17 de octubre de 2018

Las empaquetadoras de tomates reúnen sus sacrificios y memorias en un libro

Foto de familia tras la presentación del libro de la Asociación de
Mujeres del Empaquetado de Tomates en el Patio del Cabildo
Miércoles, 17 de octubre.

Redacción
El Patio del Cabildo se llenó anoche de historia, la de muchas mujeres de Gran Canaria que desde su infancia cambiaron las escuelas por los almacenes, los juguetes por los tomates, para dedicar sus vidas al empaquetado, durante la presentación del libro de la Asociación de Mujeres del Empaquetado de Tomates para inmortalizar su memoria.
La obra, que contó con una subvención del Cabildo de Gran Canaria, recoge los testimonios de más de un centenar de mujeres de distintos municipios de la isla que dedicaron buena parte de sus vidas a esta labor imprescindible para el sector tomatero, una actividad que generó movimientos migratorios interiores, así como de otras islas, mano de obra femenina, joven y barata a la que, en muchos casos, se les privó de derechos sociales y laborales.
El Presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, resaltó la necesidad de visibilizar la importante aportación de las mujeres que, como la mayoría de las mujeres rurales, están al margen de las estadísticas del sector primario, asumiendo la mayoría la temporalidad y precariedad.
Morales valoró especialmente el ejemplo de lucha de estas mujeres que se enfrentaron a las injusticias en los tiempos de la represión franquista.
Por su parte, la Presidenta de la Asociación de Mujeres del Empaquetado de Tomates, Gloria Herrera, y el coordinador de la edición del libro, Domingo Viera, explicaron los entresijos de la recopilación del proyecto resaltando la importancia de contar con un libro que reúne los testimonios perdidos de tantas mujeres, que hablan de las condiciones laborales que soportaban, de su incidencia en la vida personal y social, del abandono prematuro de los estudios y de las luchas sindicales, entre otros muchos aspectos.
Carmen Méndez, Águeda Armas y Teresa López, vecinas de nuestro municipio, relataron en primera persona sus experiencias. Algunas comenzaron a trabajar con 12 años, por lo que tuvieron que identificarse con partidas de nacimiento de otras niñas mayores, asumiendo las tareas de etiquetado, con un salario de "aprendizas", en eternas jornadas laborales de la mañana a la noche.
Las pésimas condiciones laborales de la época, sobre todo en el sector agrícola, y peor si cabe en los oficios feminizados, generaron la solidaridad y las luchas sindicales, tal y como se recordó en el acto, en el que también se hizo referencia a las reuniones clandestinas para reclamar los atrasos de hasta dos años en los salarios y que, finalmente, ganaron en los tribunales, lo que permitió a muchas familias el acceso a un terrero sobre el que edificar sus viviendas.