Miércoles, 10 de septiembre.
Antonio Morales*
El Pino nos ha vuelto a convocar para ofrecernos un espacio de encuentro y de afirmación de nuestro sentido de pertenencia. Es como un volver al principio. La fiesta mayor de Gran Canaria parece que nos hiciera empezar un año nuevo. Dejamos atrás el verano y de esta manera envolvente, colectiva nos aprestamos a iniciar un nuevo curso educativo, político o laboral. Es un momento profundamente identitario en torno a la isla, la devoción religiosa, la memoria colectiva, los valores y las tradiciones culturales que nos definen.
Acudimos para celebrar, pero también para renovar el compromiso de seguir apostando por los grandes valores que han hecho de esta tierra una referencia y un lugar de atracción para quienes aquí nacimos o elegimos vivir. Somos gente solidaria que busca que todas las personas vivan con dignidad y en igualdad de condiciones. La determinación y el coraje han permitido que superemos los grandes desafíos que a lo largo de la historia hemos afrontado. Nos gusta innovar, estar en la vanguardia tanto de la ciencia, de la técnica como del arte y la cultura y apreciamos y cultivamos la canariedad como seña de identidad que nos hace originales en el gran concierto de las sociedades modernas. Acudimos a Teror para afianzar estas raíces que nos han hecho crecer.
Tenemos futuro porque tenemos historia. Un golpe de viento quebró la calma en la espesura aquel 3 de abril de 1684. Fue el primer aviso de un vendaval que no tardó en hacer temblar la arboleda con su aullido. Tumbó matos, malogró cosechas, echó por tierra algún muro y techumbre que se sostenían en precario equilibrio, como un milagro cotidiano. Tampoco pudo resistir su ímpetu el majestuoso pino canario de más de cuarenta metros de altura donde, según la tradición, hizo su aparición la Virgen del Pino.
Se cuenta que volcó sin estrépito, en lento adiós, sabedor de su inmortalidad, con la dignidad de las entidades llamadas a pervivir en la memoria de los pueblos. Cayó el árbol. Pero persiste el sentimiento de comunidad que se construyó durante siglos a sus pies y que constituye un elemento esencial de la identidad de Gran Canaria.
Hoy soplan con fuerza otros vientos. Y comprobamos a diario que resultan más amenazadores. Vienen de lejos, desde los cuatro puntos cardinales, arrastrando sombras y malos augurios. Barren el mundo entero y pretenden derribar valores y avances sociales que ha costado décadas e incluso siglos conseguir. Quieren sustituir las raíces a partir de las cuales ha ramificado una sociedad insular abierta, solidaria, unida y progresista por simientes de odio, retroceso y división.
En este contexto, creo pertinente que nos hagamos una pregunta, a la vez íntima, colectiva y universal. ¿Qué supone caminar hacia Teror? Una respuesta es que equivale a perpetuar y representar un contrato social que nos une como pueblo por encima de los intentos de polarización, con la resina de la empatía, la búsqueda de oportunidades compartidas, el respeto mutuo y la solidaridad. Hoy nos toca defender estos valores que han brotado naturalmente a lo largo de la historia del interior del tronco de la sociedad grancanaria, tan aguerrida como el propio pino canario.
Así caminamos, en viva alegoría de lo que caracteriza a nuestra isla. Cada persona viene desde su barrio, su pueblo, su loma, su barranco, su enclave costero. Proceden de distintas realidades sociales y sin duda ideológicas. Pero el destino es el mismo, como lo es la sensación generalizada de formar parte de un acontecimiento y un sentimiento común que desborda ampliamente los límites del egoísmo. Seguimos hoy una senda centenaria en la que celebramos lo que hemos sido, lo que somos y lo que queremos ser. Y debemos seguir haciéndolo, dejando huella, para que el rastro a seguir no se confunda en la maleza que crece a su alrededor.
La edición de 2025 del Pino encarna un año más la mezcla atlántica de tradición, innovación, integración y emoción que caracteriza a Gran Canaria. Y es sobre todo una expresión de unidad que se plasma de manera gráfica en la llegada de carretas procedentes de todos los municipios, junto a la del Cabildo, esta vez con una ofrenda para la ‘Madre Tierra’, como agradecimiento campesino por las cosechas. Esa imagen de unión nos sirve de inspiración en la coordinación de políticas para afrontar los grandes retos de la isla, así como del conjunto de acciones que mejoren la vida de la población con el liderazgo del Cabildo. Cualquier dispersión sería un grave error que nos debilitaría. Curiosamente, este sentido de la importancia del grupo, de la isla, está presente en las crónicas históricas. También el llamado ‘Libro de los Milagros de la Virgen del Pino de Teror’ se centra en los episodios que proporcionaban un bien generalizado.
La historia es una urdimbre. Un telar en labor permanente. Sobre todo, en el caso de Gran Canaria, una trapera milenaria a la que seguimos añadiendo nuevas y coloridas piezas. Por eso resulta tan pertinente la muestra ‘Los hilos del ayer’ organizada en el contexto de la fiesta por el Cabildo. Igualmente, el Pino es encuentro y reflejo de la condición de la isla como puente entre culturas. El XXXIII Festival Folclórico acoge manifestaciones musicales de Gran Canaria, Tenerife, La Graciosa y El Hierro. La grandeza que emana del pequeño timple en el primer pasacalle que se celebra en Canarias de este instrumento muestra a la perfección que el archipiélago necesita una voz propia, socialmente comprometida, que suene con claridad para reclamar derechos y alzarse en espacio de diálogo, sostenibilidad y progreso social. Mientras, el Certamen Teresa de Bolívar concitará voces y sones de ambas orillas en memoria de la mujer del Libertador de América, nieta de una familia de Teror. Del otro lado del tiempo y del océano, en una ola que ayuda a despejar la orilla, resuenan las palabras de Simón Bolívar cuando señaló que la patria compartida por las personas de honor es “proteger los derechos de los ciudadanos y respetar el carácter sagrado de la Humanidad”.
Todo esto y mucho más es el Pino. Un manantial invisible cuyo caudal riega nuestras aspiraciones, igual que lo hizo la fuente de agua situada en la base del árbol mágico. Por eso el Cabildo estuvo en el origen de la Romería Ofrenda y en la actualidad es parte esencial de la organización del programa de actos de la mano del Ayuntamiento de Teror. La fiesta nos brinda además la oportunidad de renovar la fe en la comunidad y en los objetivos comunes.
Pasarán los festejos. Regresará el discurrir cotidiano. Pero aquel pino que cayó sin caer continuará proporcionando sombra, con un influjo donde prevalece el sentimiento de unión, en el sentido más profundo de la palabra, aquel que sitúa el bien común y la cohesión social en lo más alto, sobre la espadaña del templo. Esta premisa marca y define el proyecto de Ecoísla que impulsa el Cabildo con convicción, resultados y objetivos inaplazables para avanzar en las soberanías hídrica, alimentaria y energética, el progreso sostenible compatible con la protección del medio ambiente y, sobre todo, de las personas, especialmente de las que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad y a las que debemos acompañar. Sostenibilidad medioambiental, social y económica, plena inclusión, innovación, ciencia, diversificación económica, justicia social, paz, derechos humanos, derecho internacional, igualdad, libertad. Nadie puede quedar atrás. Y menos en este camino.
El mito del agua que fluía de la base del pino fabuloso entraña el desvelo de toda una isla, que buscó en sus profundidades la que no caía del cielo. Sí, agua, proyectos, ilusiones, esperanza y progreso frente al barrizal que quieren extender quienes en lugar de propuestas de mejoría social solo aportan negatividad y destrucción social agitando la xenofobia, el rencor y la mentira. Usan sin reparo la desgracia ajena para levantar sus púlpitos, con escaso éxito en la isla, pero sin que esto deba hacer que bajemos la guardia. La verdadera fe, los buenos sentimientos y la tradición abierta de Gran Canaria son nuestra fortaleza frente a estas corrientes retrógradas. También la resiliencia de nuestra gente, la misma que hizo que rescataran parte del árbol caído para tallar la Cruz Verde y mantener en pie lo realmente crucial: la creencia, la lucha, la conexión, el símbolo.
Solemos referirnos a estos tiempos como tormentosos. Y lo son. Quiero finalizar recordando otra leyenda, la del marinero que aseguró haber salvado la vida en una tormenta en alta mar tras apaciguar las aguas lanzando al mar una piña recogida en el lugar donde había aparecido la Virgen del Pino, según el relato rescatado por el historiador Gustavo Alejo. Volvamos a lanzarla al océano. Y no abandonen el camino. No retrocedan. Mantengan sus principios en pie. No caeremos. No callaremos.
Acudimos para celebrar, pero también para renovar el compromiso de seguir apostando por los grandes valores que han hecho de esta tierra una referencia y un lugar de atracción para quienes aquí nacimos o elegimos vivir. Somos gente solidaria que busca que todas las personas vivan con dignidad y en igualdad de condiciones. La determinación y el coraje han permitido que superemos los grandes desafíos que a lo largo de la historia hemos afrontado. Nos gusta innovar, estar en la vanguardia tanto de la ciencia, de la técnica como del arte y la cultura y apreciamos y cultivamos la canariedad como seña de identidad que nos hace originales en el gran concierto de las sociedades modernas. Acudimos a Teror para afianzar estas raíces que nos han hecho crecer.
Tenemos futuro porque tenemos historia. Un golpe de viento quebró la calma en la espesura aquel 3 de abril de 1684. Fue el primer aviso de un vendaval que no tardó en hacer temblar la arboleda con su aullido. Tumbó matos, malogró cosechas, echó por tierra algún muro y techumbre que se sostenían en precario equilibrio, como un milagro cotidiano. Tampoco pudo resistir su ímpetu el majestuoso pino canario de más de cuarenta metros de altura donde, según la tradición, hizo su aparición la Virgen del Pino.
Se cuenta que volcó sin estrépito, en lento adiós, sabedor de su inmortalidad, con la dignidad de las entidades llamadas a pervivir en la memoria de los pueblos. Cayó el árbol. Pero persiste el sentimiento de comunidad que se construyó durante siglos a sus pies y que constituye un elemento esencial de la identidad de Gran Canaria.
Hoy soplan con fuerza otros vientos. Y comprobamos a diario que resultan más amenazadores. Vienen de lejos, desde los cuatro puntos cardinales, arrastrando sombras y malos augurios. Barren el mundo entero y pretenden derribar valores y avances sociales que ha costado décadas e incluso siglos conseguir. Quieren sustituir las raíces a partir de las cuales ha ramificado una sociedad insular abierta, solidaria, unida y progresista por simientes de odio, retroceso y división.
En este contexto, creo pertinente que nos hagamos una pregunta, a la vez íntima, colectiva y universal. ¿Qué supone caminar hacia Teror? Una respuesta es que equivale a perpetuar y representar un contrato social que nos une como pueblo por encima de los intentos de polarización, con la resina de la empatía, la búsqueda de oportunidades compartidas, el respeto mutuo y la solidaridad. Hoy nos toca defender estos valores que han brotado naturalmente a lo largo de la historia del interior del tronco de la sociedad grancanaria, tan aguerrida como el propio pino canario.
Así caminamos, en viva alegoría de lo que caracteriza a nuestra isla. Cada persona viene desde su barrio, su pueblo, su loma, su barranco, su enclave costero. Proceden de distintas realidades sociales y sin duda ideológicas. Pero el destino es el mismo, como lo es la sensación generalizada de formar parte de un acontecimiento y un sentimiento común que desborda ampliamente los límites del egoísmo. Seguimos hoy una senda centenaria en la que celebramos lo que hemos sido, lo que somos y lo que queremos ser. Y debemos seguir haciéndolo, dejando huella, para que el rastro a seguir no se confunda en la maleza que crece a su alrededor.
La edición de 2025 del Pino encarna un año más la mezcla atlántica de tradición, innovación, integración y emoción que caracteriza a Gran Canaria. Y es sobre todo una expresión de unidad que se plasma de manera gráfica en la llegada de carretas procedentes de todos los municipios, junto a la del Cabildo, esta vez con una ofrenda para la ‘Madre Tierra’, como agradecimiento campesino por las cosechas. Esa imagen de unión nos sirve de inspiración en la coordinación de políticas para afrontar los grandes retos de la isla, así como del conjunto de acciones que mejoren la vida de la población con el liderazgo del Cabildo. Cualquier dispersión sería un grave error que nos debilitaría. Curiosamente, este sentido de la importancia del grupo, de la isla, está presente en las crónicas históricas. También el llamado ‘Libro de los Milagros de la Virgen del Pino de Teror’ se centra en los episodios que proporcionaban un bien generalizado.
La historia es una urdimbre. Un telar en labor permanente. Sobre todo, en el caso de Gran Canaria, una trapera milenaria a la que seguimos añadiendo nuevas y coloridas piezas. Por eso resulta tan pertinente la muestra ‘Los hilos del ayer’ organizada en el contexto de la fiesta por el Cabildo. Igualmente, el Pino es encuentro y reflejo de la condición de la isla como puente entre culturas. El XXXIII Festival Folclórico acoge manifestaciones musicales de Gran Canaria, Tenerife, La Graciosa y El Hierro. La grandeza que emana del pequeño timple en el primer pasacalle que se celebra en Canarias de este instrumento muestra a la perfección que el archipiélago necesita una voz propia, socialmente comprometida, que suene con claridad para reclamar derechos y alzarse en espacio de diálogo, sostenibilidad y progreso social. Mientras, el Certamen Teresa de Bolívar concitará voces y sones de ambas orillas en memoria de la mujer del Libertador de América, nieta de una familia de Teror. Del otro lado del tiempo y del océano, en una ola que ayuda a despejar la orilla, resuenan las palabras de Simón Bolívar cuando señaló que la patria compartida por las personas de honor es “proteger los derechos de los ciudadanos y respetar el carácter sagrado de la Humanidad”.
Todo esto y mucho más es el Pino. Un manantial invisible cuyo caudal riega nuestras aspiraciones, igual que lo hizo la fuente de agua situada en la base del árbol mágico. Por eso el Cabildo estuvo en el origen de la Romería Ofrenda y en la actualidad es parte esencial de la organización del programa de actos de la mano del Ayuntamiento de Teror. La fiesta nos brinda además la oportunidad de renovar la fe en la comunidad y en los objetivos comunes.
Pasarán los festejos. Regresará el discurrir cotidiano. Pero aquel pino que cayó sin caer continuará proporcionando sombra, con un influjo donde prevalece el sentimiento de unión, en el sentido más profundo de la palabra, aquel que sitúa el bien común y la cohesión social en lo más alto, sobre la espadaña del templo. Esta premisa marca y define el proyecto de Ecoísla que impulsa el Cabildo con convicción, resultados y objetivos inaplazables para avanzar en las soberanías hídrica, alimentaria y energética, el progreso sostenible compatible con la protección del medio ambiente y, sobre todo, de las personas, especialmente de las que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad y a las que debemos acompañar. Sostenibilidad medioambiental, social y económica, plena inclusión, innovación, ciencia, diversificación económica, justicia social, paz, derechos humanos, derecho internacional, igualdad, libertad. Nadie puede quedar atrás. Y menos en este camino.
El mito del agua que fluía de la base del pino fabuloso entraña el desvelo de toda una isla, que buscó en sus profundidades la que no caía del cielo. Sí, agua, proyectos, ilusiones, esperanza y progreso frente al barrizal que quieren extender quienes en lugar de propuestas de mejoría social solo aportan negatividad y destrucción social agitando la xenofobia, el rencor y la mentira. Usan sin reparo la desgracia ajena para levantar sus púlpitos, con escaso éxito en la isla, pero sin que esto deba hacer que bajemos la guardia. La verdadera fe, los buenos sentimientos y la tradición abierta de Gran Canaria son nuestra fortaleza frente a estas corrientes retrógradas. También la resiliencia de nuestra gente, la misma que hizo que rescataran parte del árbol caído para tallar la Cruz Verde y mantener en pie lo realmente crucial: la creencia, la lucha, la conexión, el símbolo.
Solemos referirnos a estos tiempos como tormentosos. Y lo son. Quiero finalizar recordando otra leyenda, la del marinero que aseguró haber salvado la vida en una tormenta en alta mar tras apaciguar las aguas lanzando al mar una piña recogida en el lugar donde había aparecido la Virgen del Pino, según el relato rescatado por el historiador Gustavo Alejo. Volvamos a lanzarla al océano. Y no abandonen el camino. No retrocedan. Mantengan sus principios en pie. No caeremos. No callaremos.
*Antonio Morales es Presidente del Cabildo de Gran Canaria. (www.antoniomoralesgc.com)