Sábado, 30 de marzo.
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Yacimiento arqueológico de Los Letreros de Balos |
La Provincia (Juanjo Jiménez)
Hace miles de años, cuando Gran Canaria estaba en su baño maría volcánico, una colada de magma se enfrió de golpe en el centro del actual Barranco de Balos, dejando sobre el enorme lecho del cauce unas hojas abiertas de basalto con las que los antiguos canarios hicieron un libro.
El libro de Balos, un gigantesco tomo de 600 metros de largo, 20 de ancho y unos 10 de altura, en los que se suceden los grabados antropomorfos y, los más sorprendentes aún grabados líbico-bereberes, cuyo significado están aún por resolver.
Desde los lejos, desde los corrales de cabras que da entrada al monumental Barranco de Balos, se erige este incunable al igual que la espina dorsal de un pez semienterrado, y en cuyos quiebros "los grabados se escapan y se camuflan con las luces y las sombras", según describió en 1971 el filósofo y catedrático en Prehistoria y Arqueología, Antonio Beltrán, en el primer estudio científico que se realizó en el yacimiento.
El lugar, fuera de toda ruta de piche conocida, y que se rumbia en todoterreno sobre los grandes callaos que se han ido albondigando por el agua de milenios, está tal cual lo vivieron aquellos pintores y escritores, formando un pequeño monumentalismo que cubre la vista hasta el Barranco de La Angostura, la Montaña del Teral y la boca del Barranco del Roque, que viene de Temisas. Y, en medio, Los Letreros, con su fenomenal estructura que sería una inevitable golosina para los antiguos, como hoy lo es para los contemporáneos.
Pegarse a la piedra es la máquina del tiempo. Para que carbure el mecanismo hay que aclimatar los ojos y enfocar la mirada. Lo realmente visible son los grafitis de los frikis modernos. Algunos del siglo XIX, como el que firma un tal Monroy en 1857, y así sucesivamente hasta los años 80 del pasado siglo, que es cuando se perimetra el conjunto con un vallado. Una vez calibrada en condiciones la vista..., la fiesta: Arriba, entre dos grietas, allí hay uno. Es un hombre, con los brazos abiertos, allá otro con un contundente falo. Y pegados, unos grafemas en vertical.
Visto el primero, algunos apenas una intuición sobre la piedra bermeja, aparecen decenas, uno detrás de otro, alguno superponiéndose entre ellos, que se iluminan como si empezaran a revelarse cuando detectan movimiento.
Julio Cuenca, arqueólogo de la empresa Propac, adjudicataria de su investigación y musealización, invita a "entender el complejo rupestre del Valle de Balos como una gran biblioteca de imágenes y textos que forman documentos grabados en piedra, mensajes dejados por nuestros antepasados, por los antiguos canarios, que aún no han sido descifrados ni comprendidos, pero que están ahí. Son documentos únicos, añade, que están en el mismo sitio donde fueron dejados hace dos mil años o puede que más, ya se verá cuando se empiecen a obtener muestras para ser datadas".
Porque ocurre que a Balos aún le falta la gran piedra Roseta, la trascendental clave de cúpula que descifre el lenguaje.
Los intentos para encontrar una semántica y gramática que permita encontrarle sentido a esas consonantes, según explica Cuenca no hay vocales, han sido infructuosos, y si bien la doctora en Filología, Renata Ana Springer Bunk, sostiene que "los grabados constituyen el desarrollo de uno de los capítulos de esta inmensa obra pictográfica que el hombre ha plasmado sobre las rocas del desierto y de las montaña africanas, resulta ser efectivamente una síntesis que describe su principal esencia", también establece que existen "demasiadas diferencias para que fuera lícito asumir los valores de cualquier alfabeto y transliterar a partir de ellos caracteres canarios".
De tal forma que ha sido imposible que los tuaregs a los que se ha invitado a leer algunos pictogramas hayan podido entenderlos..., de momento, porque la búsqueda continúa cruzando los pictogramas con los hallados en las demás islas, e indagando con un equipo altamente especializado en el tifinagh, el alfabeto de muchas lenguas bereberes que entroncan con el antiguo líbico-bereber.
Cuenca y su equipo iniciaron en 2010, por mandato del Cabildo de Gran Canaria, las primeras prospecciones arqueológicas que se hayan realizado en Balos tras fichar meticulosamente, con sus coordenadas geográficas y la proyección cartográfica UTM cada uno de los pictogramas de una primera parte, la que se denomina sector 1, y en la que existen 7 estaciones con casi 88 paneles, diez de ellos descubiertos el pasado año, con grabados rupestres. "Es como si se estuviera en la Alta Edad Media, con la copia de todos los manuscritos que pudieran encontrarse". Queda pues, Balos para rato.
Ahora rastrea arqueológicamente en el perímetro, donde la piedra ha sido invadida por la arena de los años, en busca de los indicios orgánicos que pueda ayudar a datar la fecha de la "obra" mediante la prueba del carbono 14.
Para abrir el apetito, en una de las partes enterradas, se ha encontrado una estela con formas alfabéticas, y esto es solo el entrante.
El arqueólogo camina de las estación 7, situada a poniente, a la estación 2, a naciente, por el veredo que rodea el conjunto. Se sucede de nuevo el relato mudo: aquí, un hombre con una mano enorme; allí, una hilera de letras; allá, un dibujo geométrico incomprensible. Cuenca para en seco. Casi hablándole a las piedras: "Vamos a conocer tu tiempo. De eso no tengo duda".