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Rafaela López, del Restaurante Guayadeque, posa en un lugar tan frecuentemente visitado y que ahora presenta una inmensa soledad |
Al mal tiempo buena cara, aunque no creo que con un dolor de muelas a nadie le apetezca reír ni coger una hamaca cuando está tronando y ponerse a reposar bajo una tormenta o una tempestad. Pero bueno, es lo que nos ha tocado vivir a nivel mundial, tiempo para recapacitar y pensar que en este mundo poderoso somos todos iguales independientemente de la capacidad de cada uno, profesión o cargo que desempeñe.
Si a alguien le queda alguna duda, ¿hay alguien inmune a este virus? Les damos cuenta ahora que todos los dioses de la tierra no existen; que todos esos que tanto presumen de saber, al final son unos pobres diablos. ¿Adivinó alguien este virus antes de su reproducción? Bueno, sí, los animales, pero como no hablan...
Los entendidos en animales no pensábamos que solo barruntaban un mal año de lluvias y clima. Es triste y preocupante la situación mundial, pero aunque no podamos devolver la vida a los ausentes, sí podemos llenarnos de paciencia y cumplir con los consejos sanitarios para volver pronto a la normalidad, aunque sabemos que no va a ser de hoy para mañana. Pero aunque no es lo mismo ni se escribe igual, bien dice el dicho: "cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar".
Vemos la soledad en las calles, la preocupación de los ciudadanos (que no es para menos), el cierre de los negocios, que solo en el Barranco de Guayadeque viven más de medio centenar de empleados de los negocios del lugar, sin ser sus dueños o familias. Que tristeza más grande, pero con el esfuerzo de todos y el poder de dios las aguas volverán a su cauce.
Lo que hemos vivido ya algunos días y vemos la forma de actuar de algunos prepotentes, en sus despachos, a puerta cerrada, mirando a través de cámaras para atender a las personas según su categoría, nos miran por encima del hombro y nos tratan por eso de según tienes eres lo que vales.
A los que se creen sabios con la vida de los demás, y no saben ni la de ellos mismos, a todas esas personas que se creen superiores a los demás, al corazón del volcán, me pregunto yo: ¿no le tendrán miedo a la pandemia? ¿Por ser tan poderosos y fuertes no les afectarán?
Bien decía mi abuelo materno que la mayor desgracia que puede tener una persona es no conocerse. ¡Y qué verdad es, lectores!
Pero nada, sobre esta forma de pensar de cada cual no podemos hacer nada. Que cada uno estornude como dios le ayude. Por la parte que me toca, mi más sentido pésame a todas aquellas personas que hayan perdido un familiar o ser querido por esta dichosa plaga.
Y millones de besos y aplausos de ánimos a todo el personal que está haciendo posible que esto se controle, especialmente al personal sanitario y voluntario. Ayer como hoy, pidamos a dios que mañana sea mucho mejor. Ánimo a todos y que nuestro señor Jesucristo los libre de todo mal.