Martes, 8 de noviembre.
Antonio Morales*
En septiembre de 2021 escribí un artículo que titulé “Preocupante neonegacionismo verde” en el que me refería al auge de posiciones “anti renovables” en un sector del movimiento ecologista. Con representación en Canarias, agrupados en el conjunto del estado dentro de la Plataforma “Aliente” y bajo el lema “Renovables sí, pero no así”, proponen una moratoria en la instalación de energías limpias que sería suicida para España y Canarias.
Desgraciadamente debo volver sobre este asunto porque un año después, lejos de aplacarse esta tendencia están ganando peso dentro del movimiento ecologista. Son "neonegacionistas" desde posiciones peligrosamente “neoretardistas” y "neo obstruccionistas". Son aquellos que, ya que no pueden negar la evidencia del calentamiento global, intentan frenar las medidas y las soluciones a adoptar amparándose en las afecciones al paisaje y al territorio, en que las alternativas pasan por "megaproyectos", en que muchos de los proyectos están en manos del capital...
Son otra cosa, pero finalmente terminan coincidiendo en el resultado final con los que defienden el gas como “energía de transición” y que están redirigiendo las inversiones para garantizar la seguridad energética con este combustible fósil en detrimento de las renovables y con los que, directamente, emplean miles de millones de euros para negar la evidencia del cambio climático. Los extremos otra vez en clara consonancia, a pesar de la seria advertencia de hace unos días de la ONU de que estamos muy lejos de frenar la crisis climática y el planeta se precipita al punto de no retorno o del informe de The Lancet de la semana pasada sobre la salud y el cambio climático que dice expresamente que el carbón, el petróleo y el gas natural son los principales contaminantes.
Pues bien, desgraciadamente algunos discursos y afirmaciones de activistas y portavoces ecologistas, oponiéndose y negando proyectos estratégicos para luchar contra la emergencia climática, no hacen sino reafirmar los irresponsables efectos retardistas. Porque lo cierto es que actualmente Canarias no tiene otra alternativa para rebajar los costes de la energía, descarbonizar su economía, luchar contra el cambio climático, ganar soberanía y diversificar su modelo de crecimiento que la instalación a gran escala de energías renovables, tanto con plantas de autoconsumo en cubiertas y comunidades energéticas, como con plantas de generación e infraestructuras de almacenamiento. Quien lo niegue le está haciendo el juego a los neonegacionistas, obstruccionistas o retardistas. Tanto monta, monta tanto.
Y me saltan a la mente declaraciones como las de la portavoz de Ben Magec, Claudia Asensi, que afirmó recientemente -se lo he escuchado también a algunos técnicos de la administración pública- que “las emisiones de Canarias suponen solo el 0,02% de las globales, por lo que, aún descarbonizando el 100% de la economía canaria, nos veríamos igualmente afectados por los impactos del cambio climático”. Aunque intento creer que no era su intención, es un discurso muy peligroso que genera incertidumbres sobre la necesidad imperiosa de descarbonizar y que niega que nuestras centrales de ciclo combinado, con las que generamos electricidad, están entre las industrias más contaminantes de España. Además, la descarbonización no se realiza solo por cuestiones medioambientales, sino que es probablemente la única oportunidad que tenemos de avanzar hacia un modelo de desarrollo más sostenible e integrador.
Otro argumento recurrente es oponerse a la instalación de parques de energía renovable porque “hay que apostar por el autoconsumo”. Lo primero es que ya estamos apostando por el autoconsumo. El 45% del autoconsumo de Canarias está implantado en Gran Canaria. La instalación de placas fotovoltaicas se ha multiplicado en Canarias por 4 mientras que en Gran Canaria lo ha hecho por 11. Estamos subvencionando a particulares y empresas, cubriendo de placas solares todas las cubiertas de los edificios públicos e impulsando comunidades energéticas. Pero el Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) hizo un estudio y aunque instaláramos energía solar en todas las cubiertas disponibles de las islas, solo alcanzaríamos a producir en torno a un 30% de la electricidad que consumimos, dato que es consistente con otros estudios similares hechos en el conjunto de España. Así que simple y llanamente no es cierto que podamos producir la energía que necesitamos solo con autoconsumo. Y además las plantas eólicas y fotovoltaicas instaladas se hacen en suelo prestado solo para un par de décadas ya que se espera que dentro de veinte o treinta años no sean necesarias este tipo de instalaciones.
El otro argumento recurrente es negar la necesidad de disponer de infraestructuras de almacenamiento, y más concretamente la oposición a la central hidroeléctrica Salto de Chira. La semana pasada se inauguró el complejo de energía renovable más grande de Canarias, con 100 MW de potencia instalada. Como los propios responsables de la empresa reconocieron, si no contáramos con un proyecto como Salto de Chira sería imposible seguir integrando energías renovables con seguridad en nuestra red eléctrica, ya que no podemos elegir cuándo producir energía solar y eólica (se produce cuando hace sol y viento) y almacenarla es la única manera que tenemos de hacerla gestionable. De hecho veremos en breve como otras islas apuestan por proyectos similares porque ahora es solo Gran Canaria la que ofrece posibilidades de futuro reales para la penetración de renovables y para alcanzar la soberanía energética.
Llegados a este punto también he de decir que, incluso aunque se esté en contra del proyecto, me parece deshonesto e irresponsable organizar manifestaciones y campañas "ad hominem" en la que se equipara el mayor proyecto de transición energética y ecológica que hay en Canarias, como es Salto de Chira, con macro urbanizaciones turísticas y otro tipo de actuaciones que nada tienen que ver con la lucha contra el cambio climático y que generan amplio rechazo social. Es una forma de pervertir el debate público sobre la transición energética e intentar confundir a la población y a la opinión pública.
Pedro Fresco, el Director general de Transición Ecológica de Conselleria de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica de la Generalitat Valenciana (gobernada por el PSOE, Compromís y Podemos) era contundente en un artículo publicado en Agenda Pública hace casi exactamente un año: “En el momento que se acepta la evidencia sobre el cambio climático, resulta muy difícil defender que no se debe instalar la cantidad de potencia renovable que tenemos en los objetivos sin lanzarse a los brazos del pensamiento mágico. Tan solo se me ocurren dos formas coherentes de oponerse a la instalación de energías renovables: la primera, abrazando efectivamente el negacionismo climático; la segunda, proponiendo un desarrollo masivo de centrales nucleares. Intentar oponerse al desarrollo rápido de renovables sin defender una de esas dos opciones resulta un ejercicio de funambulismo argumental insostenible en el tiempo”.
Siempre he defendido lo mismo. Afortunadamente ahí están los artículos y los libros que he publicado para quien quiera comprobarlo. Llevo décadas defendiendo que Canarias puede y debe transitar hacia un modelo energético 100% renovable, en el que haya autoconsumo pero también una mayor diversificación de la generación (frente al monopolio actual) con plantas propiedad de instituciones públicas y pymes.
Y lo que he defendido lo llevé a la práctica en Agüimes, en la Mancomunidad del Sureste y ahora en el Cabildo de Gran Canaria, desde donde, a pesar de no tener competencias en materia energética, nos hemos convertido en el impulsor de la transición energética en la isla. Estamos invirtiendo 66 millones de euros para que el Cabildo produzca el 75% de la energía que consume, estamos subvencionando la instalación de energía fotovoltaica para el autoconsumo de particulares y pymes, una comunidad energética industrial en Arinaga y otra con los vecinos y vecinas de 7 Palmas, en Las Palmas de Gran Canaria, además, por supuesto, de impulsar Salto de Chira, un parque automovilístico eléctrico, etc.
Son otros los que deberían explicar por qué después de años luchando contra los lobbies fósiles y por un Nuevo Modelo Energético, ahora abrazan discursos y posicionamientos que no solo son irreales sino que directamente dan argumentos a los retardistas, neonegacionistas y obstruccionistas climáticos.
Porque negar la imperiosa necesidad de descarbonizar nuestra economía es retardismo, neonegacionismo y obstruccionismo climático. Oponerse a la instalación de la potencia renovable que necesitamos para dejar de depender de los combustibles fósiles es retardismo, neonegacionismo y obstruccionismo. Oponerse sin alternativa a la única instalación de almacenamiento que nos puede permitir integrar renovables con seguridad y de manera sostenible y no contaminante es retardismo, neonegacionismo y obstruccionismo. Y sembrar dudas entre la población recurriendo a bulos y medias verdades y exagerando el impacto medioambiental de los proyectos de renovables al margen de lo que han estipulado los técnicos en sus informes, es retardismo, neonegacionismo, obstruccionismo y totalitarismo antidemocrático.
Estamos ante una coyuntura crítica. Lo que hagamos en los próximos 20 años va a condicionar el futuro del planeta y de las generaciones venideras. Afortunadamente, después de décadas de lucha estamos dando pasos de gigante hacia la soberanía energética. Ojalá una parte del ecologismo recapacite y abandone posicionamientos utópicos que terminan alentando justo lo contrario de lo que pretenden y nos alejan del objetivo de hacer una transición energética y ecológica justa y sostenible para Gran Canaria y sus gentes.