La Provincia
El proteccionismo oficial a la cultura tiene los días contados. La decisión del Gobierno de Canarias de reducir en un 65% los presupuestos autonómico en la materia en 2012, un "recorte histórico y brutal" que no tiene precedentes, según la mayoría de agentes culturales que han alzado la voz en la última semana, ha puesto sobre la mesa la urgencia en reconducir las formas empresariales en las que trabaja la cultura. Un cambio de modelo que se distancie de la "cultura subvencionada", que en las últimas décadas ha sido el sistema que han compartido administración, empresas y creadores. ¿Debe ser la cultura una actividad tutelada por el dinero público, o son los agentes del sector los que deben de asumir los riesgos de una actividad económica, a priori deficitaria?
"Todo lo que se hace en las islas en materia cultural , en mayor o menor medida, está patrocinado por dinero público", sentencia Alberto Hernández, de Jeito Producciones. Una empresa que nació en 2008 "cuando explotó la crisis" y que viéndolas venir, optó por reinventar a su conveniencia la manera en que iba a estar presente en el negocio cultural. "La hicimos acorde a estos tiempos, con proyectos pequeños, trabajando el triple para ganar lo mismo, y como quiera que hay mucha competencia, optamos por ofrecer proyectos exclusivos y ajustados en presupuestos, a la medida del cliente", asegura. ¿Y cómo se puede trabajar en estas condiciones? Pues, buscando fórmulas que permitan "un retorno económico con la venta de entradas e igualmente negociar con los artistas las condiciones de su contrato". No es fácil, ni antes ni ahora, por cuanto "dedicarse a la cultura es una cuestión de supervivencia, de cubrir gastos, de vivir el día a día y seguir adelante, y sobre todo buscar otros mercados fuera de Canarias, porque en las islas, si esto no cambia para empresas como la nuestra, no hay trabajo".
La diversidad empresarial es una de las alternativas más sólidas que se asoma a la puerta de gestores, promotores y productores. En este sentido, y con un modelo de financiación mixta, pública y, en contadas ocasiones privada, están instituciones como el Auditorio Alfredo Kraus o asociaciones culturales sin ánimo de lucro que se deben a las subvenciones y a los socios.
"No se puede meter a toda la cultura en el mismo saco por cuanto existe una cantidad de proyectos que son deficitarios y otros que sí son rentables", sostiene Luis Acosta, director dela Fundación Auditorio Alfredo Kraus. En su opinión, "tal vez cometimos el error de ofrecer precio político con la cultura, esto es, la cultura subvencionada". La institución que dirige Acosta ha encontrado el balance para mantener una programación cultural que no suponga una sangría económica. "En situaciones de crisis hay que priorizar, y debemos de tender a combinar una actividad rentable como la congresual, en nuestro caso, con la que no lo es".
Un equilibrio que no siempre se produce en un mercado agresivo. "El número de congresos ha bajado y por tanto los ingresos, y esto nos ha hecho buscar otros nichos de mercado como participar de coproducciones que no son habituales".
La empresa privada también ha tomado nota y fija su mirada en otras áreas para captar los recursos que no encuentra en la producción cultural. Roberto Gutiérrez, director de Maldito Rodríguez, manifiesta que "la diversidad empresarial es la que nos mantiene a flote, como empresa de publicidad, de organización de eventos deportivos y congresos". A su juicio, el recorte en las ayudas públicas es preocupante, aunque "el problema no es para las empresas, sino para con la propia cultura, porque sin subvenciones la entidad privada tiene que recolocarse en el mercado, y desde luego será imposible contar con artistas internacionales de primera fila en estas condiciones".
Otras productoras vinculadas a la música en exclusiva, caso de Eleeme Producciones, no entienden este negocio sin apoyos públicos. "Las empresas culturales son inviables desde el punto de vista económico, y si no hay ayudas no podemos continuar con nuestra actividad", afirma Leopoldo Mansito, director de la productora. Dice Mansito que aquí no cabe un "plan B" de supervivencia. "No se ha valorado realmente el impacto que tiene esta medida y, sinceramente no hay viabilidad alguna para una empresa como la mía".
El patrocinio privado es una alternativa a tener en cuenta. Es lo que argumenta Claudio Utrera, director del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. "Llevamos décadas trabajando así, y desde luego no es el modelo que se lleva en otros países. Aquí hemos seguido el modelo francés, que es una estrategia muy fácil en tiempos boyantes, pero es en tiempos de crisis cuando las políticas han cambiado". A su juicio, "esta situación, al margen de la crisis debería haberse preparado desde hace tiempo con una ley de mecenazgo, por ejemplo, que vendría a ayudar a la cultura y a la economía en su conjunto".
Las empresas vinculadas a las artes escénicas lo tienen un poco más complicado, una actividad donde el dinero público es el que da la supervivencia. Mario Vega, director de Una Hora Menos, argumenta que "aquí no se ha planteado un cambio de modelo en la gestión cultural, lo que se ha planteado es aniquilar un sector por parte del Gobierno". El sacrificio ha sido una constante en los últimos años. "Hemos ido bajando escalones, con producciones a taquilla, con pequeños formatos entre taquilla y caché minúsculo, hasta llegar a este punto que es inviable, con una situación que nos aboca al cierre y volver al formato del profesional autónomo que quizás sí pueda hacer algo como creador, o la posibilidad de salir fuera", lamenta Vega.
En términos similares se expresa Alexis Corujo, de 2RC Teatro Compañía de Repertorio. "Nos rebajan las subvenciones, que es de lo que vivimos, y nuestro principal cliente se nos va. Si hasta ahora, nos hemos reinventado, lo volveremos a hacer, aunque es una empresa muy difícil de vencer, y en esta coyuntura volvemos a estar en desventaja con las compañías peninsulares", apunta Corujo.
El debate sobre el patrocinio público y el cambio de modelo, precisa de algunas puntualizaciones, a modo de entender de Gonzalo Ubani, director artístico del Teatro Cuyás. "Habría que distinguir entre cultura y ocio, las crisis sirven para ajustar las cosas, y el ocio lo entiendo como una actividad privada, y la cultura no se sustenta siempre en lo económico, y es ahí donde tienen cabida las administraciones. El ocio es puro divertimento y la cultura siempre es deficitaria".
Insiste Ubani en un hecho incontestable: "Existen cosas que si no cuentan con apoyos económicos difícilmente podrían hacerse, y es aquí donde el político tiene que tener unos criterios clarísimos para apoyar un proyecto u otro, y desde luego hay ciertas cosas que no tienen por qué ser subvencionadas, porque el café para todos se acabó, entre otras cosas, porque ya no queda ni café".
No todas las actividades culturales podrán adaptarse a estas circunstancias ni trabajar bajo estas premisas. Juan de León, presidente de Amigos Canarios de la Ópera (ACO) sostiene que eventos comola Temporada de Ópera que produce esta asociación sin ánimo de lucro con una masa social de 1.800 abonados, y el Festival de Música de Canarias, son eventos que necesitan de apoyos públicos. "No existe música clásica sin subvención y habría que hacer algunos cambios en la política y evaluar la rentabilidad de proyectos como Septenio y qué repercusión tiene". Advierte De León que "tenemos el festival contratado y esto no se puede decir a tres meses antes de que comience la temporada".
En el otro extremo, se sitúan ayuntamientos como el de Agüimes. Francis González (en la imagen), Concejal de Cultura, afirma que "es imposible que los ayuntamientos paguen un caché, y si la situación sigue así habrá que reinventar las formas de gestión". Eventos como el Festival del Sur y el Encuentro de Narración Oral "tendrán otro recorte más drástico en las ayudas institucionales".
"Todo lo que se hace en las islas en materia cultural , en mayor o menor medida, está patrocinado por dinero público", sentencia Alberto Hernández, de Jeito Producciones. Una empresa que nació en 2008 "cuando explotó la crisis" y que viéndolas venir, optó por reinventar a su conveniencia la manera en que iba a estar presente en el negocio cultural. "La hicimos acorde a estos tiempos, con proyectos pequeños, trabajando el triple para ganar lo mismo, y como quiera que hay mucha competencia, optamos por ofrecer proyectos exclusivos y ajustados en presupuestos, a la medida del cliente", asegura. ¿Y cómo se puede trabajar en estas condiciones? Pues, buscando fórmulas que permitan "un retorno económico con la venta de entradas e igualmente negociar con los artistas las condiciones de su contrato". No es fácil, ni antes ni ahora, por cuanto "dedicarse a la cultura es una cuestión de supervivencia, de cubrir gastos, de vivir el día a día y seguir adelante, y sobre todo buscar otros mercados fuera de Canarias, porque en las islas, si esto no cambia para empresas como la nuestra, no hay trabajo".
La diversidad empresarial es una de las alternativas más sólidas que se asoma a la puerta de gestores, promotores y productores. En este sentido, y con un modelo de financiación mixta, pública y, en contadas ocasiones privada, están instituciones como el Auditorio Alfredo Kraus o asociaciones culturales sin ánimo de lucro que se deben a las subvenciones y a los socios.
"No se puede meter a toda la cultura en el mismo saco por cuanto existe una cantidad de proyectos que son deficitarios y otros que sí son rentables", sostiene Luis Acosta, director de
Un equilibrio que no siempre se produce en un mercado agresivo. "El número de congresos ha bajado y por tanto los ingresos, y esto nos ha hecho buscar otros nichos de mercado como participar de coproducciones que no son habituales".
La empresa privada también ha tomado nota y fija su mirada en otras áreas para captar los recursos que no encuentra en la producción cultural. Roberto Gutiérrez, director de Maldito Rodríguez, manifiesta que "la diversidad empresarial es la que nos mantiene a flote, como empresa de publicidad, de organización de eventos deportivos y congresos". A su juicio, el recorte en las ayudas públicas es preocupante, aunque "el problema no es para las empresas, sino para con la propia cultura, porque sin subvenciones la entidad privada tiene que recolocarse en el mercado, y desde luego será imposible contar con artistas internacionales de primera fila en estas condiciones".
Otras productoras vinculadas a la música en exclusiva, caso de Eleeme Producciones, no entienden este negocio sin apoyos públicos. "Las empresas culturales son inviables desde el punto de vista económico, y si no hay ayudas no podemos continuar con nuestra actividad", afirma Leopoldo Mansito, director de la productora. Dice Mansito que aquí no cabe un "plan B" de supervivencia. "No se ha valorado realmente el impacto que tiene esta medida y, sinceramente no hay viabilidad alguna para una empresa como la mía".
El patrocinio privado es una alternativa a tener en cuenta. Es lo que argumenta Claudio Utrera, director del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. "Llevamos décadas trabajando así, y desde luego no es el modelo que se lleva en otros países. Aquí hemos seguido el modelo francés, que es una estrategia muy fácil en tiempos boyantes, pero es en tiempos de crisis cuando las políticas han cambiado". A su juicio, "esta situación, al margen de la crisis debería haberse preparado desde hace tiempo con una ley de mecenazgo, por ejemplo, que vendría a ayudar a la cultura y a la economía en su conjunto".
Las empresas vinculadas a las artes escénicas lo tienen un poco más complicado, una actividad donde el dinero público es el que da la supervivencia. Mario Vega, director de Una Hora Menos, argumenta que "aquí no se ha planteado un cambio de modelo en la gestión cultural, lo que se ha planteado es aniquilar un sector por parte del Gobierno". El sacrificio ha sido una constante en los últimos años. "Hemos ido bajando escalones, con producciones a taquilla, con pequeños formatos entre taquilla y caché minúsculo, hasta llegar a este punto que es inviable, con una situación que nos aboca al cierre y volver al formato del profesional autónomo que quizás sí pueda hacer algo como creador, o la posibilidad de salir fuera", lamenta Vega.
En términos similares se expresa Alexis Corujo, de 2RC Teatro Compañía de Repertorio. "Nos rebajan las subvenciones, que es de lo que vivimos, y nuestro principal cliente se nos va. Si hasta ahora, nos hemos reinventado, lo volveremos a hacer, aunque es una empresa muy difícil de vencer, y en esta coyuntura volvemos a estar en desventaja con las compañías peninsulares", apunta Corujo.
El debate sobre el patrocinio público y el cambio de modelo, precisa de algunas puntualizaciones, a modo de entender de Gonzalo Ubani, director artístico del Teatro Cuyás. "Habría que distinguir entre cultura y ocio, las crisis sirven para ajustar las cosas, y el ocio lo entiendo como una actividad privada, y la cultura no se sustenta siempre en lo económico, y es ahí donde tienen cabida las administraciones. El ocio es puro divertimento y la cultura siempre es deficitaria".
Insiste Ubani en un hecho incontestable: "Existen cosas que si no cuentan con apoyos económicos difícilmente podrían hacerse, y es aquí donde el político tiene que tener unos criterios clarísimos para apoyar un proyecto u otro, y desde luego hay ciertas cosas que no tienen por qué ser subvencionadas, porque el café para todos se acabó, entre otras cosas, porque ya no queda ni café".
No todas las actividades culturales podrán adaptarse a estas circunstancias ni trabajar bajo estas premisas. Juan de León, presidente de Amigos Canarios de la Ópera (ACO) sostiene que eventos como
En el otro extremo, se sitúan ayuntamientos como el de Agüimes. Francis González (en la imagen), Concejal de Cultura, afirma que "es imposible que los ayuntamientos paguen un caché, y si la situación sigue así habrá que reinventar las formas de gestión". Eventos como el Festival del Sur y el Encuentro de Narración Oral "tendrán otro recorte más drástico en las ayudas institucionales".