En estos días, todas las organizaciones y partidos políticos se encuentran en plena vorágine de propuestas de candidatos y completando la confección de candidaturas para las elecciones autonómicas y locales del próximo 24 de mayo, cuyas listas tendrán que presentarse, aproximadamente, entre el 15 y 20 de abril.
Las legítimas aspiraciones de los afiliados y simpatizantes por quedar bien situados y con opciones de resultar elegidos, en muchas ocasiones, hacen aflorar tensiones, empujones, codazos y traspiés entre compañeros con más frecuencia de lo que sería deseable. Estos comportamientos solo incrementan el desánimo y la desafección de la ciudadanía hacia la política.
Y este proceso pone en evidencia cuánto tienen que mejorar los partidos. Un mal del que no se libran las nuevas formaciones políticas. Sin embargo, esos forcejeos serían perfectamente evitables si los grandes partidos, desde hace muchos años, hubieran hecho adecuadamente sus deberes, aprobando el tantas veces demandado sistema de listas abiertas. Pero aprobar eso supone reducir fuertemente el poder efectivo de los "aparatos de los partidos". Y éstos, nunca han estado dispuestos a plantear siquiera semejante posibilidad en el Parlamento.
Tal es así, que ha sido mucho más fácil modificar la Constitución que cambiar la ley electoral. Y ello, a pesar de las grandilocuentes e hipócritas manifestaciones del bipartidismo sobre las enormes dificultades para proceder a la reforma constitucional. Los "aparatos del partido" no están dispuestos a ceder ni un ápice de su poder. Por eso, en este país lo que hay es una partitocracia.
Si la ciudadanía pudiese elegir libremente entre los candidatos propuestos en las diferentes listas electorales, sería totalmente irrelevante el orden de los candidatos en las mismas y los partidos se ahorrarían las periódicas tensiones internas cada vez que se acercan los procesos electorales, a la vez que la democracia, evidentemente, resultaría reforzada.
Por otra parte, los partidos del bipartidismo (en Canarias, tripartidismo: CC, PP y PSOE) tratan de justificar su inmovilismo ante el sistema electoral, alegando la posible inestabilidad de un Parlamento pluripartidista que generaría dificultades para garantizar la estabilidad política.
Ante este razonamiento habría que responder que en una democracia representativa los parlamentos deben ser fiel reflejo de la realidad de la sociedad. Y si la sociedad es ideológicamente plural, en los parlamentos debe estar representada esa pluralidad que los sistemas electorales actuales tienen secuestrada.
Y si un parlamento plural exige más capacidad de diálogo, más dedicación y más esfuerzo para llegar a acuerdos y alcanzar pactos con otros grupos, justo en eso consiste el trabajo de los parlamentos. Y es eso lo que la ciudadanía exige a sus representantes: no levantarse de las sillas hasta llegar a acuerdos y cerrar pactos en verdadero beneficio del interés general.
Una democracia productiva sería aquella que obligara a los políticos al diálogo permanente para alcanzar acuerdos, mediante una dedicación exclusiva a su trabajo, en el que se le exigiera productividad y responsabilidad, como a cualquier ciudadano en el ámbito laboral de su empresa. Por tanto, sí al pluripartidismo y sí a la reforma de la ley electoral por un sistema proporcional puro y no a la Ley D'Hont.
Sin embargo, a pesar de todo y en las circunstancias actuales, es reconfortante observar, a nivel del Estado, el paso al frente dado por relevantes personalidades con cierto prestigio y liderazgo social, que han optado por el compromiso político desde distintas opciones.
Destacamos la personalidad de la veterana ex-magistrada Manuela Carmena, aspirando a la Alcaldía de Madrid; la periodista y escritora Ángeles Caso, que aspira a la Alcaldía de Oviedo; el poeta y catedrático Luis García Montero, aspirante a la Presidencia de la Comunidad de Madrid; el ex-rector y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, Ángel Gabilondo, que aspira también a la Presidencia de la comunidad madrileña; el actor catalán Juanjo Puigcorbé, candidato número dos al Ayuntamiento de Barcelona; el actor y director teatral Albert Boadella, también muy implicado políticamente en Barcelona, etc.
Y entre los jóvenes, también es destacable entre las diferentes opciones la incorporación en unos casos, y la continuidad en otros, de una generación muy interesante de treintañeros, como Pablo Casado, Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Teresa Rodríguez, Albert Rivera, Ada Colau, Íñigo Errejón, Patricia Hernández, etc.
Esta mezcla entre la experiencia de los ya veteranos de reconocido prestigio social y la nueva generación que emerge y se implica políticamente, seguro que traerá a esta país, más temprano que tarde, un vendaval de aire fresco que conllevará otra manera de hacer política. Somos optimistas y no perdemos la esperanza.
Y es que uno no quiere vivir en la resignación. Vivir muerto en vida es lo peor que le puede pasar a un ser humano. Por lo que uno quiere creer que todo aquello que no han sido capaces de resolver los actuales y denostados políticos profesionales, lo enfrentarán los jóvenes con su desparpajo y temeridad juvenil.
O como ha escrito el periodista Arturo González: "Lo de los desahucios es tan fácil como aplicar la legislación europea; y lo de la calefacción consiste en hablar con las compañías eléctricas para que pongan tarifas accesibles para los necesitados y si no se avienen se les aplica la Constitución, expropiándolas o creando una empresa pública que lo solucione y eso no tiene nada que ver con el socialismo comunista. Y para los gastos, basta con que la presión fiscal española se equipare a la media europea, que tampoco tiene nada que ver con el comunismo y el miedo".
Esta nueva generación de políticos tendrá que enfrentarse al reto de limpiar este país de la basura de la corrupción, deberá devolver la economía a su justo lugar en la sociedad, colocándola al servicio de la política y de los ciudadanos para generar empleo y riqueza. Y todo ello, promoviendo una activa y directa participación de los ciudadanos en los importantes asuntos que les afectan.
Se trata de un proceso de largo recorrido que, posiblemente, aunque con dificultades, se haya iniciado en Andalucía. Trazamos, finalmente, una breve pincelada sobre los resultados de las elecciones andaluzas. Y lo primero que se evidencia es el claro y rotundo triunfo del PSOE. pero no olvidemos que Andalucía es un territorio tradicionalmente socialista, por lo que sus resultados no deben extrapolarse sin más al resto del Estado.
El PP se ha convertido en el gran perdedor de las elecciones y empieza a recibir la cosecha de lo que ha sembrado en los últimos años por todo el Estado. También se ha visualizado que a donde acude Rajoy, su apuesta electoral pierde irremisiblemente. Recordemos también su visita electoral a Grecia.
En cuanto a Podemos, su éxito es indiscutible, aunque sus expectativas electorales fueran más altas. Y se ha podido constatar que por mucho que ellos lo quieran disimular, el electorado los identifican ideológicamente con la izquierda homologable a Izquierda Unida, a quien está devorando.
Por otra parte, Ciudadanos es la otra derecha alternativa al PP, de quien se alimenta electoralmente y que obtenido un gran éxito, convirtiéndose en la gran sorpresa de estas elecciones.
Por último, Izquierda Unida "ha salvado los muebles", pero se encuentra muy malherida y está siendo absorbida por Podemos. Su situación es precaria.
*Fernando T. Romero es miembro de la Mesa de Roque Aguayro.