Antonio Morales*
Cuando la petrolera rusa Lukoil pretendió quedarse con Repsol, Mariano Rajoy, elquenuncamiente, sacó pecho patriótico y afirmó que "nuestro, petróleo,
nuestro gas y nuestra energía no se puede poner en manos de una empresa rusa,
porque eso nos convertiría en un país de quinta división". Se olvidaba
claramente entonces de las privatizaciones de Aznar, que han puesto nuestra
energía en manos de empresas participadas por los estados italianos y alemán,
Enel-Endesa y E.On, y se olvida ahora de respetar la libre decisión de un
país de gestionar sus recursos "para no ser de quinta".
Ya lo dice Tony Judt ("Algo va mal". Taurus): "los dueños de las empresas
privatizadas, como es el caso de Repsol, pueden correr riesgos, malgastar,
hacer uso indebido de los fondos, poner los precios que les convengan a los
consumidores y al propio Estado sabedores de que, si algún día tuvieran
problemas, el gobierno de turno acudirá a su rescate". No se tuercen un
milímetro de lo que predica Mandeville en su "Fábula de las abejas": "los vicios
privados son los que hacen la prosperidad pública".
Es lo que ha sucedido estos días con Repsol y la expropiación del Gobierno
argentino de YPF. Para defender a una empresa privada, porque lo es, aunque trabajen
para ella Felipe González, el exministro Luis Carlos Croissier o el vasco Josu
Jon Imaz, el Gobierno del PP no ha dudado en provocar una tremenda crisis entre
los dos países y, lo que es peor, entre sus ciudadanos, a través de una intensa
campaña de información a la que se han prestado no pocos medios informativos,
muchos de ellos propiedad de entidades que participan en la petrolera. Así,
hemos visto como se han puesto en marcha maniobras para boicotear la compra de
productos argentinos, ataques a comercios de argentinos en España, etc. Como
escribió el pasado sábado Carlos Boyero en El País, "ahora se alienta la furia
colectiva entre los verdaderos patriotas contra todo lo que desprenda aroma
argentino. No sería extraño que en los estadios de fútbol, los ultras se
inventaran cánticos y lemas sobre la perversión de ese pueblo. Lo más
preocupante es que sus insultos y lemas encontrarían eco y solidaridad entre el
público descerebrado. Hay cantidad". Estamos poniendo en riesgo a muchas
empresas españolas que operan en Argentina y estamos poniendo en riesgo a
muchísimos españoles que han emigrado a ese país buscando el empleo que aquí no
encuentran.
Mas allá de la valoración de que la medida pueda ser buena o no para
Argentina, de si responde o no a una medida populista, de si pudiera esconder o
no intereses espurios, detrás de todo lo que está pasando se trasluce, con
meridiana claridad, el enorme poder de una multinacional que mueve ingentes
cantidades de dinero y que se juega ingentes cantidades de dinero también para
apurar las pocas gotas de petróleo que van quedando en el mundo; que utiliza al
Estado, al Gobierno español y a los partidos políticos mayoritarios como
títeres y los pone a su servicio cada vez que lo considera necesario para sus
intereses. Con la excusa de la
Defensa del Derecho Internacional (que se esgrime para salvar
los grandes intereses económicos o para invadir países en función de sus
necesidades geoestratégicas y nada más) hemos visto en los últimos días las
intervenciones y presiones del Rey, de Felipe González (Gas Natural-La Caixa), la UE y hasta de Obama
ante la presidenta argentina. Y también las advertencias de Soria de provocar
una irresponsable guerra diplomática, con el riesgo de causar perjuicio
gravísimo a las empresas españolas que trabajan en ese país: "una reacción
hostil contra una empresa española es por tanto en contra de España". Y todo
para torpedear el que un país ejerza su pleno derecho a nacionalizar una
empresa que no cumple con sus expectativas y obligaciones y haga uso de su
soberanía para negociar con los chinos o los americanos la venta de acciones de
YPF como parece ser hacía Repsol. Y no es la primera vez que sucede. Ya
Moratinos puso la política exterior española al servicio de la petrolera
acudiendo como intermediario a negociar con el tirano guineano Obiang, al que
recibió con todos los honores en España, o acompañando a Brufau a hacer
negocios a algunas de las nada democráticas repúblicas de la antigua Unión
Soviética o de África. Y todo con el pretexto de una españolidad absolutamente
falsa pues la participación de empresas españolas en su capital no llega al 50%
(Sacyr, Caixabank y otros inversores) perteneciendo el resto a México (Pemex),
y a fondos de inversiones chinos, americanos y de otros lares. Repsol fue
creada por el Gobierno español en 1986, a partir del Instituto Nacional de
Hidrocarburos y se privatizó totalmente en 1997 de la mano de Aznar, a precios
irrisorios según el Tribunal de Cuentas. A partir de ese momento se ha
convertido en una multinacional con prácticas cuestionables en lugares como
Nigeria, Sierra Leona, Guinea Ecuatorial, Ecuador, Argentina, Colombia,
Venezuela, Bolivia, etc, donde se constatan serios problemas con las
comunidades indígenas, con el medio ambiente, con el aumento de la corrupción
inducida, etc. Forma parte también de ese 82% de empresas del Ibex que acude a
paraísos fiscales creando en 27 países 272 filiales (13 son suyas) ocultas a la Hacienda pública
española. Puro patriotismo. Pura españolidad.
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes.