Lunes, 31 de enero.
Borges afirmó que la lectura siempre es anterior a la escritura. Y resulta razonable ese juicio que forma parte dilecta de la redención de los libros. En efecto, eso adujo por su Historia universal de la infamia, un libro compuesto por ensayos de cuentos que salían de citas precisas (lectura) y desde las que Borges formó los acuerdos que resultaron (escritura).
¿Qué es leer? Es el traslado sustancial de un individuo hacia el libro, libro que no obtiene vida sin esa operación. Y ese movimiento lo es en su integridad, de pensamiento, de sensaciones, de memoria..., de todo. De lo cual se deduce que el tránsito hacia lo otro es irrevocable. Y de ahí la conclusión: toda lectura se aviene en reescritura.
¿Qué es la crítica? En sustancia el ejercicio ensayístico lo que hace es administrar los principios de solidaridad que ya hemos visto. Y de ello es de lo que se nutre Soltadas. Uno de Victoriano Santana Sanjurjo.
¿Con qué fundamentos actúa el autor? Con la literatura y la condición de la literatura. Mas la literatura como alternativa. De donde, lo que existe es distinto a la letra. En ello reside el acurdo axiomático: la letra confirma, la letra sentencia, cualifica y sustancia. En esa instancia se verifica que, estando los dos mundos en estadios opuestos, lo escrito transforma al real. Así operó Platón, así operó Nietzsche, así operó Shakespeare, así Cervantes... ¿Por qué? Porque se aplicaron por la instancia del valor. Valor del compartir, cual laberinto labrado para adentrarse en él y recorrer el espacio en tiempo desde la primer letra hasta la última para salir pletórico tras compartir el ingenio que lo creó.
Ese es el coste supremo que en este libro se encuentra, y se encuentra en su más absoluto rigor, sin juegos, sin renuncias, sin distracciones, en su más implacable y certera radicalidad. Porque su autor, Victoriano Santana Sanjurjo, actúa así, en puridad, en responsabilidad.
¿Cómo procede el autor? Por estrategia; en toda escritura crítica, la estrategia. Victoriano Santana Sanjurjo se adjudica aquí patrones encontrados pero suplementarios. En primer lugar, los sujetos de escritura a los que se refiere, llámense Emilio González Déniz, Anna Staronibets, Alexis Ravelo… Esos sujetos lo son en su integridad, en su cabalidad. Para que se comprenda la peripecia, me detengo en un ejemplo del libro: el I Premio de Novela Breve “Pancho Guerra” (del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana). El agraciado: Javier Sachez García (de Badajoz). La obra: Manual de pérdidas.
¿Qué hacer? En primer lugar, el autor. Con ello arma en circunstancia el trance expreso que se extiende del año 2003 al año 2017. En ese estado, cuentos premiados, poesía, novela corta… ¿Por qué severidad en ello se detiene el ensayista? En primer lugar un dato trascendental: el acomodo del signo al largo trayecto por el desierto del aprendizaje; en segundo lugar lo que hermana al autor y al analista: la creación que no solo es sublime sino imparcial, meritoria y cabal. Tanto que eso lee el crítico en atención al protagonista, ese otro del Borges que escribió el “Poema de los dones”: la literatura es ver, la literatura es por ver. ¿Pero…? Literalmente: «Dentro de poco tiempo no podré realizar ninguna de esas tres tareas [leer, valorar, conservar el libro]. Una enfermedad [la ceguera y…] me va a impedir leer y entender lo que leo».
Literatura en juego, literatura al lado del gran juego.
¿Qué queda? La constatación, la aclamación de lo sustancial. Para el autor de Manual de pérdidas, dos libros, uno que la crítica poco considera porque es el libro de ensayos de cuentos que dio paso a los excepcionales Ficciones y El Aleph, es decir, Historia universal de la infamia de Jorge Luis Borges y la novela que elevó hasta la cumbre al prontamente desaparecido Luis Martín Santos, esto es, Tiempo de silencio. Con ellos la fundación suprema, la instauración que clama por la claridad del autor y del ensayista, el libro que se repite innumerables veces en las páginas de Soltadas: el Quijote.
Ese es el precio, lo que arma al autor. Y en ese punto el análisis de la obra, la proclamación explícita en lectura sucinta, extensa, detallada y primorosa.
Esa es la maniobra conclusiva. Ya se dijo: imposible apartar del escrito al sujeto que se abisma en lectura en el escrito, como imposible es apartar del escrito al sujeto de la creación por el escrito, o lo que es lo mismo, Victoriano Santana Sanjurjo, tan presente en su libro como los sujetos a los que se refiere en su libro, para informar de lo que deduce y por qué deduce, para declarar lo que incardina y culmina y cómo, por el dicho valor, eso que ha de aclamase. En semejante trama, lo irrefutable: la condición estética, el alto aprecio de lo analizado en novela o en poesía, y los sentidos manifiestos de la construcción, eso que hace accesible el escrito al lector y lo manifiesta en su integridad.
Para eso se mueve el ensayista. Por ejemplo, en 1, El reloj de Clío, la proclamación ordenada y por partes manifiestas del acceso, accesos con títulos manifiestos, como manifiestos y sustanciales son los títulos que componen las partes de todo del libro: (1) “Un principio. Siete apuntes para siete búsquedas”; (2) “Apunte 1. Sobre la estructura”; (3) “Apunte 2. Sobre la metaliteratura y la intertextualidad”; (4) “Apunte 3. Sobre el autor, el protagonista y los narradores”; (5) “Apunte 4. Sobre el tiempo”; (6) “Apunte 5. Sobre la velocidad y la verosimilitud”; (7) “Apunte 6. Sobre el espacio”; (8) “Apunte 7. Sobre las máximas de maestro”; y (9) “Un final. Sobre los destinatarios”.
¿Qué aduce Victoriano Santana en crítica? Exactamente lo que la novela es: un compendio no solo semántico, no solo de acontecimientos sino el sumario de lo que la manifiesta: el aparato funcional, aparato en el que se perciben tantas instancias de sentido como los que se tienen por asuntos temáticos. Ahí los modos, las maneras del narrar (autobiografía en Lazarillo u homodiégesis en Demonios, de Dostoieevski), la estructura, la datación del tiempo y el espacio (los cronotopos, Bajtín), el porte de la verosimilitud, la palabra en busca de lector o eso que la novela no repudia, preguntarse sobre sí misma (como adujo Quijote).
¿Qué explica Victoriano Santana? Insisto: la dicha literatura. Todo desde la estricta condición expresiva que se ajusta de manera severa por la excelente formación en oficio del autor. Porque eso es lo que proclama la crítica y se ha de proclamar: sujeto dotado para desvelar con criterio la tensión.
Por eso cabe la pregunta: ¿en qué se detiene Victoriano Santana Sanjurjo en Soltadas? En lo que ya me detuve y en otro aspecto a subrayar (cual asimismo se aclaró), el libro. Con el libro, uno de los ajustes más meritorios del texto, un acto de suprema valentía no usual para el caso: el autor se encuentra con y frente a la novedad más eximia, lo último de lo último. E (insisto) no tiene miedo, porque uno de los asuntos más supremos del acto es eso que defendió el gran Antonio Tabucchi: no tenerle miedo a la literatura. Así, en las páginas a las que aludo se encuentran dilucidaciones sobre lo más nuevo de García Déniz (El reloj de Clío), de Anna Staronibets (Tienes que mirar), Alexis Ravelo (Un tío con una bolsa en la cabeza), etc. Insta el autor aquí a lo que la lectura es y a lo que la lectura proclama públicamente por razonar, por fijar, por dejar ver lo que ultima la voz personal, singular en la fábrica de respuestas con pericia.
Pero esta no es sola la instancia de la literatura, siendo (sin duda) el eje principal, la guía que actualiza. Otros factores se avienen. Por ejemplo que la literatura es pública y se aviene a premios o a la difusión. De ahí los ciclos sobre literatura canaria de Telde, la dilucidación sobre el Día de las Letras Canarias o… Eso en su punto como en su punto están los homenajes manifiestos: Samper Padilla o, de manera especial, por lo que el autor que viene comporta para el ensayista, el fantástico excurso sobre Cervantes que es “Para una despedida de Cervantes”. Como digo, ahí la literatura como asiento. Y el autor la toma como experto que es. De donde, Cervantes en sí y en su tiempo; Cervantes que funda la maravilla. Por lo cual Quijote y por qué Quijote, de dónde Quijote, cómo Quijote. Y ahí todos las recreaciones permisibles. El esparcimiento del real con el real, el esparcimiento de la ficción, el esparcimiento exclamativo de la construcción de dobles, dobles que se manifiestan por encontrarse lejos de la aporía que los designa, que los somete, es decir, Quijote frente a Alonso Quijano.
Y en esa estampa de multiplicación el autor manifiesta lo que se ha de dominar, de constatar, lo que el fenómeno es. Así, en el primer capítulo, apartado 7, se explaya: “Sobre la búsqueda de la fama”, “Sobre el éxito en una creación literaria”, “Sobre la dificultad de ser originales”, “Sobre la soledad del creador”, etc. Porque eso es la literatura. Igual que lo que significa para un autor las obra precisas que lo arrinconan (Javier Sáchez García): Tiempo de silencio, el Quijote, La montaña mágica, El llano en llamas (Rulfo), Ulyses (Joyce), El hacedor (Borges)… Porque eso es la literatura (apuntó el argentino), el abrigo de múltiples remiendos, el escritor ahora sujeto a las centenares de plumas que anotaron la inmortalidad.
Pero tampoco queda ahí la cosa. La reflexión puede ser más sumisa y abrir una espita sustancial. Reposa aquí la condición reflexiva sobre el particular que es y que se adentra en una preocupación de futuro que no sabe el autor si se completará o si se dejará de ajustar. En este punto se encuentran las “Muestras para un diccionario sadalónico”. La contundencia y la precisión son el fuerte. Ahora bien, asumido ello desde la condición particular, singular, desde la condición expresa de autor: “Animación literaria”, “Articulaciones”, “Cervantista”, “Cervantófilo”, “Composición literaria”, “Composición lectora”, “Escritores”, “Filolojear”, “Hábito lector”, “Incompletitud”, etc., etc.
Eso fija Victoriano Santana Sanjurjo. Ahí el albor; albor en conocimiento, en completitud, en acuerdo, en brío por determinar la maravilla, por explicar la conmoción.
Y con ello el título: Soltadas. Uno. En dos instancias: el título en sí y a lo que el título remite.
El término en que se detiene la palabra es el verbo "Soltar", que cuenta con significado preciso en español: "desatar o desceñir", "dejar ir o dar libertad", "dar salida a lo que estaba detenido o confinado". Procede del verbo latino soltare y hay una frase al respecto que en traducción puede ayudar: «No te apresures a apartarte de su presencia, ni permanezcas ante él en actitud desafiante, porque harás lo que su rostro quiera». Lo cual determina la constatación del “dejar”. Por una razón: lo que se deja determina al pasado, la cosa que fue y se separó del ser; pero (cual recuerda la frase transcrita) lo apartado pesa y puede interferir en el sujeto de renuncia. A lo que apuntaría este soltar es a la operación de lectura (que es apropiación del escrito) y que con la exposición crítica sale del lector, se suelta, se libera, para dejarse ver y compartirse. La cuestión entonces remite a la asunción del ser que alega la lectura y al receptor del alegato de la lectura. En este caso lo que intermedia entre ambos. En especial, el libro, la lectura a que remite uno y con el que se encuentra el otro. Ahí la caterva del “soltar”, el “soltar” para que otro encuentre; o lo que el lo mismo, autor que libera, lector que descubre. En ello el tino mismo de la acción crítica.
La segunda cuestión a ponderar es a lo que el título remite. Nos encontramos con el uno, esto es, nos topamos con la primera entrega de lo que se prevé un camino (a fuer incluso largo) del autor. Esta es la primera vez, lo que anuncia nuevas acometidas. Lo cual remite a lo que es Soltadas en esta instancia manifiesta: reflexión en progreso. A ello remite el autor; eso proclama el título.
Y todo ello nos hace deducir: un libro excepcional, un libro que deja ver lo que debe ser la crítica y cómo debe ser la crítica. También pondera el texto otra cosa esencial: cuál es el poder de la lectura y cómo articula la lectura su poder.
Libro aguerrido, sincero, directo y sustancial; un libro extraordinario.