Miércoles, 23 de septiembre.
Victoriano Santana*
Confieso que, en el mejor de los casos, no lo entiendo; y que, en el peor, no lo llevo bien. Sé que a todos les ha de importar muy poco o nada lo que sienta o deje de sentir sobre la cuestión, y no puedo culparles por ello ni pedirles que se sumen a la causa; pero, insisto, eso de que los docentes funcionarios de carrera que ejercen su función en centros públicos de educación infantil, primaria y secundaria manden a sus hijos a centros privados o concertados, pues, la verdad, ni lo entiendo ni lo llevo bien.
No entiendo cómo alguien que trabaja para la enseñanza pública de manera estable, que ha superado un procedimiento selectivo y que, en consecuencia, ha demostrado un nivel elevado de cualificación profesional no acepta que sus hijos sean formados por docentes como él.
No entiendo cómo alguien permite que otros ciudadanos puedan llegar a la lógica conclusión de que la enseñanza pública es un desastre porque ese funcionario de carrera docente y otros como él llevan a sus hijos a centros privados o concertados: «¿Ves cómo la enseñanza pública va mal? Si él, que trabaja en un centro público, lleva a sus hijos a un centro privado (o concertado)…».
No entiendo esta decisión que menoscaba lo que uno es, que mancha el buen quehacer que se les presupone como profesionales de la docencia al servicio de la enseñanza pública. ¿Acaso no creen en las virtudes de la educación en la que intervienen activamente? ¿Acaso han olvidado la diferencia entre lo que son los receptores que poseen la condición de usuarios y los que no pasan de ser clientes? ¿Todos los que trabajan en la enseñanza pública lo hacen mal (incluidos ellos)? ¿Qué autoridad para contribuir con la mejora de esta enseñanza de todos para todos tiene alguien que trabaja para la enseñanza pública, pero que no la apoya porque prefiere que sus hijos se eduquen en centros privados o concertados?
No lo entiendo y, lo reconozco, no lo llevo bien. No lo llevo bien porque tengo la impresión de tener en casa al enemigo, de formar parte de un colectivo en el que no todos reman en la dirección que considero adecuada: la de proteger, mejorar, difundir y consolidar los servicios públicos; los servicios que nos integran, nos cohesionan y velan por ese Estado del bienestar colectivo que hemos de cuidar si queremos progresar como sociedad hacia un mundo mejor (1).
(1) Como ven, nada digo de los docentes interinos porque, al fin y al cabo, imparten docencia donde les dejan. No veo incoherencia en que trabajen para la enseñanza publica y escojan centros privados o concertados para la educación de sus hijos.
*Victoriano Santana es Doctor en Filología Española, profesor de Secundaria, escritor y editor.