La Provincia
José Martel terminó su carrera de técnico industrial en 1995, con un proyecto de instalación en una fábrica de todo tipo de prefabricados. Sus primeros años de profesión los dedicó a hacer palas para molinos de viento en el Barranco de Tirajana y a realizar proyectos industriales. Después fue profesor de electricidad en un instituto de FP, y montó una empresa constructora de viviendas y naves industriales, sin dejar el ejercicio libre de su profesión.
La crisis de la construcción le llevó a comprar una finca de cuatro fanegadas en Los Corralillos, para dedicarse a criar vacas, cochinos negros, ovejas pelibuey y cabras para su venta. "Con el tema de la crisis, el hobby que tenía yo con la ganadería y la agricultura, a lo que se dedicaba mi padre, lo convertí en mi actividad principal desde 2006", así lo expresa José Martel. "Ahora trabajo a gusto y veo salidas al negocio", comentó.
El ingeniero industrial, primero, y el constructor, después, terminó reutilizando todos los materiales, vehículos y máquinas de su empresa constructora para levantar su granja agrícola y ganadera. No sólo eso, sino que Martel creó, en 2008, un punto de venta de carnes en Cruce de Arinaga para completar el ciclo ganadero. Su empresa Agrícola y Ganadera Cho Juaá se dedica a la explotación y a la comercialización del sector primario.
En la actualidad cría una media de 120 vacas, 150 ovejas pelibuey (ganado ovino aborigen de Canarias), entre 30 y 40 cochinos negros y otras tantas cabras. Además, tiene un becerro del país de 1.200 kilos y una treintena de gallinas para el autoconsumo. "Mi objetivo es la impulsión y conservación de la producción ganadera de nuestra tierra, como el cochino negro y la oveja pelibuey, que tienen una carne muy preciada porque es de calidad", dice.
Su producción es la única de Los Corralillos que se dedica exclusivamente a la producción de carne. "La crisis nos afecta como a todos, por lo que la comercialización tenemos que hacerla los propios productores, ya que hay una gran competencia de carnes de la Península", comenta. "Además, nos resulta difícil vender, porque después tenemos que esperar mucho para cobrar. No podemos dejar a crédito la carne, porque también hay mucha competencia en la isla", añadió.
Por otro lado, Martel, ayudado por otros tres trabajadores y su esposa, cultiva la comida que necesita sus animales. Así, en sus terrenos tiene millo, batata y tunos, a lo que le añade forraje de millo, plátanos del Norte y rolos de plataneras de Arguineguín. "La comida es lo más natural posible, ya que al forraje le añadimos rolón y afrecho, con lo que los animales tienen un engorde natural", insiste, ya que apenas usan piensos para sus vacas, ovejas y cabras.