Acampada en Sol contra la corrupción en España (J. Vargas) |
Roque Aguayro
La corrupción ejercida desde cualquier ámbito de la sociedad supone un ataque frontal a la democracia. Transparencia Internacional ha venido denunciando reiteradamente cómo la corrupción aumenta cada día en el mundo y cómo España escala cada vez más posiciones en el ranking. En 1993, la Declaración de París advertía que habría que realizar enormes esfuerzos para que la corrupción "no se extienda en el corazón del poder".
La vida cotidiana de este país está siendo salpicada en estos últimos tiempos por la corrupción. En el epicentro, siempre la corrupción política, esa ambiciosa guadaña de la democracia que decapita la credibilidad de los partidos políticos y las instituciones. En los últimos días estamos asistiendo, entre abochornados y preocupados, al fraude de los ERE de Andalucía, desde donde se tejió una trama de estafas con el dinero que debían percibir las personas desempleadas. En este caso tiene como protagonista al PSOE, que ya vio como a finales de los años ochenta fueron condenados algunos de sus miembros por el asunto Filesa, un entramado diseñado para financiar ilegalmente al partido.
Pero el PP nunca se ha quedado atrás. Todos los antiguos responsables de las finanzas del PP, excepto uno, han sido imputados en casos de corrupción. Así, asistimos todos los días a informaciones sobre el entramado del caso Gürtel, los sobres con sobresueldos, las comisiones de Luis Bárcenas, las empresas que financiaban al partido de manera cuestionable...
En vez de propiciarse un gran pacto de Estado para reconducir y analizar la situación, vemos como el "y tú más" se adueña de la realidad. En vez de aprovecharse el Debate sobre el Estado de la Nación para profundizar, analizar y buscar soluciones a este problema, todos asistimos perplejos a un cruce de acusaciones frustrantes.
Mientras se limitan las libertades y los derechos y se empobrece la sociedad para satisfacer al orden económico mundial, los grandes partidos políticos españoles excavan cada día una fosa más profunda en la que están enterrando las ilusiones de la ciudadanía y la democracia. Y no parecen darse cuenta de que la lejanía de los ciudadanos de las urnas y de la política que están propiciando se está tornando en rechazo y rabia que pueden explotar en cualquier momento en una convulsión social de peligrosas consecuencias.
Roque Aguayro vuelve a hacer una llamada a la regeneración de la democracia. A repensar esta democracia que se nos está yendo de las manos. A hacer majo y limpio con la corrupción y los corruptos que sustituyen la ética en el ejercicio de la administración de lo público para defender intereses, particulares o de casta, que destruyen la esperanza colectiva.