7 de mayo de 2013

Opinión: "La 'movilidad exterior' de los jóvenes"

Martes, 07 de mayo.

Antonio Morales*
A principios de febrero de este año escribí un artículo en este medio (¿Qué les queda a los jóvenes?) en el que expresaba mi preocupación por los durísimos datos de la EPA, recién publicada en aquel momento, que hablaban de un alarmante aumento del desempleo juvenil, superior al 51% de media. Señalaba el gran fracaso de la política y la democracia que, como dice la OIT, habían permitido el drama de una generación perdida; habían frustrado las ilusiones de decenas de miles de jóvenes preparados y las de unos padres que constatan que están legando a sus hijos una vida peor que las suyas. Un gran fracaso que está propiciando el éxodo de miles de jóvenes que, como muchos españoles en el siglo XIX y en la segunda mitad del XX, se ven obligados a abandonar su país para mendigar trabajos en precario en distintos lugares de Europa y del mundo.
Para los responsables políticos del PP, sometidos a los poderes económicos que no paran de pedir “miniempleos” para utilizarlos como mano de obra barata, esta situación se debía a los “impulsos aventureros de la juventud”, como señaló Marina del Corral, Secretaria General de Inmigración y Emigración, o a una fuga de cerebros “que nunca puede ser considerada negativa en un mundo globalizado”, según el Ministro de Educación. Quizás por esa indolencia sufrieron una reprimenda de la UE por haber retrasado seis meses un plan que facilitaba el empleo a 500 jóvenes españoles al año a través del proyecto “Tu primer empleo” del programa Eures. Sí, Bruselas ofreció al Estado español casi un millón de euros en mayo de 2012 a cambio de que España aportara el 5%, apenas 50.000 euros, pero, de manera increíble, el proyecto no se pudo poner en marcha hasta seis meses después, rozando la caducidad, porque el Ministerio de Trabajo no tramitó el expediente a tiempo.
Y como hacen siempre que se ven contra las cuerdas, un mes más tarde Mariano Rajoy anunciaba, en compañía de los sindicatos mayoritarios, que se prestaron al juego, un plan contra el paro juvenil (Estrategia de Empleo Joven y Emprendimiento, lo llamó) que hablaba de la vuelta a los estudios de la ESO, de formación, de un nuevo contrato eventual, de contratos en prácticas, de autoempleo, etc. Como es habitual en su proceder, pretendía hacernos comulgar con ruedas de molino. El presidente popular aprovechó la ocasión para vendernos la moto de que la propuesta quería llegar a un millón de jóvenes para “rescatarlos de la desesperanza” y que la idea marcaría “un antes y un después” para el empleo juvenil. Hablaba de unas inversiones que no superarían apenas los 580 millones anuales, cantidad en la que incluía incluso las bonificaciones a los contratos, reducciones de cuotas y ambigüedades e inconcreciones con formulaciones genéricas sin ningún tipo de contenidos. En el fondo se trataba de una apuesta sin cortapisas por el trabajo temporal, la precariedad laboral, la inseguridad vital, los salarios bajos y la flexibilidad de los contratos para los jóvenes.
Pero, un mes y pico más tarde, de nuevo la EPA desmonta este andamiaje de decorados hueros para hacernos topar con la peor de las realidades. En apenas un trimestre el desempleo juvenil se ha situado en el 57,22% (un 60% en el caso de los hombres) y alcanza la cifra real de casi un millón de parados juveniles. Por detrás de Grecia, España es el segundo país europeo con más jóvenes en paro y desde el comienzo de la crisis la tasa se ha multiplicado por tres. En Canarias, los jóvenes desempleados menores de 24 años suponen un porcentaje de casi un 70%, y alrededor de 40.000 chicos y chicas de esta tierra se han tenido que ir al extranjero para procurarse la subsistencia. Aproximadamente 400.000 jóvenes españoles han emigrado porque han tenido que hacerlo para buscarse la vida (muchos de ellos sometidos a la explotación y la economía sumergida) y andan por ahí miles de universitario, los que trabajan en su profesión son los menos, limpiando, haciendo de freganchines, de camareros…
También hace unos días, la Fundación Alternativas ha presentado un estudio demoledor: “Emancipación juvenil en tiempo de crisis”. Para su autor, el doctor en Sociología Alessandro Gentile, el “escenario crítico” al que se enfrentan los jóvenes españoles por la falta de medidas por parte del Gobierno y por la incidencia de la crisis es un problema muy grave. Al generar una cantidad importante de jóvenes muy cualificados que es incapaz de asumir, “la sociedad está preparándolos para la precariedad”. La paralización de la economía está provocando una alteración del relevo generacional, lo que cuestiona el futuro del Estado de Bienestar, y los miniempleos en precario “pueden ser una trampa” que impida una salida viable para la juventud. “Salir del país se ha convertido en un activo para los jóvenes, pero quién pierde es España: no se puede perder de vista a estos cerebros a la fuga (…) Una realidad dramática para muchos españoles que tienen mayor arraigo territorial que ciudadanos de otros países”, afirma.
Increíblemente, para la Ministra de Trabajo, Fátima Báñez, en esa tergiversación del lenguaje a la que nos tienen acostumbrados, la salida desesperada de miles de jóvenes que no encuentran trabajo en su país se llama “movilidad exterior” y hace unos días Esperanza Aguirre afirmaba que la fuga de jóvenes al extranjero es “motivo de optimismo” ya que por “primera vez en la historia de España hay jóvenes cualificados trabajando en otros países”. No se puede condensar mejor en apenas tres frases el desprecio hacia los ciudadanos y sus problemas; la prepotencia con la que se actúa; la ineptitud para reconocer y asumir su incompetencia para hacer frente a las dificultades que padece la ciudadanía; la carencia absoluta de sensibilidad para los que están soportando lo peor de la crisis; el ninguneo y la tomadura de pelo con la que tratan a los afectados… Y encima pretenden trasladarnos la idea de que tenemos que agradecerles sus políticas.
Incapaces de desarrollar estrategias alternativas que generen ilusión y empleo, ahora se agarran, como a un clavo ardiendo, al fondo europeo recién aprobado en Bruselas que destina 6.000 millones de euros a lo largo del septenio 2014-2020 al fomento del empleo juvenil (una cantidad irrisoria según Rubalcaba). El plan pretende garantizar que cualquier menor de 25 años reciba una oferta laboral a los cuatro meses de haber abandonado su anterior puesto de trabajo o el sistema educativo. Nos lo fían bien. Como para creérselo. Sobre todo cuando la ministra Báñez afirma que España tiene los “deberes hechos” gracias al bluf de la Estrategia de Empleo Joven y Emprendimiento aprobada hace unos meses.
No nos puede extrañar en absoluto que los jóvenes, a los que les hemos dejado un futuro de miniempleos, precariedad laboral, falta de salidas profesionales, estudios universitarios sin horizontes y emigración, se muevan en todas las encuestas entre la apatía y la desconfianza hacia la política y las instituciones; que muchos se dejen atrapar, hartos, por el nihilismo, el conformismo, el narcisismo, la evasión de los botellones, la añoranza de una infancia acogedora y segura, la quejas sin más en los Twitter y compañía (Dejad de lloriquear. Meredith Haaf. Ed. Alpha Decay); que otros permitan que la crispación y la rabia se adueñen de sus sentimientos; que los que siguen creyendo en la democracia, no se sientan ni representados ni escuchados; que en casi un 50% piensen en la abstención a la hora de votar… Pero frente a esto, a Mariano Rajoy solo se le ocurre pedirles, pedirnos, paciencia y aceptación sumisa de todo lo que nos echen.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes. (www.antoniomorales-blog.com)