El principal acusado del caso kárate, Fernando Torres Baena, advirtió a uno de los pupilos de su
academia de que "se iría a Cuba" si se descubrían las prácticas
sexuales que realizaban en su gimnasio y en su chalé monitores y alumnos, según
ha relatado un testigo.
Este joven, identificado como testigo
número 25, ha
explicado en el juicio que se sigue en la Audiencia de Las Palmas que, hasta "los
nueve o diez años", fue alumno de Torres Baena y de otro monitor imputado
en esta causa y que dejó el gimnasio que el primero regentaba en Las Palmas de
Gran Canaria en 2005, cuando su familia se mudó a otro municipio de la isla.
Durante todo ese tiempo, este testigo
frecuentó a diario el gimnasio de Torres Baena, donde pasó las tardes
entrenando durante una hora y "jugando y divirtiéndose" con sus
compañeros durante otras cuatro.
Eso hizo que llegara a considerarlo
"como un padre", al que contaba sus problemas y miedos, ya que pasaba
con él más tiempo que con su familia.
También a él Torres Baena le "lavó la
cabeza" sobre los beneficios que tenía el sexo para ser un buen karateca,
lo que hizo creer a este chico que el "libertinaje" que veía en el
gimnasio, "donde todos se saludaban con un pico (beso en la boca)", estaba relacionado
con el "buen rendimiento deportivo".
El testigo número 25 ha manifestado que el
primer contacto sexual que tuvo con Torres Baena ocurrió cuando él tenía entre
diez y once años y tuvo lugar en las oficinas de su primer gimnasio, donde le
sentó sobre sus rodillas y le masturbó. Cuando apenas había transcurrido un mes
de ese episodio, el chico tuvo su primera "relación sexual completa"
con su monitor, en esta ocasión, sobre un tatami de una sala contigua a las
oficinas.
El testigo ha asegurado que, a partir de
ese momento, las relaciones sexuales con Torres Baena y con María José
González, esposa de éste, y también imputada en la causa, fueron continuas,
tanto en los dos gimnasios del karateca, como en su chalé agüimense de Playa de Vargas, que frecuentó cuatro o cinco fines de semana
al año.
En esa casa, el testigo también tuvo
relaciones sexuales con otra monitora imputada en este caso, Ivonne González, y
con varios alumnos, unas prácticas que, según ha dicho, le recomendaba Torres
Baena, quien le indicaba "con quién tenía que estar".
Este testigo ha asegurado al fiscal que
nunca pensó en rebelarse porque llevaba "media vida en el gimnasio",
donde le habían hecho creer que "era lo único que tenía", y ha
admitido, a preguntas de la acusación, que a día de hoy "no ha contado
nada ni a su familia ni a su pareja", al tiempo que ha afirmado que nunca
se hubiera atrevido a denunciarlo solo "por vergüenza y porque no lo veía
como algo malo, sino normal".
También ha explicado que a los dos años de
dejar el gimnasio, y siendo ya mayor de edad, aceptó una oferta de trabajo de
Torres Baena para que se hiciese cargo de la página web y el mantenimiento
informático del centro, a cambio de un sueldo de 300 euros, lo que implicó que
se trasladara a vivir durante unos seis meses a su casa de Vargas, donde dormía
y comía.
Este testigo ha manifestado que Torres
Baena llegó a decirle que se iría a Cuba si "salía a la luz" lo que
ocurría en su gimnasio y en su chalé de Vargas, lo que ocurrió cuando él aún
trabaja allí.
Además, ha dicho que, ante los problemas
que daba la testigo número 16, que tenía una relación con María José, Torres
Baena le pidió que se hiciera pasar por el novio de esta chica, "porque su
madre no se fiaba de ella", a lo que también accedió porque, según ha
reiterado, para él su monitor era como un dios que "te hacía ver lo blanco
negro".
A preguntas de la defensa de Torres Baena,
este testigo ha admitido que nunca lo vio tener relaciones sexuales con otros
alumnos, "sino entrar en las habitaciones" de la casa de Vargas donde
dormían los monitores, en las que también entró él en varias ocasiones para
tenerlas con sus profesores y con otros compañeros del gimnasio.
Este testigo ha manifestado que nunca se
sintió abusado por los compañeros de gimnasio con los que Torres Baena le
incitó a tener relaciones sexuales, porque los veía "como a él
mismo".
En la vista oral celebrada hoy, también ha
declarado la testigo número 24, quien fue varios años alumna del gimnasio de
Torres Baena, donde la imputada Ivonne fue su monitora.
Torres Baena le explicó que existían dos
tipos de karatecas: los mejores, que estaban en el grupo A, y los que, como
ella, estaban en el B, y le indicó que para estar en el primero tenía que pasar
"unas pruebas".
Así fue como el dueño del gimnasio, en el
que permaneció hasta que cumplió 12 años, le invitó a "besar y hacer otras
cosas" a Ivonne durante un campamento de verano que se desarrollaba en su
casa de Vargas, a lo que ésta accedió porque quería pertenecer al grupo A y
dejar el B, "donde no se es nadie".
Esta testigo aseguró que Ivonne González la
llevó una noche a una casa en obras cercana al chalé de Vargas, donde le
explicó cómo se hacía sexo oral y le dio un beso con intención de mantener
relaciones sexuales en una habitación donde sólo había un colchón en el suelo,
a lo que no accedió ni en ésta ni en las posteriores ocasiones en las que su
monitora trató de convencerla de regresar al inmueble.