Martes, 23 de junio.
Antonio Morales*
La sucesión de acontecimientos que estamos viviendo ha desplazado del sentir colectivo algunos hechos históricos recientes. Pronto hará un año que el Paisaje Cultural de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria fue declarado por la Unesco como Patrimonio Mundial y no hemos podido celebrarlo adecuadamente, ni vivirlo como la decisión trascendente que implica al proyectar hacia el mundo nuestra riqueza arqueológica y reforzar el valor de nuestra cumbre y de un territorio que identifica a Gran Canaria.
Pero necesitamos romper esa inercia negativa y lo estamos consiguiendo con esfuerzo, coordinación entre instituciones y voluntad firme de recuperar la normalidad en nuestra isla. Así el pasado viernes se ha abrió al público en Artenara la reproducción de la cueva de Risco Caído en su Centro de Interpretación.
Los objetivos importantes cuesta conseguirlos. Pero la réplica de la cueva 6 de Risco Caído que inauguramos el viernes nos reafirma en que podemos alcanzar en Gran Canaria las grandes transformaciones que necesitamos si trabajamos unidos en proyectos colectivos y si resistimos los momentos difíciles.
Más de 700 años de historia nos contemplan. Es el tiempo que aproximadamente ha transcurrido desde que los primeros pobladores de estas tierras trabajaron con sus manos la cueva 6 del yacimiento arqueológico de Risco Caído así como las otras veinte cavidades excavadas en la margen izquierda de Barranco Hondo, hasta que la Unesco declaró esta obra de los antiguos canarios como un patrimonio común de toda la humanidad.
Se trata del vestigio de una civilización insular que aislada y sin conocimiento del metal, evolucionó hasta configurar una de las culturas más avanzadas de su tiempo. El almogarén o cueva ritual es una manifestación única en la Tierra, un complejo ingenio óptico que proyecta el sol en una de las paredes de la cámara principal, muestra de un lenguaje visual insólito para estas culturas. Es prueba también de unos conocimientos de matemáticas y astronomía que aún sorprenden en nuestros días.
Pero la Unesco no ha reconocido exclusivamente el monumento arqueológico troglodita, sino el paisaje cultural, el resultado de la acción del desarrollo de actividades humanas en un territorio concreto, una realidad compleja derivada de la interacción armónica del ser humano con su entorno. Los antiguos canarios nos legaron su enorme capacidad para aprovechar de manera sostenible los recursos naturales de los que disponían, legado que durante siglos los habitantes de estas tierras han sabido conservar y evolucionar sin recibir, hasta hoy, el reconocimiento que merecían.
Ganadería, agricultura, alfarería, panadería, gastronomía, recursos hídricos, construcciones, senderos, etc. constituyen algunas de las manifestaciones casi innumerables de las diferentes formas que ha adoptado la cultura y que han ido modelando este paisaje rural. Un patrimonio en constante evolución que nos ofrece muchas de las respuestas que necesitamos para afrontar el reto de definir para el futuro un modelo de desarrollo sostenible y respetuoso con nuestro medio natural, nuestras tradiciones y nuestra cultura.
El centro de interpretación en el que se encuentra la neocueva es una de las piezas centrales en el modelo de gestión del paisaje cultural que debe convertirse en un ejemplo mundial de cuidado y divulgación del patrimonio histórico, de sostenibilidad y de buenas prácticas. Debe ser también el eje de un cambio en el modelo turístico, transitando hacia uno de mayor valor añadido, vinculado a nuestra riqueza cultural y natural, que oferte experiencias genuinas proporcionadas por los actores locales. Un turismo que nos diferencie y sobre todo que contribuya a mejorar las rentas y la calidad de vida de las personas que habitan la cumbre y a cuyo tesón y trabajo les debemos el reconocimiento de la Unesco.
Y para hacer realidad ese nuevo modelo, contamos con una nueva herramienta, el Instituto de Risco Caído y la Reserva de la Biosfera, que por primera vez implantará un modelo de gestión integral para estas dos figuras cuyos valores son compartidos y que afectan a prácticamente el mismo territorio. Supondrá un salto cualitativo sin precedentes para la cumbre y medianías altas de Gran Canaria.
Pero este nuevo tiempo ya se está haciendo real a través del proyecto “La Cumbre Vive” puesto en marcha tras los desgraciados incendios del pasado verano. Se trata de una manera innovadora de promover el fortalecimiento de la cohesión social integrando el medio rural y el medio urbano con el objetivo de alcanzar un ecosistema resiliente frente a los incendios, los efectos del cambio climático y los desafíos que confronta Gran Canaria. Un proyecto que ya se está haciendo realidad con un presupuesto de 5 millones de euros que ascienden a 13 si contabilizamos las cantidades destinadas a la reposición de infraestructuras afectadas por el fuego.
La cumbre tiene que ser sinónimo de tradición, conservación y cultura, pero también de innovación y de desarrollo. Por eso estamos trabajando con el Instituto Geográfico Nacional para buscar un emplazamiento adecuado y respetuoso con el medio, el paisaje y el patrimonio mundial para el radiotelescopio que medirá movimientos tectónico y la afección del calentamiento global en los océanos, una infraestructura científica de primer nivel internacional que nos ayudará en nuestro objetivo de convertir a Gran Canaria en una referencia mundial de la investigación y la lucha contra el cambio climático.
La declaración de Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña como Patrimonio Mundial de la Humanidad fue un éxito histórico resultado del esfuerzo colectivo de toda la sociedad y las instituciones de Gran Canaria y del conjunto de Canarias. El Cabildo de Gran Canaria, el Gobierno de España a través del Ministerio de Cultura, el Gobierno de Canarias, los ayuntamientos de Artenara, Tejeda, Gáldar y Agaete, la población de estos municipios y la comunidad científica, dieron un ejemplo de que, cuando somos capaces de crear un consenso y trabajar para el bien común, podemos conseguir los objetivos que nos propongamos. Las enseñanzas extraídas de esta experiencia deberían servirnos como inspiración para afrontar la recuperación tras la difícil situación en la que nos encontramos.
La inauguración del facsímil de la cueva estaba prevista para principios de año, pero la terrible pandemia que ha golpeado a toda la humanidad, nos obligó a posponerlo hasta el pasado viernes, y aun así no se pudo realizar en las condiciones que teníamos previstas. Me gustaría que el acto de esta semana fuera también la inauguración simbólica de un nuevo tiempo alejado de la normalidad insostenible que estaba llevando al conjunto del planeta y a Canarias a una situación límite en la que los efectos del cambio climático comienzan a ser irreversibles.
Risco Caído es una expresión valiosa de la cultura y del esfuerzo colectivo de las mujeres y hombres de Gran Canaria. Lo siente y aprecia nuestro pueblo. Por eso vivimos una sensación de satisfacción plena, de alegría compartida cuando se produjo la declaración y la votación en Bakú. El centro de interpretación viene a completar estos años de esperanza, de ilusión y de profesionalidad. Tenemos razones para la alegría y para sentir un sano orgullo de ser herederos de este gran territorio.
Tenemos la oportunidad de derribar muchas de las barreras que durante décadas nos han separado y han frenado nuestro progreso. Es un puente entre el mundo rural y el urbano, un puente entre generaciones, entre nuestra historia y nuestro modelo futuro, entre progreso y sostenibilidad. La humildad, la dedicación, el trabajo y la paciencia de quiénes durante siglos han trabajado las tierras y han ido construyendo el paisaje nos inspiran para labrar día a día, acción a acción, la ecoisla en la que deseamos convertir a Gran Canaria.
La neocueva, núcleo del centro de interpretación, es un trabajo extraordinario que reproduce a escala real y con fidelidad milimétrica la cueva Nº 6 del Yacimiento Arqueológico, y sumergirá al visitante en esa experiencia mágica que supone visitar ese templo aborigen y contemplar el espectáculo de luz tal y como lo concibieron los antiguos canarios. Es emocionante pensar que miles de personas cada año contemplarán el legado de nuestra cultura indígena y se llevarán esos conocimientos y ese recuerdo a todos los rincones del mundo. Y también pensar en los cientos de miles de canarios y canarias que a través de este centro profundizarán y conectarán con sus orígenes y sus antepasados.
Nos encontramos en un momento histórico crucial y las decisiones que tomemos en los próximos años van a marcar el devenir de las próximas décadas. Y me llena de esperanza compartir este momento con ustedes y comprobar que Gran Canaria afronta esta encrucijada desde la reivindicación de su milenaria cultura, símbolo de la convivencia entre los seres humanos y su entorno. Que contamos con un modelo propio abierto y plural, que no renuncia a abrirse al mundo y a ser referencia para luchar por un futuro de sostenibilidad, justicia social e igualdad. Y al mismo tiempo vive con pasión la conservación y valoración de una cultura que nos identifica y nos hace singulares.
Quiero agradecer personalmente a José de León, Julio Cuenca, Cipriano Marín, Carlos Ruiz, Oswaldo Guerra y tantísima gente que, desde el área de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo, con la colaboración de otras instituciones y científicos, trabajaron durante años intensamente para hacer posible que contemos con el reconocimiento de ser patrimonio de la humanidad.
Retomamos el pulso con esta inauguración. Recuperamos las sensaciones de confianza y de orgullo que la Declaración como Patrimonio Mundial generó entre nosotros hace ahora un año y nos permite renovar el compromiso de avanzar hacia la isla que abraza tradición y futuro.