencia del bipartidismo, ha cumplido perfectamente con su papel de
muleta o veleta (táchese lo que no proceda). Primero apoyó a Pedro Sánchez
(PSOE) para su investidura y ahora ha apoyado la investidura de Rajoy (PP). Y para
justificarse se ha disfrazado de “sentido del Estado”, aplicando la estrategia del
oportunismo y de la incoherencia política y cambiando unos principios por otros,
según le ha convenido. Sin embargo, recibe el halago y el interesado apoyo
masivo de los medios de comunicación, porque Ciudadanos, Rivera dixit, es el
partido del “Sí” (pero sólo a los partidos tradicionales) y no pretende sillones
ni poltronas, ya que sólo busca “desinteresadamente” el bien de España. ¡Qué
bonito! ¡Cuánta ternura!
Por otra
parte, uno coincide con Joaquín Rábago cuando ha escrito que por higiene democrática,
desde hace tiempo debió haberse llegado a un acuerdo de toda la izquierda junto
a las fuerzas autonómicas para intentar imprimir a este país el nuevo rumbo que
tan urgentemente necesita. Todos estos partidos deberían olvidar de una vez sus
movimientos tacticistas y demostrarle a los ciudadanos que son éstos (los ciudadanos) y no los
sillones lo que realmente importa. Si esto ocurriera, no sería necesario unas
nuevas elecciones. ¿Algún día será esto posible?
Y
terminamos con lo penúltimo del PP, la propuesta de Soria para el Banco
Mundial. Manuel Mederos bajo el título “La resurrección de Soria” escribía en Canarias7:
“Soria está contento con su resurrección mediática… porque ha resucitado de
entre los muertos para demostrar a sus enemigos que puede dar mucha guerra,
para amedrentar a los críticos y avergonzar a los canarios”.
Y continuaba:
“Una parte importante del PP sufre una grave enfermedad social, la de no saber
distinguir lo que está bien de lo que está mal, lo ético de lo reprochable, lo
moral de lo inmoral”.
Finalmente,
Soria ha sido obligado a renunciar presionado por su propio partido ante la
dimensión de este escándalo plagado de mentiras. Sin embargo, estos inmorales son
los que todavía quieren continuar gobernándonos.
*Fernando T. Romero es miembro de la Mesa de Roque Aguayro.