Antonio Morales*
El sistema capitalista, que adoptó su carácter más depredador a lomos de un neoliberalismo sin bridas, impuso a nivel planetario un modelo sin parangón de desequilibrios, sometimientos y sobreexplotación de los recursos. La crisis, provocada por sus enormes ambiciones y actuaciones sin escrúpulos, ha puesto a este planeta, en lo económico y en lo social, al borde del abismo.
Desde distintos sectores de la sociedad mundial se alzan voces proponiendo alternativas de desarrollo diferentes basadas en un modelo sostenible que procure la equidad, la justicia social y el respeto al medio ambiente. En el Sureste de Gran Canaria no andamos ajenos a esta preocupación, y desde hace muchos años venimos trabajando en un proyecto de desarrollo sostenible pegado a la realidad de nuestro territorio y de nuestra gente.
Desde distintos sectores de la sociedad mundial se alzan voces proponiendo alternativas de desarrollo diferentes basadas en un modelo sostenible que procure la equidad, la justicia social y el respeto al medio ambiente. En el Sureste de Gran Canaria no andamos ajenos a esta preocupación, y desde hace muchos años venimos trabajando en un proyecto de desarrollo sostenible pegado a la realidad de nuestro territorio y de nuestra gente.
Cada año, en nuestra Comarca organizamos encuentros internacionales en los que procuramos sentar a nuestra mesa a los más acreditados expertos en la búsqueda de opciones de futuro respetuosas con la naturaleza. El último ha tenido lugar hace unos días. Fueron unas Jornadas que, dentro del marco del Programa de Acción Integral para la Sostenibilidad Socioeconómica del Sureste, pretendían investigar, analizar y formar en alternativas y estrategias de creación de empleo e integración económica. Se trataba de buscar la forma de hacer posible el desarrollo económico, en un plano de igualdad, de la población que hoy vive en Ingenio, Santa Lucía y Agüimes y, a la vez, de implementar mecanismos de empatía capaces de generar procesos de identificación, vinculación y solidaridad como vías para potenciar la participación y la cohesión social.
Se trataba, en resumen, de profundizar en un proyecto de economía sostenible que tuviera su sustento en el codesarrollo, el cooperativismo, la financiación alternativa, el comercio justo y el consumo responsable.
Desde nuestra realidad queremos propiciar, con la participación de todos, un modelo colectivo de trabajo y de intercambio de experiencias y de búsqueda de una alternativa de desarrollo que sabemos que no podemos conseguir sin aunar esfuerzos, aunque tenemos el convencimiento de que sólo desde lo local, desde lo más cercano, se podrá ir tejiendo un tapiz compartido de ideas y proyectos de largo alcance y mejores resultados.
Según el Índice de Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, 1.000 millones de personas viven en un nivel de extrema pobreza, con menos de un dólar al día; 1.500 millones lo hacen con menos de 2 dólares al día y lo llaman pobreza moderada; y a 2.500 millones de personas las incluyen en una situación de pobreza relativa, lo que significa que apenas un 16% de la población mundial vive al margen de la pobreza.
Somos conscientes de que, en estos momentos, en este planeta, los desequilibrios y desigualdades se recrudecen de una manera virulenta. Así, la FAO acaba de anunciar que el hambre en el mundo ha alcanzado el record histórico de 1.020 millones de personas que la padecen a diario, y que la crisis silenciosa del hambre supone un serio riesgo para la paz y la seguridad mundial. A todo esto se suma que 870 millones de personas no saben leer ni escribir; más de 10 millones de niños mueren cada año en los países pobres; 1.000 millones de personas no tienen agua corriente; 2.600 millones carecen de redes de saneamiento adecuadas...
Al tiempo, el deterioro del planeta, fruto del consumismo voraz, el caos energético, el agotamiento de los recursos (el agua, los suelos fértiles y los mares) y del cambio climático que hace desaparecer especies vegetales y animales y pone en riesgo a la humanidad, avanza a un ritmo sin freno, hasta el punto de que el Fondo Mundial de la Naturaleza advierte que, de seguir a este ritmo, en el 2030 necesitaríamos dos planetas, o lo que nos dice La Royal Society de Londres y 18 Premios Nobel acerca de que apenas nos quedan cinco minutos de vida, si calculamos como un día completo la historia de la civilización humana.
Por eso ahora, más que nunca, más urgentemente que nunca, se necesita un cambio de modelo que profundice en el desarrollo sostenible, en la economía sostenible, que, vuelvo a repetir, sólo puede abrirse paso desde políticas y acciones inmediatas y cercanas: desde el ámbito de lo local.
Y todo ello, para hacer posible que la equidad, la solidaridad y la redistribución de la riqueza sean un bien tangible; que la justicia social y la igualdad ante la Ley de todos los ciudadanos sea un logro plenamente democrático; que se propicie una alternativa al consumismo devastador que rompa con las desigualdades sociales; que se apueste por una banca pública y un control internacional de los paraísos fiscales que protegen la venta de armas, las drogas, las guerras y la corrupción; que garantice una revolución energética que desde el ahorro y la eficiencia haga posible la sustitución de las energías fósiles por energías limpias; que favorezca una revolución agrícola y alimentaria que empiece por el autoconsumo y continúe por un comercio justo; que permita la existencia de una democracia real en lo económico y en lo político; que haga de la educación un instrumento imprescindible para la formación, la igualdad en el acceso a las oportunidades de desarrollo personal y profesional; que profundice en los valores humanos y éticos; que combata el debilitamiento y el desprestigio de lo público frente a los poderes opacos del poder económico; que defienda todos aquellos derechos que nos hacen ser personas libres para expresarnos, para creer, para pensar; que gane espacios reales de participación en la vida pública y en la toma de decisiones colectivas para la ciudadanía, como expresión suprema de un sistema democrático.
Durante décadas, la derecha ha jugado a ser cómplice del sistema neoliberal que exprimió el capitalismo hasta hacernos sudar sangre; la socialdemocracia les siguió el juego de hacer del mercado el altar de todos los sacrificios. La consecuencia terrible del agotamiento de lo público y de la incapacidad de los gobiernos para cambiar el rumbo de las cosas, nos debe hacer recapacitar. La solución no puede pasar por un cambio de imagen ó por la reunión de un club de prepotentes en torno a una mesa de 8 ó de 20, da lo mismo, se trata de hacer posible un sistema de gobiernos fuertes, respaldados por sus ciudadanos, desde propuestas políticas atractivas, comprometidas, fiables y transformadoras. Ese es el reto para los progresistas del siglo XXI. Casi nada.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes.