José Francisco Fernández Belda
La segunda gran oleada turística en Canarias, la denominada
de masas con el atractivo del sol y playa que para muchos fue casi un tsunami,
vino después de la primera olita del turismo inglés, aquel que arribaba en los
trasatlánticos Castle y paseaba en tartana o del incipiente desembarco vikingo
en Las Canteras, hoy se vislumbra una tercera ola que nadie es capaz de
predecir su tamaño, por mucho que se especule sobre ello: el turismo
sostenible.
Como tantas veces se ha dicho, no existe el turista tipo, lo que hay son personas con intereses muy variados para los que habrá que fragmentar el mercado de la oferta en segmentos diferenciados, si se quiere que sean o sigan siendo clientes de la Canarias turística, a riesgo de quedar desplazados por otros destinos si no se hace en tiempo y forma adecuados. Es el fenómeno que algunos califican como el emerger de los turismos alternativos, que otros prefieren denominar complementarios de la oferta y el consumo aún mayoritario del producto Sol y Playa, más que alternativos por aquello de que lo que está funcionando ¡no lo toques!
Entre estas otras ofertas, destacan las relacionadas directamente con zonas alejadas de los grandes núcleos turísticos, clasificadas genéricamente de Turismo Rural y Activo. Como en todo lo que tiene que ver con los sentimientos y expectativas de los visitantes, nuestros clientes actuales y los potenciales, esta demanda se concreta en una multiplicidad de ofertas, que aunque en algunos casos pudieran ser muy especializadas y por lo tanto minoritarias, se complementan muy bien con otras de parecida naturaleza bajo el paraguas común de turismo sostenible, por muy equívoco o engañoso que resulte el término.
Dentro de este fondo de saco pueden englobarse múltiples ofertas y demandas, por ejemplo y sin agotar la lista, el ecoturismo medioambiental (con fines científicos o no), el agroturismo en casas de campo o granjas compartiendo la vida rural, turismo de aventura o riesgo, en camping o el cultural (en busca de las raíces o el folclore de un pueblo). Por todo ello, al turismo rural se le denomina con gran acierto activo, porque no suele pretender la pasividad o el simple reposo en un lugar alejado, con riesgo de ser torturado por moscas u otros bichos (que probablemente sólo quieran verlos en los documentales de National Geographic mientras sestean a placer). Este turista menos estándar y probablemente más culto, suele querer ver cosas o practicar actividades relacionadas con la naturaleza o el deporte.
En Gran Canaria hay Hotel Rural de gran prestigio, la Casa de los Camellos en Agüimes, que se creó con un doble objetivo. El primero, ser un germen y punto de partida para esta nueva oferta. El segundo, para formar allí a los futuros profesionales necesarios. Por eso está tutelado por Hecansa, Hoteles Escuela de Canarias. No obstante, también es cierto que tras la reforma Parejo, el nacionalismo liderado por aquella viceconsejera quiso acabar con la enseñanza pública turística de calidad en Canarias, aquella que pretendía formar a los directivos y cuadros intermedios aquí, no en La Haya o Loussane al alcance de los hijos de los más pudientes. De aquellos polvos, estos lodos. Ya se ha puesto sobre la mesa el cierre de la Casa de los Camellos, tras años de ser reducida conscientemente a una vida vegetativa. Hay voces autorizadas que se revelan contra esta decisión, máxime cuando se trata de abandonar una formación especializada que pudiera ofrecer un futuro laboral a muchas familias en un prometedor segmento de actividad que cada día se demanda con más fuerza. ¡Peculiar forma de entender el nacionalismo el de Coalición Canaria, o lo que queda de ella!
Como tantas veces se ha dicho, no existe el turista tipo, lo que hay son personas con intereses muy variados para los que habrá que fragmentar el mercado de la oferta en segmentos diferenciados, si se quiere que sean o sigan siendo clientes de la Canarias turística, a riesgo de quedar desplazados por otros destinos si no se hace en tiempo y forma adecuados. Es el fenómeno que algunos califican como el emerger de los turismos alternativos, que otros prefieren denominar complementarios de la oferta y el consumo aún mayoritario del producto Sol y Playa, más que alternativos por aquello de que lo que está funcionando ¡no lo toques!
Entre estas otras ofertas, destacan las relacionadas directamente con zonas alejadas de los grandes núcleos turísticos, clasificadas genéricamente de Turismo Rural y Activo. Como en todo lo que tiene que ver con los sentimientos y expectativas de los visitantes, nuestros clientes actuales y los potenciales, esta demanda se concreta en una multiplicidad de ofertas, que aunque en algunos casos pudieran ser muy especializadas y por lo tanto minoritarias, se complementan muy bien con otras de parecida naturaleza bajo el paraguas común de turismo sostenible, por muy equívoco o engañoso que resulte el término.
Dentro de este fondo de saco pueden englobarse múltiples ofertas y demandas, por ejemplo y sin agotar la lista, el ecoturismo medioambiental (con fines científicos o no), el agroturismo en casas de campo o granjas compartiendo la vida rural, turismo de aventura o riesgo, en camping o el cultural (en busca de las raíces o el folclore de un pueblo). Por todo ello, al turismo rural se le denomina con gran acierto activo, porque no suele pretender la pasividad o el simple reposo en un lugar alejado, con riesgo de ser torturado por moscas u otros bichos (que probablemente sólo quieran verlos en los documentales de National Geographic mientras sestean a placer). Este turista menos estándar y probablemente más culto, suele querer ver cosas o practicar actividades relacionadas con la naturaleza o el deporte.
En Gran Canaria hay Hotel Rural de gran prestigio, la Casa de los Camellos en Agüimes, que se creó con un doble objetivo. El primero, ser un germen y punto de partida para esta nueva oferta. El segundo, para formar allí a los futuros profesionales necesarios. Por eso está tutelado por Hecansa, Hoteles Escuela de Canarias. No obstante, también es cierto que tras la reforma Parejo, el nacionalismo liderado por aquella viceconsejera quiso acabar con la enseñanza pública turística de calidad en Canarias, aquella que pretendía formar a los directivos y cuadros intermedios aquí, no en La Haya o Loussane al alcance de los hijos de los más pudientes. De aquellos polvos, estos lodos. Ya se ha puesto sobre la mesa el cierre de la Casa de los Camellos, tras años de ser reducida conscientemente a una vida vegetativa. Hay voces autorizadas que se revelan contra esta decisión, máxime cuando se trata de abandonar una formación especializada que pudiera ofrecer un futuro laboral a muchas familias en un prometedor segmento de actividad que cada día se demanda con más fuerza. ¡Peculiar forma de entender el nacionalismo el de Coalición Canaria, o lo que queda de ella!