Jueves, 27 de octubre.
Fernando T. Romero*
Antes
del 20-D los debates que predominaban giraban en torno a la corrupción, el
paro, la precariedad laboral, los desahucios, los bajos salarios, la estafa eléctrica
y la pobreza energética, las ayudas a la dependencia, la sanidad pública, etc. Y
después, desaparecieron de la agenda mediática los problemas de la gente.
Estos
temas ya no vendían y progresivamente fue calando el mensaje gubernamental de
la recuperación económica y de la salida de la crisis. Y el enfado y el miedo
de las clases medias fue mutando hacia un estado de ánimo que se refleja en expresiones
como el “no vamos tan mal”, “por lo menos he conseguido un contrato” o “no
vayamos a peor”. Y el PP lo ha bordado al conseguir que esa idea conformista e
inmovilista haya calado en la ciudadanía.
Pero la
realidad es tozuda y los problemas de la gente siguen ahí. Los partidos
tradicionales desean que hablemos de las “cosas” de los políticos: de los
debates entre partidos y dentro de los partidos, de la estabilidad del gobierno
o genéricamente de la regeneración democrática. De esta manera tejen la imagen
de que “todos somos iguales”, justo cuando la ciudadanía padece las mayores
cotas de desigualdad. En definitiva, nos atrapan en su tela de araña.
Durante
el corto mandato de Pedro Sánchez, si lo comparamos con el periodo anterior,
los socialistas lograron importantes cuotas de poder, aunque más por su política
de pactos que por una recuperación significativa del voto (gobiernan en siete
comunidades autónomas y en cuatro de ellas con el apoyo de Podemos). En medio
de todo, como sabemos, surgió el huracán Podemos, pero Sánchez resistió a duras
penas la competencia directa en su espacio electoral.
Tras el
golpe de mano del primero de octubre, que supuso el derrocamiento de Pedro Sánchez,
el asturiano Javier Fernández resultó elegido Presidente de la Comisión Gestora
y se convirtió en flamante máxima autoridad del PSOE con la clara pretensión de
conducir a los socialistas a la abstención, objetivo alcanzado el pasado
domingo.
De esta
manera, el proyecto socialista de transformar la sociedad continúa, pero ahora
siendo cómplice del PP en sus recortes, en sus políticas de austericidio, en
sus mentiras a la ciudadanía y en su corrupción.
El PSOE
sigue reafirmando su voluntad de partido mayoritario con vocación de gobierno,
pero si excluye a Podemos y a los nacionalistas, tendrá que decir alguna vez si
piensa gobernar a perpetuidad con el PP.
Sin embargo,
peor que llevar a Rajoy a La Moncloa, es haberlo hecho sin haber escuchado a su
militancia. Y eso alguna factura le pasará a los socialistas, ya que
deliberadamente han expulsado a aquellos votantes que son incompatibles con la
sumisión al PP. Ha sido todo un detalle de un partido que no anda precisamente
sobrado de respaldo electoral.
Por otra
parte, los mimos y caricias de los voceros de la derecha a este PSOE
domesticado debería ser un motivo grave de preocupación y no de tantas satisfacciones y alegrías.
El
profesor José Antonio Pérez Tapias, decano de Filosofía de la Universidad de
Granada, es un cualificado militante y miembro del Comité Federal del PSOE que compitió con Pedro Sánchez a la
Secretaría General. Recientemente ha escrito sobre lo ocurrido en el Partido
Socialista en los últimos meses. La secuencia que hace de los hechos y su
interpretación de los mismos resultan reveladores. A continuación trascribimos
algunos de los párrafos más representativos:
“Las
maniobras conspiratorias que desembocaron en el golpe de mano que acabó con Sánchez,
tenía por objeto propiciar una abstención del grupo parlamentario socialista
para que de nuevo la derecha llegue al poder”. Y sigue, “La indignación de la
militancia sube hasta cotas desconocidas ante tanto decir y hacer de las
maneras más injustificables. Y la perplejidad de la ciudadanía no alcanza límites”.
Y continúa,
“Y cuando el drama llega a su fin, la imagen que ofrece la Comisión Gestora
(actual dirección del PSOE) es la de personas interpuestas para consumar una
operación de engaño. Con un déficit de legitimidad, la Comisión Gestora en vez
de volcarse a preparar un congreso extraordinario y a buscar vías de encuentro
para apaciguar las tensiones internas, se ha dedicado a tomar partido
unilateralmente a favor de quienes emprendieron la tarea de acoso y derribo del
Secretario General".
Este
apoyo 'pasivo' mediante la abstención, pero apoyo en definitiva al candidato de
la derecha, da a entender que el anterior despliegue del 'no a un gobierno del
PP' no pasó de ser puro ejercicio de simulacro. Todo indica que se estuvo en el 'no' por puro cálculo electoralista, por pose izquierdista sin convicción, de
manera tacticista para que en determinado momento se asumiera la inviabilidad
del 'no' y pasar a propugnar una
abstención favorable a la derecha.
Pero
cuando se vislumbró que Pedro Sánchez podía ir más allá, aunque solo fuera el
mero intento de un pacto con Podemos ampliado a fuerzas nacionalistas, saltaron
las alarmas del aparato del Partido Socialista llamando a rebato para una
operación de bloqueo que tenía que consumarse con éxito, aunque supusiera dañar
la imagen del PSOE o propiciar escisiones.
Poderes
fácticos intraestatales y extraestatales, presionando desde fuera y desde
dentro del partido se dispusieron a reventar el PSOE con tal de que, de ninguna
manera, se pusiera en entredicho (se cuestionara) la economía que se ha venido
aplicando y sus consecuencias sociales.
El PSOE
ha pretendido aparentar no tener interés en un acuerdo con la derecha, cuando
de hecho es lo que estuvo buscando desde meses atrás, ya sea invocando la 'gran
coalición' o abogando por permitir el gobierno de la lista más votada.
El desvelamiento
del guión seguido hasta el desenlace final es lo que ha hecho que se dispare la
indignación de la militancia que se ha puesto en pie para, por lo menos,
expresar su protesta. Ésta con su reacción ha puesto en evidencia la enorme
distancia entre la base del partido y la cúspide de sus órganos de dirección y
el errar sin rumbo en que se encuentra el PSOE”.
Evidentemente,
no es la versión oficial de los actuales regidores del partido, pero su
descripción coincide con la percepción que muchos ciudadanos tienen del proceso
desarrollado en el seno del PSOE.
Finalmente,
solo recordar que José Saramago murió creyendo que vivíamos el momento histórico
en que más sistemas democráticos convivían al mismo tiempo a escala mundial.
Pero añadía que no servían de nada, porque en realidad el mundo ya era
gobernado por trasnacionales, cuyos consejos de administración no eran
sometidos al sufragio universal. ¿Se podría pensar que el PSOE actual se acerca
algo a lo que se entiende por un lobby?
*Fernando T. Romero es profesor de Secundaria.