17 de mayo de 2020

Opinión: 2019-2020, el invierno más seco del siglo en el Sureste de Gran Canaria

Domingo, 17 de mayo.

Antonio Estupiñán*
A nivel general, conviene recordar que los gases contaminantes, la proliferación de los incendios, así como los múltiples residuos que vierten a los océanos las grandes industrial, están cargándose lentamente nuestra atmósfera, llegando incluso más allá de la estratosfera, y que conlleva a un calentamiento global de uno a tres grados, provocando que los polos se derritan, con el consiguiente peligro de elevación de las aguas del mar y las lamentables consecuencias para las personas que vivan en zonas costeras.
De nada sirven las conferencias mundiales por el cambio climático si nunca solucionan nada de cara al incierto futuro medioambiental que ya estamos padeciendo y en el que la climatología advierte la expansión desértica, la escasez de lluvia y, en sentido contrario, la proliferación de grandes trombas de agua, tormentas tropicales y huracanes, con el consiguiente reguero de calamidades y vidas humanas que se llevan.
A nivel local, en Gran Canaria, especialmente en la Comarca del Sureste, el pasado invierno 2019-2020 ha resultado ser el "más seco, uno de los más calurosos y el que más polvo en suspensión hemos padecido en los últimos cien años.
La climatología asociada a la meteorología ha dado un serio traspiés a esta Comarca en régimen de lluvias y es bien cierto que en los últimos cien años han habido años lluviosos, sobre todo entre 1920 y 1960, pero a partir de esa época, y hasta este pasado invierno, las lluvias han ido cada vez a menos y, de no ser por el milagro de las potabilizadoras, los habitantes de la isla y, especialmente, los de Agüimes, Ingenio y Santa Lucía, lo hubiésemos pasado "canutas".
Sobre el tema de las lluvias hemos de recordar al carrizalero Agustín Ramírez Alemán, que en una entrevista realizada por el autor de este artículo en 1991, así como en un libreto titulado "Carrizal. Apuntes para la historia", recordaba que fue testigo de un famoso temporal de viento y agua en enero de 1926.
Ramírez Alemán señalaba que aquel mes,con tiempo del sur, estuvo lloviendo fuertemente durante una semana y que los expertos de la época cifraban en 500 litros por metro cuadrado, que desbordaba los barrancos de Guayadeque, que estuvo casi tres meses con un gran caudal de agua, Los Aromeros, Balos y Santa Lucía de Tirajana.
En la década de los 50 también hubieron fuertes lluvias del suroeste, que rompía los badenes de Agüimes y Carrizal, y dejaba los almacenes de empaquetado de tomates, especialmente el de el exportador Juliano Bonny Gómez, en Las Majoreras, sin fruta durante días por la rotura de los citados puentes y el caudal de agua que impedía el paso de los camiones cargados de cajas de tomates de los cultivos del sur.
En esa década vinieron los primeros avisos de años de sequía y polvo en suspensión sahariano, así como las célebres invasiones de langosta que hicieron mella en todos los cultivos del Sureste entre 1954 y 1958.
Sobre la climatología, hemos de mencionar al gran meteorólogo en el Aeropuerto de Gando, entre 1952 y 1970, Antonio Naya, que ofrecía sus predicciones también en la entonces Radio Atlántico, en el que señaló en multitud de ocasiones que Canarias, en el futuro, iba a sufrir mucho con la escasez de agua de lluvia por culta de los tiempos desfavorables del caliente y cercano Desierto del Sáhara.
Si exponemos criterios meteorológicos y climatológicos de los últimos cuarenta años en la Comarca del Sureste, llenaríamos muchas páginas, pero ha quedado demostrado que el pasado invierno ha sido el más seco, caluroso y en el que se recibió en más de veinte ocasiones la embestida del fatídico polvo en suspensión sahariano, que obligó en una ocasión, incluso, a cerrar los aeropuertos de las islas ante la densidad y escasa visibilidad provocada por lo que en África conocen como el Simún del Desierto.
Los canarios sufrimos este pasado invierno lo nunca visto en polución, que añadido a las pocas lluvias caídas, siendo la Comarca del Sureste la menos beneficiada de la tan necesaria agua de lluvia, aunque sin sufrir la necesidad gracias a la distribución de agua de mar potabilizada que nos alivió y solucionó las necesidades de la población.
Si tuviéramos que depender del agua del cielo, parte de nuestra población tendría que emigrar. Menos mal que tenemos una privilegiada zona de vientos alisios donde los parques eólicos producen electricidad y solución al presente y el futuro, un hecho defendido en incontables ocasiones por el que fuera gran alcalde de Agüimes, y hoy presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales.