Lunes, 4 de enero.
Javier Lozano (Religión en Libertad)
En el último decreto de la Congregación para las Causas de los Santos se recogían, entre otras, las virtudes heroicas del sacerdote agüimense Antonio Vicente González (1817-1851), conocido como el "buen pastor canario", pues nació, realizó su ministerio y murió en este archipiélago.
De este modo avanza el proceso de beatificación de este ya Venerable, cuyo testimonio es actual, ahora más que nunca, pues fue un joven mártir de la caridad al entregar su vida por los más pobres y enfermos durante una epidemia de cólera.
Tras conocerse la decisión de roma, el nuevo Obispo de Canarias, Monseñor José Mazuelos, explicaba que la figura de "este sacerdote entregado" es totalmente "actual en medio de esta pandemia que estamos viviendo y nos anima a todos a seguir dando y ayudando, siendo generosos con los enfermos, siendo generosos con los pobres".
Mazuelos añadió que "lo importante es ver un sacerdote joven que no tiene miedo a acoger a los más pobres, a los enfermos y al final morir por la transmisión del cólera".
Ahora Roma investiga el posible milagro que de ser aprobado haría beato al padre Antonio y el propio prelado de Canarias asegura que este posible milagro, la curación sin explicación científica de una persona sufría un proceso degenerativo, habría sucedido entre 2005 y 2006.
Según se cuenta, una familia de Gran Canaria se encomendó a este sacerdote para que intercediera ante Dios por la curación de uno de sus hijos, aquejado de un aneurisma de cuarto grado que le mantuvo dos meses en coma.
Antonio Vicente González (Agüimes, 5 de abril de 1817) vivió 34 años, pero tuvo una enorme labor pastoral, dejando una gran huella entre los canarios, llegando a desempeñar numerosas labores en su corta vida: párroco, fiscal de la diócesis, secretario, vicerrector, catedrático de Teología Fundamental en el seminario..., aunque es recordado especialmente por su atención por los feligreses, sus admiradas homilías y, sobre todo, por su profundo amor por los más pobres, necesitados y enfermos.
Pese a ser un gran orador, fueron sus obras las que le hicieron ser recordado por su santidad entre el pueblo de Dios, fruto de su testimonio de mártir de la caridad por amor a los pobres.
Dos episodios marcaron especialmente su corta vida sacerdotal: una tremenda hambruna y la posterior epidemia de cólera que dejó un gran número de muertes en la isla y que, debido a su entrega total a estos enfermos, él mismo acabó contrayendo la enfermedad y muriendo a los 34 años.
En 1847, en Gran Canaria, comenzó la citada hambruna y, frente a la iglesia, el sacerdote creó un pionero centro de caridad donde repartía sus ingresos y bienes con los pobres, así como acogiendo y dando ropa a los necesitados, pese a que tampoco él poseía muchos bienes.
Ya en 1851, el año de su fallecimiento, comenzó la epidemia de cólera por las condiciones insalubres en las que se veían obligadas a vivir las personas más pobres, lo que unido al hambre propició que la enfermedad se extendiera rápidamente.
El padre Antonio Vicente González intentó primero alimentar a los pobres y después, como se recuerda en las islas, "se dedicó a hacer de médico, de padre, de hermano y de sacerdote".
De este modo, acabó convirtiendo su vivienda habitual, en la que realizaba el reparto de alimentos, en un pequeño hospital al que acudía cada día para visitar y aliviar a los enfermos, sin dejar a nadie de cuidar física y espiritualmente.
Fue así como acabó contagiándose y muriendo el 22 de junio de 1851, un día después de haber celebrado misa, y con el tiempo, entre el pueblo, empezó a ser llamado "el buen pastor canario".