Antonio Morales*
A finales de octubre de 2011, publiqué en este medio de
comunicación un texto ("Keynes o Friedman") en el que hablaba sobre la
confrontación entre ajustes o crecimiento. En él reflejaba cómo Europa y
nuestro Gobierno de entonces optaban por una vía que no dejaba de poner contra
las cuerdas a una gran parte de la ciudadanía, a las instituciones públicas y,
por tanto, a la democracia. Citaba numerosas advertencias de expertos
economistas (Eric Maskin, Dean Barker, Krugman…), de Durao Barroso, de la ONU y hasta de Felipe González
criticando "la obsesión por el ajuste fiscal" y su peligrosa deriva.
En aquellos momentos, la obcecación por los recortes, que imponían y siguen
imponiendo Ángela Merkel y la derecha neoliberal europea, nos había dejado como
saldo unas cifras espeluznantes: casi cinco millones de parados (20%), un 20%
de la población por debajo del umbral de la pobreza y más de un millón de
personas sin ningún tipo de prestación económica... J. Stiglitz insistía por
esos días en hacernos llegar la necesidad de poner en marcha "sólidos programas
de gasto público y una reforma del sistema financiero internacional. Sin
crecimiento económico es imposible devolver las deudas y las políticas de reducción
del déficit público equivalen a condenar sus economías a cinco o diez años de
estancamiento", y afirmaba premonitoriamente que "tanto gobernantes como
votantes nos daremos cuenta de ello", ¿pero cuánto sufrimiento deberemos
soportar hasta que eso ocurra?
Seis meses después, los datos de
la
EPA que acabamos de conocer le dan toda la razón. El
sufrimiento no para de aumentar, la angustia de la ciudadanía se hace más
patente y las cifras son atroces: en el primer trimestre del año se destruyeron
374.300 puestos de trabajo y el número de parados ascendió a 5,6 millones
(24,4%); una de cada diez familias tiene a todos sus miembros en paro; hay 1,7
millones de hogares (el 10% del conjunto) con todos sus componentes inactivos y
583.400 en la indigencia (ha aumentado en 5.000 la cifra en el último
trimestre); las ejecuciones hipotecarias se han cuadruplicado; la tasa de
pobreza española es la más alta de la
UE, solo superada por Rumanía y Letonia; más de la mitad de
los jóvenes de menos de 29 años no encuentran trabajo… En Canarias los datos
son aún más duros: en el último trimestre el paro aumentó en 20.400 personas,
situándose en 362.300 desempleados, o sea el 32,2% de la población activa; el
31% de los canarios es pobre o roza la pobreza; 640.000 viven por debajo del
umbral de la pobreza y un 6% de la población se encuentra en una situación de
exclusión social… Y por si fuera poco, tanto Guindos como Rajoy no dudan en
advertirnos de que llegaremos a más seis millones de parados entre el 2012 y
2013 y que las cifras no mejorarán en esta legislatura.
Mientras todas estas cifras nos golpean con virulencia, el Gobierno insiste
cada viernes en imponernos, sin tino, ajustes y recortes paralizantes y
desestimuladores que han hecho, además, que desde el mes de julio los inversores
extranjeros se hayan llevado de España más de 128. 000 millones de euros.
Durante estos ciento y pico días de gobierno del PP hemos asistido a los
mayores retrocesos y recortes sociales, laborales y democráticos del
posfranquismo. Con la excusa del déficit y la búsqueda de alternativas, los que
nos decían que sabían muy bien cuál era la solución a los problemas que
vivíamos, han puesto en marcha la reforma laboral más dañina, el copago
sanitario, el mayor ataque a la educación y una amnistía fiscal para los más
ricos y evasores. Han subido los impuestos, se han cargado la investigación y
las renovables, y nos amenazan ahora con una ristra de privatizaciones y de
embestidas a las autonomías para seguir desmantelando el Estado y lo público.
Avanzamos sin frenos hacia una recesión peligrosísima. La desconfianza se ha
adueñado del sentir colectivo. No existe modelo alternativo alguno, no hay
estímulos de ningún tipo, disminuyen las rentas y aumentan los precios, la
prima de riesgo sigue subiendo y la
Bolsa cayendo… Pero Rajoy sigue pidiéndonos tiempo para
seguir con unos ajustes y recortes que han merecido la calificación de "impresionantes" por parte del ministro de Finanzas alemán y las alabanzas de
la agencia de rating Moody´s, entre otros. Y es que no se trata solamente de
economía, se trata lisa y llanamente de imponernos la ideología dominante del
neoliberalismo a cualquier precio. Y la estrategia no es de ahora, desde hace
varias décadas han ido consiguiendo, poco a poco, endeudar y vaciar al Estado,
siguiendo unas pautas fundamentales: 1. Han conseguido que se privaticen
empresas públicas a mansalva, privando al Estado de recursos que le podrían
generar importantes entradas de dinero; 2. Han propiciado que los ricos no
paguen permitiendo la evasión fiscal, deslocalizaciones, sociedades
patrimoniales, sicav y mil argucias, con lo que las arcas del Estado se ven
mermadas de manera significativa, y 3. Han obligado a dedicar ingentes
cantidades de dinero para sanear y rescatar a los bancos causantes de la
situación de crisis que vivimos, lo que ha aumentado considerablemente el
déficit de los países. Se le presta dinero a la banca privada a un 1% para
financiar la deuda, al tener prohibido el BCE hacerlo a los Estados, y se pide
dinero a esta misma banca después que lo presta a un 4% como mínimo. El Estado
se queda pues, con una clara complicidad política, sin recursos para combatir
la crisis y para pagar lo que debe y lo que no debe. Para salvar a los bancos,
asume la deuda privada sin chistar, ya que la pública es menor que la de muchos
países europeos (cinco puntos por debajo de la media, incluida la alemana) y,
en vez de plantar cara y no asumirla de ninguna de las maneras, despliega sin
pudor su enorme batería de recortes. Y mientras el paro, la pobreza, las
desigualdades sociales, el empobrecimiento de las clases medias.., alientan el
rechazo a la política, a las instituciones, a la democracia y aparecen
organizaciones populistas y ultraderechistas sustituyendo a los partidos
políticos tradicionales.
Este es, desgraciadamente, el panorama. Por eso no dejan de surgir
reflexiones como las de la Organización
Internacional del Trabajo que nos habla de "la trampa de la
austeridad"; de Richard Koo, economista jefe del banco de inversión Nomura: "si
la economía española sigue con los ajustes, le esperan dos décadas perdidas";
de W. Munchau, editor del Financial Times: "no entiendo como alguien con
formación macroeconómica, y con un mínimo de honestidad y decencia, puede
apoyar hoy la fantasía de que las políticas de austeridad estimulan la
economía"; o The New York Times: "ningún país puede pagar sus deudas si se
asfixia el crecimiento económico…" No son pocos los que se acuerdan de Roosevelt
y su New Deal como el ejemplo más palmario, "por eso, dice Paul Krugman,
resulta difícil evitar una sensación de desesperación. En vez de admitir que
han estado equivocados, los líderes europeos parecen decididos a tirar su
economía, y su sociedad, por un precipicio. Y el mundo entero pagará por ello".
Solo la posibilidad de que Hollande gane las próximas elecciones francesas
les ha llevado a edulcorar el discurso y a hablar de una "agenda de
crecimiento" a través de un plan que se ejecutaría desde el BEI, ahora que, eso
sí, según ha dejado claro la alemana jefa de Europa, sin renunciar al pacto
fiscal ni a los ajustes. Ni al neoliberalismo, digo yo. Pura cortina de humo.
Por lo pronto ya empiezan a aparecer voces de dentro y de fuera de España
que plantean el abandono del euro y cuestionan la propia existencia de la UE y sería gravísimo que ese
espacio lo ganasen los fascistas o los filonazis. No se puede forjar una unidad
europea sin tener en cuenta a sus ciudadanos, el bienestar colectivo, la
garantía de las libertades ganadas con sangre, sudor y lágrimas (Churchill)
después de una terrible guerra mundial en su seno. La democracia no puede
convertirse en algo puramente formal donde las decisiones las toman personas a
las que no hemos elegido, o las toman las que fueron elegidas porque ocultaron
sus verdaderas intenciones. La democracia adquiere más sentido en las
situaciones más cercanas y más domésticas: ganemos estos espacios entonces para
impedir su aniquilación. A no ser que tenga razón Francisco González,
presidente del BBVA, que disertó en el Instituto Internacional de Finanzas,
hace unos días, de esta manera: "no se preocupen, los españoles aceptan las
medidas y se aguantan".
*Antonio Morales es Alcalde de Agüimes.