4 de abril de 2010

García-Blairsy confía que pronto se haga realidad el Centro Tecnológico de Arinaga de microalgas

Domingo, 04 de abril.

El País
Las cianobacterias, también conocidas como algas verdes-azules, son un grupo de bacterias muy especiales que, hace 3.600 millones de años, inventaron la fotosíntesis y cambiaron, drásticamente, la evolución de la vida. Generaron y mantienen toda la existencia actual del planeta.
Dos expertos mundiales en estos microorganismos, el matrimonio formado por el profesor emérito de Botánica y Ficología de la Universidad de Bohemia, Jiri Komárek, y la profesora del Instituto de Hidrobiología de la República Checa, Jarka Kómarkova, quienes recientemente han visitado las Islas Canarias, consideran inexploradas estas especies en el archipiélago.
En su visita a las islas, no daban crédito a la enorme biodiversidad de microalgas y cianobacterias que pudieron analizar, concretamente, en el Norte de Fuerteventura, en el Islote de Lobos y algunos barrancos del Norte de Gran Canaria. "Seguramente supera, con mucho, la diversidad que hemos estudiado durante años en otras áreas del planeta", señalaron.
Esta pareja de científicos, que ha impartido un Curso Internacional sobre Taxonomía y Conservación de la Cianobacterias Subtropicales en el Centro de Biotecnología Marina de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, han continuado viaje hacia el Lago Atitlán, en Guatemala, en un programa de la Universidad de California y Naciones Unidas, donde realizarán una prospección del hipercrecimiento de cianobacterias tóxicas ocasionado por centros turísticos en los lagos habitados por comunidades indígenas.
Para Komárek, estos microorganismos son fascinantes "porque combinan las características de bacteria por un lado y de planta por otra. Las cianobacterias inventaron la fotosíntesis y cambiaron la vida en el planeta", dice. "Son capaces de inyectar oxígeno en la atmósfera y permitir que se regenere la capa de ozono. Son organismos que colonizan todos los ambientes: marinos, dulceacuícola, terrestres y hasta en el punto más árido del desierto del Sahara se puede encontrar tapices de cianobacterias". Además, afirma este experto, estos microorganismos, al entrar en simbiosis con otras células, crearon las células actuales de las plantas terrestres; la clorofila (el pigmento que le da el color verde) no es más que la consecuencia de la presencia de las cianobacterias en las plantas (en forma de cloroplastos). "Son, por tanto, el invento más revolucionario que se ha dado en el planeta, al ser capaces de robar electrones al agua y producir energía y condensar el carbono, y como residuo tóxico, producir oxígeno del que vivimos todos", dice
"Si me dejan, puedo estar horas hablando de las cianobacterias", advierte el veterano intestigador, de casi ochenta años,
"y puedo explicar, a través de ellas, todo lo que nos rodea, el paisaje y hasta a nosotros mismos. Son microorganismos muy antiguos y no han cambiado desde sus orígenes hace 3.600 millones de años. Pero éstos son los responsables de la evolución en la tierra."
Las cianobacterias no mueren, porque se reproducen sin sexo (el sexo inventó la muerte). Sin embargo, Komarek resalta la enorme adaptabilidad de estos microorganismos, que viven en unas condiciones increíbles: en fumarolas a setenta grados, en aguas ácidas, dentro de las rocas de la Antártida, en costras del desierto, en lagunas hipersalinas, y crecen en simbiosis con líquenes y plantas. También destaca que son los únicos organismos capaces de fertilizar los suelos con nitrógeno, que esculpen el paisaje porque forman y rompen las rocas, construyen físicamente las playas, las montañas, etc.
Gracias a dos técnicas recientes (la microscopia electrónica y la biología molecular) se ha revolucionado la taxonomía de las cianobacterias y ha cambiado drásticamente la percepción de su importancia climática a escala global y de su biodiversidad. "Ahora está todo por decidir, y necesitamos aclararnos sobre la biodiversidad de estos microorganismos que mantienen la vida en este planeta", dice Komárek. Él ha publicado recientemente varias investigaciones sobre cianobacterias que viven en zonas glaciares, extremófilas (como su nombre indica, son microorganismos que habitan en condiciones extremas de temperatura y ambientales, en este caso de frío) que pueden pervivir en zonas antárticas dentro de las rocas, a menos 120º centígrados. Y mientras que a las plantas y a los animales les es imposible vivir por encima de 40º grados, las cianobacterias logran sobrevivir permanentemente en aguas termales a más de 80º centígrados. Por ello, los extremófilos se han convertido en objeto de estudio de la NASA y de la Agencia Europea del Espacio (ESA), especialmente para proyectos de terraformación que pretenden hacer habitables planetas mediante su inoculación con cianobacterias, con finalidad de que se genere, nuevamente, un planeta Tierra.
Guillermo García-Blairsy, Catedrático de Biología Vegetal de Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Director del Centro de Biotecnología Marina, anfitrión y coordinador del curso internacional que sobre cianobacterias se ha celebrado recientemente en la universidad grancanaria, considera que es necesario investigar y conservar las cianobacterias y microalgas del archipiélago "si queremos contar con un futuro en las islas". No se cansa de repetir que
"con sol y agua de mar, se puede cultivar algo más que turistas, y que la principal alternativa económica para Canarias (y el Sahara) es desarrollar un nuevo ecosistema bioindustrial basado en policultivos marinos integrados (peces no carnívoros, crustáceos, macroalgas, microalgas, plantas halofitas, manglares y cianobacterias)".
Consolidar el Banco Nacional de Algas y el inicio de un programa de I+D+i permitiría, según García-Blairsy, rehidratar el desierto del Sahara, un proyecto que denomina Green Desert y que promueve la Fundación Bioagramar. "En la Universidad de San Diego, en Estados Unidos, están realizando un gran trabajo en este ámbito científico-tecnológico-empresarial del mundo de la algología aplicada. En Canarias tenemos, por el momento, unas condiciones ambientales formidables y deberíamos no perder el tren", asegura el científico. "Actualmente, existen plantas y microalgas en ambientes naturales con enormes potenciales, pero la erosión genética (pérdida de biodiversidad) es vertiginosa", añade, y pone como ejemplo el Saladar de Bristol, en el Norte de Fuerteventura,
"un lugar que frecuento y que, en unos pocos años, ha perdido una gran parte de su biomasa y biodiversidad marina."
García-Blairsy es optimista y cree que la crisis es una gran oportunidad para que las autoridades apuesten por esta investigación, que supondría una alternativa económica viable al monocultivo de la construcción y el turismo, dando paso a una nueva fuente de energía, con algas como biocombustible, y a la emergencia de todo un nuevo ecosistema industrial destinado al consumo humano, pienso y bioactivos.
Este investigador espera hacer realidad su proyecto Green Desert, donde, además del Banco Nacional de Algas, se potencie la Fundación Agramar y se haga realidad el Centro Tecnológico en Arinaga, con aproximadamente 11 hectáreas. Posteriormente, si esto funciona, está previsto el desarrollo de un Parque Industrial en Fuerteventura de aproximadamente unas 300 hectáreas y por último, se daría el salto a su sueño, un proyecto de cooperación en el desierto del Sahara (comenzando por los 3.800 kilómetros cuadrados de las sebjas de Mauritania, zonas interiores que antiguamente se inundaban con aguas salobres), que García-Blairsy define como la mejor manera, sin duda, de comenzar la rehidratación del desierto.
Fotografía: Jiri Komárek y Jarka Kómarkova, en su reciente visita a Fuerteventura.