22 de abril de 2025

Opinión: Un hombre ha muerto

 Martes, 22 de abril.

Victoriano Santana*

Ha muerto un hombre. A la misma hora que otros. En la misma ciudad, el mismo país, el mismo continente, el mismo planeta donde otros también acaban de fallecer. Y de un modo idéntico al de otros: su organismo ha dejado de funcionar como debería hacerlo para que la vida siguiera dándose.
Ha muerto un hombre que, vivo, debía alimentarse todos los días, y dormir, y excretar, y reponerse cuando algún componente de su cuerpo no cumplía como se esperaba que lo hiciera.
Ha muerto un hombre que, cuando estuvo entre nosotros, protagonizó momentos que se han alojado en la memoria de aquellos que lo conocieron. En unos casos, estos instantes fueron meritorios; en otros, no. Muchos hablaron muy bien de él y no pocos manifestaron la baja consideración en la que lo tenían. Fue ensalzado por unos; ninguneado por otros.
Ha muerto un hombre que, a lo largo de su existencia, supo qué eran el amor físico y el espiritual; la tristeza del desengaño y la de la nostalgia; el dolor, tanto el que se siente como el anímico; la ira, tanto la comedida como la violenta; la envidia, el sentimiento de solidaridad, el impulso del desprecio; la experiencia de lo que significan las palabras “amistad” y “enemistad”; la necesidad de estar acompañado, en ocasiones con otros, casi siempre con uno mismo.
Ha muerto un hombre. Solo. Porque así es como se mueren los hombres. Solos. Aunque haya mucha gente alrededor. La muerte es un diálogo de yoes que mantiene el que se empeña en quedarse con el que ha decidido que ya es hora de irse. Es una conversación que interrumpen quienes —presentes— se empecinan en mostrarse a favor de uno de los dos.
Ha muerto un hombre. Se llamaba Francisco…, o Fulano, Mengano, Zutano; o, casualmente, Victoriano.
*Victoriano Santana es Doctor en Filología Española, profesor de Secundaria, escritor y editor.