16 de septiembre de 2018

Diario de un cura: Nada de rutinas

Domingo, 16 de septiembre.

Jesús Vega*
Esta semana, acabadas las fiestas del Pino, parece que la vida se ha revolucionado. Más coches en la carretera, más niños y jóvenes en las calles, comienzo de las clases, reanudación del trabajo para algunas personas, comienzo de reuniones parroquiales... La vida, que parece que se había parado en el mes de junio, ha vuelto a resurgir. ¿Cómo lo tomamos? Hay a quien le gusta decir que "volvemos a la rutina". Me espanta esa palabra. No me gusta. Me espanta la rutina.
A mí, los comienzos siempre me cuestan. Me cuesta empezar en una parroquia o en un grupo. Me cuesta poner en marcha la actividad, a veces frenética, de la comunidad cristiana, aunque la echo de menos. Me cuestan los cambios, pero me gustan. Me cuesta el comienzo del curso y también preparar un programa de radio. Pero cuando me falta, lo echo de menos. No me gusta la rutina. Ni me gustan las liturgias de las misas cuando todo tiene que ser milimétricamente lo mismo.
El otro día, cuando bajamos en peregrinación desde Cruce de Arinaga hasta Arinaga, tal vez unas cuatrocientas personas, para encontrarnos con la Virgen del Pino, lo iba pensando. Caminar, no estarse quieto, es la mejor imagen que se me ocurre para definir a un cristiano y a un ciudadano comprometido. Y me hubiera gustado llegar a Arinaga y celebrar la misa a mi manera, espontáneamente, sin ceñirme necesariamente a los ritos de siempre.
Y me gustaría que este nuevo curso y este nuevo programa no sean una copia de lo del año pasado. Un no a la rutina. Por eso, en la misa recordé, y ahora lo vuelvo a hacer, algunos versos del admirado poeta León Felipe: "Ser en la vida romero,/ romero sólo que cruza siempre por nuevos caminos./ Ser en la vida romero, romero..., sólo romero./ Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,/ pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,/ ligero, siempre ligero./ Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,/ ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos/ para que nunca recemos/ como el sacristán los rezos,/ ni como el cómico viejo/ digamos los versos./ La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,/ decía el príncipe Hamlet, viendo/ cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo/ un sepulturero./ No sabiendo los oficios los haremos con respeto./ Para enterrar a los muertos/ como debemos/ cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero./ Un día todos sabemos/ hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo/ la hizo Sancho el escudero/ y el villano Pedro Crespo./ Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo./ Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,/ ligero, siempre ligero./ Sensibles a todo viento/ y bajo todos los cielos,/ poetas, nunca cantemos/ la vida de un mismo pueblo/ ni la flor de un solo huerto./ Que sean todos los pueblos/ y todos los huertos nuestros".
*Jesús Vega es Párroco de San José Obrero de Cruce de Arinaga.